Siguiendo con el tema de fauna social, hoy me referiré a una especie nativa que se creía extinta, pero que se resiste a desaparecer de nuestras céntricas calles; la historia de este avistamiento se remonta a un par de semanas cuando transitaba desprevenidamente por el centro de la ciudad a la altura del parque Santander pasadas las dos de la tarde. Hubo un momento de caos en el sector; el grito de una mujer y la veloz fuga de un individuo que nadie pudo identificar, sembraron el pánico de las personas que estábamos en el lugar. Más adelante, un vendedor de libros le preguntó a otro ¿hermano que pasó? A lo que el hombre respondió con una sonrisa dibujada en sus labios: otro ataque del Velociraptor…
Esta especie al igual que el calamar gigante, se caracteriza por que aunque todo el mundo sabe de su existencia, nunca se ha dejado capturar. A pesar de que se han dispuesto cámaras para su registro visual, todo ha sido insuficiente, incluso un escuadrón de policías designados para su captura, ha sido burlado por el paleoatracador.
Su ataque suele ser preciso y letal, comienza con la selección de la víctima entre la manada, que se caracteriza por poseer una candidez inmarcesible reflejada en el rostro, a veces los nervios del acechado avisan al predador del botín que lleva, otra señal es el descuido de la presa sobre su bolso o paquetes. Hace algunos años, el velociraptor escogía a sus victimas por exhibir elementos suntuarios como aretes y cadenas de oro, los cuales eran arrancados sin misericordia dejando como rastro unas orejas desgarradas y cuellos sangrantes, pero estas han aprendido y el velociraptor ha tenido que adaptarse y cambiar su modus operandi. Una vez ubicada la víctima, el predador se camufla en la manada y la sigue hasta el momento indicado para el ataque, posteriormente se abalanza, generalmente por la retaguardia, agarra el botín y suachchch!!! emprende su veloz huida,
La victima tarda algún tiempo en entender lo que le ha sucedido, al cabo de unos 10 segundos y luego de haber mirado en todas las direcciones grita desconcertada ¡me robaron! ¡cójanlo! Llamada ante la cual los peatones se detienen (o nos detenemos), a preguntar ¿que pasó? Algunas veces se le da consuelo a la víctima, pero muy pocas veces se emprende la persecución. En ocasiones aparecen un grupo de fofos policías, los cuales en vez de ir tras el predador, acosan a la victima con preguntas como ¿la robaron?, ¿Cómo fue?, ¿Qué le robaron? y el infaltable ¿Quién fue? pregunta que suele poner energúmena a la víctima.
Mientras tanto el caco a unas cuadras del lugar revisa el botín, se cambia la camisa y se prepara para camuflarse en la manada, continuar en la búsqueda de una nueva presa y así, seguir dándole vida a esta especie que azota las calles capitalinas.
¿ha sido usted victima? …. DENUNCIE!
DON BETO