En estos días de lluvias y trancones, he encontrado el espacio ideal para seguir cultivando mi hobbie de fijarme e inventariar los disparatados nombres que colocan algunos de nuestros conciudadanos a sus establecimientos.

Para comenzar la lista, me referiré a algunas casas de lenocinio mejor conocidas en el bajo mundo como grilles, whiskerías o chochales; el primero que observé, se encuentra en la intersección de la avenida Boyacá con la avenida Primero de Mayo y ostenta el sonoro nombre de “ Las Barbies del Amor” , no soy visitante de estos sitios pero su exterior dista mucho de las casas de las bellas muñecas, al frente no encontramos elegantes convertibles conducidos por apuestos Kent, ni mucho menos sujetos que se pudieran comparar con el agraciado muñeco. Presumo que su interior tampoco exhibe paredes rosas, ya que desde el bus se observa que las ventanas han sido taponadas en busca de un ambiente oscuro; en cuanto a las Barbies, las que se ve entrar al lugar no se comparan en esbeltez con la famosa rubia, su parecido se limita al pelo oxigenado, a las sandalias plásticas transparentes y a las prendas de vestir burdamente confeccionadas

Siguiendo con el tema, en el barrio 7 de agosto, sobre la carrera 17, se encuentra un lugar dedicado a la misma actividad comercial y que fue bautizado con el nombre de “Stop Model”; me ha sido imposible determinar si el nombre obedece a un intento de clonación de la afamada casa de modelaje o fue tan solo un malentendido que tuvo el dueño, escuchando la confusa pronunciación que se hace en los medios cuando se presentan estas afamadas modelos. El hecho es que el stock de este sitio es un poco más limitado y con menos nombres reconocidos que la casa inspiradora.

Para cerrar esta parte dedicada a los odiados, señalados pero siempre visitados, y vulgarmente llamados chochales, traigo a colación uno que no lleva el nombre en el establecimiento, pero sí en las tarjetas que se reparten copiosamente en la calle 76 con avenida Caracas. El nombre de este lugar transporta al potencial cliente, en primera instancia a una pañalera o a un jardín de infantes, pero al continuar con la lectura descubre que se trata de un establecimiento de otras características y cuya actividad, espero, esté siendo investigada por las autoridades correspondientes. Se trata de “Aventuras en Pañales” en donde en vez de encontrar a Carlitos, a Tommy y sus amigos se consiguen mujerzuelas de mayor maldad y edad que Angélica (según la tarjeta, vestidas de inocentes y traviesas colegialas), reitero que ojalá no se trate de menores de edad.

Pasando a otro tipo de apetitos menos pecaminosos, en la Avenida Caracas en inmediaciones de la calle 39 se encuentra un restaurante casero cuyo nombre supera el ingenio del gran Leonardo Da Vinci, se trata del restaurante casero “La Mona Guisa”. La anfitriona de este sitio, especializado en platos ejecutivos, al igual que su homófona italiana es reconocida por su misteriosa sonrisa; como dato adicional se sabe que al mejor estilo renacentista, sostiene un acalorado debate acerca de su originalidad con una cadena de pizzerías llamada “La Mona Pizza”, incluso ha generado recientemente, otra discusión acerca del estado de embarazo de una de las monaguisas que atienden el lugar.

Ya para terminar quiero mencionar un restaurante del municipio de Ubaté llamado el “Che Boludo” cuya especialidad es obviamente el churrasco argentino, además del nombre, lo más curioso es la publicidad hecha por perifoneo a través de todo el pueblo, en la cual un anunciador con típico acento cundiboyacense invita al lugar, esforzándose en afectar un deje austral en un intento desafortunado que genera un tercer acento bastante jocoso.

El agónico 2006 no me permitió adquirir un carro, una moto, ni tan siquiera una bicicleta, así que seguiré pasando unas cuantas horas de mi vida en el transporte público a la caza de nuevos y divertidos nombres. La estrechez de las busetas me indica que no soy el único en ese plan así que espero aportes para complementar lo que yo se de Bogotá

                                                                                                      DON BETO