Una misteriosa mancha roja asalta nuestros hogares y restaurantes por estos días, su silencioso avance se encuentra directamente relacionado con la época del año y con los bajos costos que alcanza, así que no se le haga raro que cuando se disponga a almorzar, le ofrezcan una porción de la llamada ensalada roja cuyo ingrediente principal es la controvertida remolacha.
Mi relación con la remolacha nunca ha sido la mejor, se que miles de personas saborean con devoción los platillos (en su mayoría ensaladas), que incluyen el nutritivo tubérculo, a ellos no me queda más que felicitarlos por la sana costumbre, pero en lo que a mi respecta, este producto me eriza los pelos al punto de afectar mi apetito, es tanta la aversión que siento, que suelo dejar de lado otros productos contaminados por la mancha roja, como el arroz y otros tantos que suelen quedar untados por el repulsivo tinte.
No es un sentimiento que me altere la vida, en realidad hasta hace unos días sólo era un alimento que no me agradaba, pero el recurrente menú con ensalada roja que ofrecen nuestros restaurantes y murreaderos capitalinos me ha llevado a reflexionar acerca de lo que tanto me molesta de este producto cuya mancha roja ha alcanzado hasta este blog. Después de pensarlo, presento como contraparte a la riqueza nutricional del producto, las siguientes razones que pueden explicar mi repulsivo sentimiento:
• Ver sonreír o hablar a una persona que esta engullendo generosas tarascadas de ensalada roja suele ser bastante desagradable, ya que el liquido rojizo a base de Beta Vulgaris (nombre científico de la remolacha) en combinación con la saliva, cubre las dentaduras, blancas en instantes previos; esto me evoca enfermedades que han causado mucho daño a la humanidad como la tuberculosis (ignoro si el nombre está relacionado con “tubérculo”)
• Falsas Alarmas: He escuchado hasta la saciedad, los testimonios de algunas personas que acuden despavoridas a los pabellones de urgencias creyendo presentar terribles enfermedades digestivas e intestinales; hacen este diagnostico con base en la presencia de rastros de sangre en sus deposiciones fecales; esta situación casi siempre se aclara cuando la victima recuerda haber consumido una porción generosa de ensalada roja el día inmediatamente anterior.
• Crueles malentendidos: Es que la similitud de su color con el de la sangre, ha jugado varias malas pasadas. Traigo un caso cercano que ocurrió cuando una tierna ancianita que vivía al frente de mi casa decidió preparar unas remolachas y unas zanahorias, las cuales puso en la olla express. Mientras extendía una ropa en la terraza, la olla mal tapada explotó cubriendo las paredes de macabras manchas rojas que convirtieron la cocina en algo muy similar a una carnicería; el dramático panorama y la estruendosa explosión atrajo a varios vecinos que al llegar al sitio proclamaron la muerte de la anciana cuyos restos, se creía, cubrían las paredes. Todos se hallaban sumergidos en una inmensa tristeza mientras observaban los sanguinolentos rasgos de lo que alguna vez fue una adorable abuelita, cuando de repente entró la ancianita a la cocina propinándole a los asistentes otro terrible susto.
Así pues espero haberme desahogado de esta repulsión y me dispondré a aguantar algunas semanas más, la desafortunada época de la cosecha de remolacha y su terrible influjo en los menús ejecutivos de nuestros restaurantes bogotanos, mi intención no es ponerlos en contra del tubérculo pero sí prevenirlos de las escabrosas situaciones que puede generar la terrible mancha roja.
DON BETO