Los Colombianos estamos en serios apuros, se murió el hombre que “hacía pensar al país” y el panorama político quedó plagado de hombres y mujeres que prefieren que el país no piense, no exija, no cuestione y los deje tranquilos para seguir con sus pillerías.

No se trata de hacer una semblanza del Pollo, otros ya lo han hecho y las hemos escuchado y leído hasta la saciedad, lo que intento hacer es una triste reflexión: Nos quedamos sin seres ligeramente pensantes dirigiendo los destinos de nuestro país.

Desde hace casi de dos siglos grandes hombres y grandes mentes han estado inmiscuidos en las altas esferas políticas del país, y aunque no han sido todos, al menos existían y brindaban equilibrio, jerarquía y prestancia a los cargos públicos, cualidades de las que carecen hoy en día nuestros dignatarios.

Desde Camilo Torres, Antonio Nariño, Marco Fidel Suárez, Rafael Núñez y una generación de presidentes filólogos y gramáticos hasta Enrique Olaya Herrera, Alfonso López Pumarejo y el recientemente desaparecido pollo López; la Presidencia de la Republica tenía cierto brillo que se ha venido perdiendo de manera dramática: Pastrana (en cualquiera de sus dos presentaciones), Turbay (del que siempre se dijo que no era bachiller y de quien el país conoce sus dotes intelectuales), Barco y todos sus sucesores, sin excepción, se han caracterizado por estar en conflicto con el intelecto. Para tomar un ejemplo miremos la producción literaria y nos daremos cuenta que para nuestros últimos ex presidentes se limita a libros de torpe prosa cuyo destino era desmentir acusaciones y justificar actuaciones (Sí, señores Pastrana y Samper), diametralmente opuestos a los ensayos históricos y políticos de López Michelssen.

Capítulo aparte merece la cancillería y las relaciones internacionales del país, que pese a poseer grandes internacionalistas, se ha empeñado en enviar sabandijas como cónsules a todo el mundo, borrando la impecable labor de figuras como Alfredo Vázquez Carrizosa y Julio Londoño Paredes; sólo basta mirar los siguientes nombres para confirmar lo antes dicho: Carlos Moreno de Caro, Salvador Arana y Carlos Arturo Marulanda (y así queremos cambiar la imagen del país), y aun peor, la “conchis” y “chambacú” Araujo, ostentando el alto cargo de cancilleres de la república.

Ahora pasemos a la otra cara de la moneda, nuestros singulares guerrilleros cuyo pensamiento y postura política resulta tan esquiva y escurridiza como ellos mismos. No sé si sea por ignorancia o por falta de interés, pero no conozco los discursos ni manifiestos del Mono Jojoy, Romaña, el negro Acacio y otros tantos fofos comandantes, como sí lo han plasmado verdaderos revolucionarios como José Marti, Camilo Torres, y el subcomandante Marcos, quienes han expuesto su pensamiento en soberbios discursos de gran riqueza literaria.

En cuanto a los “paras”, han sido claros en que sus intereses no son políticos, ni intelectuales, ni mucho menos literarios, así que dejémoslos quieticos.

Para terminar, unas perlitas que dan mayor sustento a mi preocupación, todas ellas cosechadas en el último gobierno que seguramente pasará a la historia como el gobierno donde murió el último presidente intelectual que tuvo el país (que coincidencia):

Tristemente quedan cientos de miles de ejemplos fuera (dejen jugar al moreno, Regina 11, el concejal Lucho, la gorda Fabiola, Lucero Cortés y el mismísimo príncipe de marulanda….) lo más triste es que todos han llegado a esos lugares con el beneplácito del pueblo.

DON BETO