Este es un mundo nuevo. Callado y plano y lento y enfermo. Los días están incompletos. Faltan la mamá y los amigos y los abrazos y las carcajadas y la libertad y el amor y los suspiros y las flores amarillas posando en el jarrón. Somos prisioneros de un encierro intranquilo y las pantallas y el silencio y la soledad y la ansiedad y el temor y las voces impacientes sin rostro que bombardean con preguntas. El tiempo pasa muy despacio, ni se siente, en esta Bogotá solitaria que se da un respiro. Se ven otra vez los cerros y las nubes y los atardeceres apocalípticos. Las calles están vacías y se escucha el zumbido del viento que golpea contra las hojas de los árboles y los pájaros cantan tiernamente en las ventanas y suena la sirena de una ambulancia y la noche se escucha profundamente y el repiqueteo de la lluvia contra los cristales es fuerte. Aquí solo queda extrañar sin olvidar, esperar que la tierra sane y llegue la calma para volver a comenzar. Por ahora no hay nada más que hacer.
JUAN ALCARAZ
@Juan_AlcarazS