Por lo general se cree que es más fácil decir ‘Sí’ a decir que no, pero en esta coyuntura del país decir ‘Sí’ a una paz negociada parece ser más complicado de lo que parece.

A lo largo de la semana se han logrado percibir las dos fuerzas que se encuentran en medio de una decisión trascendental para el país, una que proclama negarse a una paz firmada bajo acuerdos bilaterales y otra que quiere abrir los procesos políticos a todos los sectores, estableciendo la diferencia como factor fundamental de la democracia. Como dice Antonio Navarro: “Hablamos de la transferencia del poder. De participación. Hablamos de abrir las juntas directivas de las instituciones financieras de este país a fuerzas nuevas”

Personalmente no he logrado comprender a quienes votarán no en el plebiscito y menos a quienes les importa un pito lo que el país atraviesa y se niegan ir a las urnas para tomar una decisión que a todos nos afectará. No es posible que no les interese el futuro de cientos de niños, de miles de campesinos y que prefieran seguir enterrando a quienes terminaron luchando una guerra que no les tocaba, porque es cierto, muchos resultaron disparando odios ajenos.

Es que este conflicto a todos nos agotó la paciencia, nos hemos manifestado en todas las formas, gritando, bailando y escribiendo que no queremos más guerras en nuestro nombre. Porque este terror lo han padecido con más rigor en las regiones pero también en las ciudades, donde los atentados nos obligaban a vivir con miedo, a huir del país, a buscar tranquilidad, pero somos más los que decidimos resistir y trabajar incansablemente para lograr que esta casa sea de todos, sin importar que sean de derecha, de izquierda o de ninguna de las dos.

A aquellos que dicen ‘No’ con tanta fuerza, les quiero regalar unas cifras para explicarles por qué el problema no se soluciona a punta de más guerra. Según el último informe del Centro de Memoria Histórica, este conflicto que algunos no quieren ver cesar, nos dejó aproximadamente 220 mil muertos, 5007 desaparecidos, 1754 víctimas de violencia sexual, 6421 niños, niñas y adolescentes reclutados por grupos armados, y 4.744.046 personas desplazadas. Sin contar con el triste abandono del Estado a las regiones más apartadas del país que dejó cifras incalculables de atraso y analfabetismo. Ah, y sin sumar las disputas bipartidistas de décadas atrás, en las que a diario morían 100 personas o más por culpa de imposiciones ligadas a creencias radicales.

Sin embargo, yo le digo ‘No’ a la finalización de un conflicto armado con más muertes, porque como dice Ana Carrigan “los colombianos ya se han acostumbrado a utilizar la palabra ‘magnicidio’ para señalar la matanza de sus grandes hombres” y no quiero que las futuras generaciones se acostumbren a ver cómo silencian violentamente a quienes piensan diferente, prefiero que por el voto y por grandes campañas silenciemos las formas politiqueras de llegar al poder, que hagamos la paz con decisiones habladas, porque allí fue donde nació el conflicto, cuando algunos pocos creyeron que turnarse el país y denigrar a quienes de verdad nos engrandecían desde el campo, era la forma correcta de gobernar.

Por último, los invito a leer los acuerdos, también a que no crean todo lo que por ahí andan diciendo. Tomen una decisión propia y piensen en le futuro de este país.

“Si se dio cuenta que el problema no se arreglaba con la guerra
Que el bueno no es tan bueno y que el malo es un humano
Que los más están en medio de los menos que han mandado
Si se dio cuenta que el problema no se arreglaba con la guerra
Que el bueno no es tan bueno y que el malo es un humano
Que los mas están en medio de los menos que han mal gobernado”
Doctor Krápula

@Lore_Castaneda