Estamos en un momento histórico, un tiempo que es para ustedes y en el que trabajamos arduamente para que no tuvieran que vivir lo que a nosotros nos tocó.

Fueron más de 50 años en guerra y más de 220 mil muertos. Lloramos tragedias humanas y ambientales y, casi que nos acostumbramos a ver las horribles noticias que daban cuenta del conflicto armado del que pensamos que era incesable e insaciable. Enterramos a los nuestros, perdimos a muchos en medio del secuestro, nos enfrentamos entre nosotros mismos por una lucha ajena y que era de unos pocos, casi nos cuesta decenas de libros de historia sin un fin pero luego de mucho logramos reconciliarnos y dejar atrás tanto dolor.

A niños como ustedes los obligaron a dejar los libros para disparar fusiles en la guerrilla y a otros al cumplir los 18 años de edad, debían por mandato legal, acatar el servicio militar obligatorio para alimentar la guerra desde el Estado. Hoy a ninguno de ustedes al cumplir la mayoría de edad lo van a obligar a cargar armas en vez de ir a la universidad. Pensamos que no había salida, que año tras año la historia se repetiría y así, generación tras generación se encargaría de llevar ese odio ajeno que nos hacía presos de nuestra propia desgracia.

Pero lo más aterrador y que ustedes no van a presenciar, lo vivieron nuestros campesinos. La guerra en los lugares más hermosos de nuestro país fue inclemente, los despojaron de sus tierras, los acusaron injustamente de ser de una bando o de otro y en las grandes ciudades fueron rechazados (6.213.989 víctimas de este flagelo, para ser más exactos). Nuestros campesinos fueron testigos de masacres, asesinatos selectivos, amenazas y desapariciones forzadas. Las escuelas rurales fueron por mucho tiempo trincheras de todos los bandos de la guerra y en vez de clases, tenían jornadas de fuego cruzado.

Como si esto fuera poco, hubo violaciones irreversibles contra el ambiente, contra los animales, contra el agua. Como si ellos tuvieran algo que ver en esa guerra. Fue algo inaudito pero seguramente ustedes cuidarán de los recursos naturales mejor que nosotros y le darán el valor justo a cada vida animal, a cada gota de agua y a cada centímetro de bosque.

En cada momento difícil pensamos en los niños que nacerían, en las personas que como nosotros nunca les preguntaron si estaban de acuerdo con esta guerra. Resistimos a pesar de todo, aunque algunos tuviesen que huir y refugiarse en otros países, no perdimos la esperanza y decidimos seguir adelante. Tuvimos miedo y dejamos de visitar nuestros más bellos paisajes por el derecho preferencial a preservar la vida y la libertad.

Vimos morir líderes políticos de izquierda, de derecha y también odiamos la muerte de personas que sin afiliación política igual fueron calladas a punta de disparos y terror.

Darle sí a unos acuerdos de paz fue lo que mejor que nos pasó. Lo hicimos por los que no habían nacido y por los miles y miles de víctimas. Preferimos apostarle a una paz negociada que una guerra donde solo invitaban a los más humildes. El país demostró que era mejor perdonar que seguir alimentando un conflicto que le pertenecía a terceros que nunca fueron tan valientes para irse a batallar.

Y al final cuando pensamos que no todo podía ser perfecto, el ELN, otro grupo armado ilegal, decidió unirse a nuestros clamores de paz. Por fin sentimos que lo único que empezaría a importarnos sería comenzar de ceros y dejarles un país mucho mejor.

Por ustedes quisimos hablar y no disparar más a los que piensan diferente. Hoy les entregamos un país dispuesto a cambiar sus formas de hacer política, una Colombia que en sus páginas empezará a plasmar relatos de victorias de deportistas y científicos, un lugar de Suramérica donde los niños no morirán de hambre y siempre irán a estudiar. Este fue el país que soñamos para nosotros pero que no estuvo a nuestro alcance.

 

Twitter: @Lore_Castaneda