Colombia tuvo una semana para hacer memoria sobre la crueldad que la guerra dejó en muchos de nosotros. Valientes los que con micrófono en mano y a propósito de la visita del Papa Francisco, contaron sus experiencias al sufrir el conflicto armado en carne propia pero también sus ganas de salir adelante y continuar a pesar del dolor. Mujeres y hombres fueron testigos de actos crueles y degradantes, sin embargo la violencia que se usó contra la mujer marcó hitos sociales por el grado de afectación e impacto en la comunidad.

Según el Registro Único de Víctimas, la violencia dejó 4.064.710 de mujeres víctimas, de ellas 77.100 están desaparecidas, 40.231 fueron afectadas por actos terroristas y 191.784 mujeres han sido amenazadas. Entre las múltiples formas de maltrato contra su honra y dignidad, el cuerpo femenino fue un arma usada como miedo ejemplarizante en los hijos, en los esposos y en los vecinos. Muchos casos fueron tomados como un castigo para los hombres del bando enemigo pero por encima de esta razón, el abuso contra ellas permitió la ruptura de vínculos sociales y la destrucción de la familia como objetivo principal y la eliminación de su rol en la sociedad.

“Padecer en carne propia el sufrimiento que deja la violencia. El sin sabor, el dolor. Soy víctima porque en primer lugar me desplazaron de mi ciudad, donde vivía, donde tenía todas mis cosas, donde tenía una vida realizada con mi esposo y con mis cinco hijos. Ese fue el inicio de mi sufrimiento, de mi dolor, de mi viacrucis. San Onofre, Bolívar, 1999.” (CNMH, 2013)

El Centro Nacional de Memoria Histórica recopiló testimonios de mujeres víctimas en un documento llamado “La verdad de las mujeres en medio del conflicto”. Los relatos son desgarradores pero lo que más llama la atención es la manera en cómo ellas decidieron dar un paso adelante, estudiar y avanzar en la reconciliación.

Las mujeres son el motor de cualquier sociedad, son quienes dan vida y la forman, son líderes por naturaleza, y son la mayor fuente de resistencia humana. Aunque la guerra dejó muchas lágrimas y paso cuenta de cobro a las más de cuatro millones de mujeres víctimas, muchas de ellas hoy en día son ejemplo de solidaridad, de resiliencia, organización y sobre todo, valentía.

“Hay cosas que yo sé y que comparto, porque es una manera de decirle a las mujeres: vea, somos capaces en medio del dolor; ¿sabes qué da el dolor?, da fuerzas para no hundirnos en las nostalgias, yo lo he vivido. Bello, Antioquia 2003.” (CNMH, 2013)

Existen iniciativas de mujeres víctimas que hoy por hoy son reconocidas y que avanzan en materia de reconciliación, como lo son La Ruta Pacífica y la Organización Femenina Popular (OFP). Pero también están esas historias no contadas que son ejemplo de perseverancia; como aquellas que decidieron estudiar para luego enseñar, las que cuentan lo que les pasó para alentar a las demás a denunciar sus casos, otras que trabajan por la comunidad, cientos que se unieron para defender su territorio contra el terror, las que aún buscan a sus hijos que fueron reclutados y todas las que hoy en día decidieron continuar antes que dejarse vencer por el miedo y la desesperanza.

A todas ellas está dedicado este escrito porque realzo su valor, su dedicación y gallardía. Gracias por guardar las pocas fuerzas que la violencia pretendió quitarles. Por ustedes podemos y queremos seguir adelante en la construcción de una paz con justicia social que además permita dignificar el papel de la mujer en la sociedad.

@Lore_Castaneda