Se pensaría que una de las primeras medidas que tomaría el Estado luego de la firma del Acuerdo de Paz con las FARC, sería recuperar su presencia en los rincones de Colombia que fueron ocupados por el conflicto armado. Sin embargo, son los mismos pobladores de las veredas quienes dan cuenta de la falta de interés del gobierno en retornar al campo e incentivar su progreso.
Lo que ignoró este mandato y los de más atrás, es que con pequeñas acciones se puede lograr mucho. Me refiero a que con ejecutar proyectos educativos, productivos y de salud, (que no requieren de un extenso presupuesto), las comunidades campesinas pueden salir adelante y sanar las heridas que la guerra dejó.
El olvido en materia de educación habla por si solo, mientras en las partes urbanas en promedio un 27 % de la población accedió a estudios superiores, en el campo tan solo un promedio de 4,5% de sus habitantes acudió a un centro de educación superior. En lo que se refiere a estudios de básica secundaria, en las cabeceras municipales cerca de un 40% completó el ciclo, a diferencia de las zonas rurales, donde menos de un 30% finalizó los estudios de básica secundaria. Finalmente, en la conclusión de la primaria; en las zonas urbanas, donde un 4% y 3% respectivamente dio por terminado este ciclo, en las zonas rurales, un 16% y un 11% en hombres y mujeres finalizaron sus estudios primarios. (Palabra Maestra, 2015)
Este panorama refleja la falta de capacidad de un gobierno de ocuparse en cuestiones que parecen ser obvias en el mejoramiento de la calidad de vida de los colombianos (todos). Con poco se logra mucho y un excelente ejemplo es el proyecto “Una Biblioteca para el Futuro” de la Fundación Jornal, que a partir de donaciones de centros de pensamiento buscan suplir el vacío que tiene la enseñanza en las zonas alejadas del país. Lo hacen a partir de la recolección de libros nuevos y usados que luego forman parte de estantes que ocupan los lugares que deberían ser bibliotecas en las escuelas rurales, digo deberían porque en la mayoría de los casos son espacios que sirven más de cuarto de San Alejo que de ambientes para la lectura y discernimiento.
Una biblioteca en el campo logra que los estudiantes mejoren sus estándares educativos, que puedan hacer tareas con un nivel de exigencia superior, fomenta la investigación, cultiva la imaginación, une a la comunidad y, lo más importante es que en las zonas de conflicto permite a los niños soñar con algo diferente a lo que la guerra pretendía sembrar en ellos. Los libros representan la conciliación con la Colombia de hoy y es el puente directo con la igualdad y el progreso. En definitiva, el conocimiento que se lleve a las veredas más lejanas asegura el futuro del país y el no retorno de las comunidades a las formas violentas para hacer valer sus derechos.
Con poco se logra mucho, insisto. No hay excusa para no acudir de inmediato a proteger a los campesinos del olvido e indiferencia. El campo es el motor que puede lograr sacar a Colombia del atraso y evitar de una vez por todas el rezago de estas comunidades respecto de las ciudades y los municipios.
@Lore_Castaneda