La seguridad en las ciudades según “The Economist Group” se clasifica de acuerdo a 49 indicadores relacionados con salud, infraestructura y protección personal, este último ítem es el que me interesa hablar en esta columna.
“De camino a casa quiero ser libre, no valiente”. Ese cartel lo vi en mi más reciente viaje a Ciudad de México, un lugar que según las cifras de “El País” padece 25 homicidios por cada 100 mil habitantes. Me llamó la atención porque recordé la tranquilidad que sentía cuando caminaba sola y de arriba a abajo las callecitas madrileñas a las cuatro de la mañana, sin miedo a sentirme ultrajada en mi seguridad, que es un poco más elevada por mi condición de mujer. (No debería ser así pero lo es).
En Ciudad de México la seguridad de sus ciudadanos en palabras de ellos mismos, esconde misterios a la talla de cualquier película de terror. Sí alguien desaparece, es una suerte que la investigación finalice con éxito. La confianza en las instituciones es casi nula y se le teme más a la Policía que a las mismas organizaciones criminales, porque se parte de la premisa que están infiltradas y compradas por el hampa. Ser mujer allá es doble riesgo, pues el 80.5% de las mujeres se sienten inseguras. (El Economista, México).
En Bogotá la inseguridad reina y es más cruda, insisto, para las mujeres. Ser mujer acá significa aprender a ser valiente, es decir, no dejarse opacar por el machismo que abunda en sus calles. Los hombres nos dicen cuanta cosa se les puede ocurrir en su cabeza, les da por manosearnos en el transporte público y, en general nos hacen sentir inseguras cuando intentamos vivir en la cotidianidad urbana.
En este sentido y según la Secretaría Distrital de la Mujer en Bogotá hay 17.708 puntos críticos para nosotras, en especial de noche cuando vamos a casa. Inciden muchos factores, el primero para mi, la carencia de cultura y respeto hacia nuestro género y los estructurales; falta de presencia policial, sectores exclusivos para hombres y claro, ausencia de iluminación en los caminos a los hogares. Entonces señoras, acá no podemos caminar tranquilas a casa o a cualquier lugar si no vamos de la mano de un hombre, ¡escoltadas mejor dicho!
Pues al Distrito poco parece importarle una apuesta más que necesaria a la implementación de acciones que de verdad eliminen o reduzcan las violencias machistas contra las mujeres en la ciudad. Muy a pesar de la vigencia del Acuerdo 526 de 2013 que crea los consejos locales de seguridad de la mujer, los avances han sido poco exitosos. Es alarmante que en promedio el 10% de los asesinatos que ocurren en Bogotá estén relacionados con mujeres. La mayoría de estos casos son por violencia intrafamiliar, es decir, por modelos basados en la prepotencia de los hombres sobre nosotras.
Que podamos caminar solas, cantando o pensando en algo más que el peligro inminente debería ser una realidad y no una ilusión. Ese es el reto. Pero nos falta mucho, más aún cuando abundan titulares que suponen que una mujer no puede estar sola por el mundo simplemente porque no tiene un hombre a su lado. Y menos en Bogotá, que según “The Economist Group” ocupa el puesto 46 por debajo de Ciudad de México (39) entre 60 ciudades evaluadas en temas de seguridad.
@Lore_Castaneda