Hace poco leí la noticia sobre el premio que recibió el Gimnasio La Fontana en Bogotá por, básicamente, hacer felices a sus estudiantes. Sí, el país de la India reconoce centros estudiantiles por los niveles de felicidad en el entorno, en los profesores y en los padres de familia. El galardón se llama Great Place to Study.

Y entonces pensé en lo acertada que resultó la idea que desarrollé en mi tesis de Maestría, que en pocas palabras es identificar esos factores que permiten que un niño sea feliz aprendiendo pero no de la manera anacrónica como lo estamos haciendo, sobre todo en Colombia y especialmente en las veredas más apartadas.

Aprender no es someterse a las reglas y no pensar, no. No todos aprendemos con el mismo método y no a todos nos interesan los mismos temas. Homogeneizar el pensamiento es lo que nos ha llevado siempre a aparecer en el último puesto de los estándares educativos internacionales.

Es así como creo importante compartirles algunas de las sugerencias que plasmé en mi escrito académico hace casi dos años y, que quiero que ustedes lean:

  1. Reestructurar el rompimiento del ciclo educativo que se fundamenta en la falta voluntad política y las relaciones con los agentes claves en la ejecución de una línea educativa (docentes, padres de familia, comunidad y actores políticos), para elevar los estándares de participación ciudadana entorno a la educación en los territorios.
  2. Se hace necesario reforzar la educación rural desde la infraestructura, la alimentación escolar, capacitación docente, mejora salarial docente, aportes del sector privado, de organizaciones y fundaciones sin ánimo de lucro, acciones afirmativas para la resolución de conflictos y un enfoque especial dadas las características propias del campo colombiano.
  3. Es urgente implementar el componente de felicidad en la educación escolar, tanto rural como urbana, con el fin de reducir indicadores de deserción y asegurar el interés de los estudiantes en las distintas áreas del conocimiento, a partir de técnicas que tengan en cuenta la multiplicidad de inteligencias y métodos de enseñanza alternativos y modernos.

Esta última sugerencia es la que menos le ha interesado, por lo menos, al Estado colombiano porque es costosa e implica plantearse un nuevo modelo educativo y, además lo obliga a revisar los contenidos académicos integrales para los niños y los jóvenes. En este argumento me encuentro con la posición de Guillermo Carvajal, quien afirma que la escuela que tenemos en occidente es aburrida y está empeñada en enseñar cosas que no son muy útiles para la sociedad de hoy; también coincido con él en insistir que el modelo actual que implementamos está diseñado para simplemente obedecer, que en otras palabras es la imposición del conocimiento y la castración de la creatividad.

Por eso reitero que la única manera de asegurar calidad de vida a los colombianos de las nuevas generaciones está en brindar una educación integral y actualizada que les permita desarrollar plenamente sus talentos y capacidades.

¡Dejemos de obedecer!

Twitter: @Lore_Castaneda