Era un martes cualquiera de finales de octubre, un martes lluvioso y gris… un día muy bogotano. Me iba a ver con mis amigas de la universidad en un restaurante de Chapinero, pero pasadas las cinco de la tarde recibí la llamada que nadie quiere contestar y asimilar: mi tío había fallecido de manera sorpresiva y ya no había manera de devolverlo a la vida. Sentí que era un mal sueño, bueno aún lo siento.
Mi tío era un ser único. Valiente, trabajador, responsable, callado, amoroso a su manera (como yo) y claro, un hombre muy sabio que no se guardaba nada y que siempre cantaba que no era monedita de oro para caerle bien a todos. Pero a pesar de ser uno de los mejores hombres que he conocido, no todos comprendían sus maneras de ver el mundo. Por la ignorancia de muchos, sufrió lo que nunca quise que viviera; injusticias, señalamientos y malos tratos. Pero con mi familia (incluyo a Otus) lo defendimos hasta el último día, porque hoy más que nunca quisiera decirle que no se merecería tanto dolor, que él nunca tuvo culpa.
Él, como muchos colombianos, sufría de una enfermedad silenciosa que le carcomía sus pensamientos. Su salud mental lo hacía vivir en mundos distintos, complejos y oscuros. Lo vi llorar, lo vi desesperarse, pero eso sí, peleó hasta el final como un titán, tal como lo dice Ali A.K.A Mind en su canción.
Aprendí mucho de él y aunque era de pocas palabras, su vida fue una enseñanza enorme para mi. Lo respeté todos los días de mi vida y eso sí, aún lo sigo queriendo. Para mi sorpresa, en medio de sus silencios entendí que me parezco a él en muchas cosas. Quizá veíamos el mundo de una manera muy parecida porque valoramos lo realmente importante, la familia; mi tío hizo lo que pocos hacen, el mayor de los cuatro hermanos cedió su futuro por ellos -estudien para que no sean como yo, dijo alguna vez-, ese es el acto más grande de amor que he visto en mi vida.
Con seguridad puedo decir que soy lo que soy por él. Mi tío nos abrió los caminos, nos dejó una vida con más oportunidades, nos enseñó que si tienes 10 pesos, 8 serán para los que amas, y me dejó un legado que él no imaginó, entender que la salud mental no es un juego, que todos podemos sufrir de ese mal de la cabeza que nos doblega cuando menos lo imaginamos.
A pesar de su intempestiva partida, él no se imagina cuánto lo voy a extrañar, cuánto quise aprender más de él. Pero ya solo me queda darle las gracias, porque por él jamás voy a apagar mi radio, nunca dejaré que les hagan daño a los míos y siempre pero siempre me sentiré orgullosa de él.
@Lore_Castaneda