En una anterior columna (2019), escribí sobre lo aburrido que resulta para la niñez ir a las escuelas públicas de este país. Pero en esa época teníamos la esperanza de implementar los acuerdos de paz, de librarnos del conflicto armado y de reducir (ojalá) el desplazamiento forzoso a su mínima expresión. Como siempre, las cosas acá no son nada sencillas. Los territorios (de siempre) están golpeados de nuevo por la violencia y, las niñas y los niños volvieron a estudiar con el ruido de las balas y deteniendo sus clases para esconderse bajo sus sillas en medio de los combates. Así que, no solo es aburrido estudiar, también es peligroso.

Pero en esta época donde todo parece quebrantarse, algo bueno sí está sucediendo. En el país, en el congreso y en las calles se habla de las reformas sociales del gobierno que, con toda la oposición, intentan abrirse camino en algo que, aunque básico, es necesario: el debate. Y alrededor de los temas más álgidos, se discute sobre educación pertinente y del logro de la felicidad, algo que parece fácil pero que cumplirlo implica un esfuerzo nacional y un gesto importante en los recursos. Sobre lo último quisiera dedicar algunas letras: ser feliz en la escuela.

Esta premisa tal y como aparece en el texto del proyecto de Ley Estatutaria (contribuir con el logro de la felicidad) está llena de obstáculos; las escuelas en el Cauca, en Antioquia, en el Pacífico, en el Catatumbo y en otras regiones donde hay presencia de las disidencias de las FARC, donde aún persiste el ELN y donde el hostigamiento de las bandas criminales nunca cesó, pone en peligro el derecho fundamental a la educación.

El texto sometido en el Congreso, sí bien propone un enfoque territoral, no tiene dientes para montar herramientas claras que ayuden a mitigar la principal barrrera en el campo: la permenencia escolar. Y si bien señala “garantizar que los programas de estudio y los métodos pedagógicos sean aceptables, pertinentes, adecuados culturalmente, flexibles y de calidad”, no es progresista en el modelo que vamos a llevar a las regiones y a las ciudades.

Ser feliz en la escuela, significa entre muchas cosas, estudiar lo que te gusta, potenciar lo que te interesa y fortalecer tus talentos (desde la infancia hasta la adolescencia), esto en especial no pasa en el campo porque resulta muy costoso. Siendo realista, implementar un sistema educativo que se base en la multiplicidad de las inteligencias humanas implicaría un despliegue de recursos muy alto, que sinceramente no resulta ser prioritario porque los resultados se perciben en un plazo muy largo.

Ese camino de la felicidad debe además prologarse hasta la educación superior. El proyecto no menciona cómo vamos a llevar la Universidad a las zonas más apartadas. Es importante que no sigamos equivocándonos en sacar los talentos del campo a la ciudad, en cargarle los costos de movilidad y tiempo a las y los jóvenes campesinos, pero además es vital avanzar en la matrícula de las personas que provienen de las zonas rurales del país.

Según el Ministerio de Educación Nacional (2016), tan solo 1% de las matrículas proviene del campo. Es urgente, entonces, la creación de estrategias para lograr que las y los jóvenes accedan a la educación superior y es necesario que tanto a universidades públicas como privadas extiendan sus programas académicos adaptados a las necesidades de los territorios y con ofertas económicas asequibles a los habitantes de estas zonas del país. Para lo cual es indispensable hacer un acompañamiento previo y una orientación a las y los estudiantes sobre la preferencia de carreras profesionales, técnicas o tecnológicas; estas dos últimas con más pertinencia.

Aplaudo de pie que se hable de educación y del campo pero tengamos una conversación más aterrizada y de avanzada, sobre todo con los sectores políticos más conservadores. El atraso suma treinta años y el conteo aumentó con la pandemia. Prioricemos vías terciarias, garanticemos rutas escolares (con contratación oportuna) y demos a los docentes la importancia que se merecen. Si nos enfocamos en las entrañas de Colombia, la vida de la mayor parte del país será de calidad.

@Lore_Castaneda