Plumilla Los Impresentables realizada por Guillermo Linero Montes

Para no dar rodeos vamos directamente al grano. Aquí de lo que voy a escribir es de literatura y específicamente de esa literatura que llamaré emergente, es decir, de esa literatura que recién nace o sale a luz pública y que dada su filiación a editoriales independientes resulta ser más bien poco difundida y conocida. Lo que de entrada resulta curioso y contradictorio porque, como ya habrán notado los buenos lectores, estoy llamando literatura emergente a una clase de escritos que tras ser publicados florecen más bien, generalmente en tiradas de pocos ejemplares, para el olvido, para el polvo de anaqueles de bibliotecas o librerías, para no ser leídos. Libros que, junto con sus autores, al resultar exiliados de los grandes circuitos comerciales, así como de los medios masivos de comunicación, terminan de alguna manera convirtiéndose en los impresentables de la literatura nacional.

Escribiré entonces al respecto de textos y autores de textos de los que nadie habla o de los que se habla más bien poco. De esa literatura que condescendientemente, o esperanzadamente, llamamos emergente pero que en la práctica no emerge, no surge, no nace. Ojo, y que esto quede claro, no ando pregonando que esta sea nueva literatura, ni la que más me gusta, ni contestataria, ni transgresora, ni contracultural y, para ser francos, a veces ni siquiera es buena literatura. No obstante, si Seix Barral publica sin pena a Quiroz y Mendoza, o Planeta a Medina Reyes (escritores que, convengamos, lejos están de ser ejemplos de buena literatura), no veo por qué yo no pueda dedicar tranquilo algunas líneas a estos autores que, si bien es cierto que apenas les endilgan el epíteto de diletantes, en más de una ocasión llegan a la poca altura de estos otros escritores que andan autoproclamándose en cafés como “consagrados”. Entonces que entre el diablo y escoja.

Escribiré también sobre estos editores independientes, que en muchos casos resultan ser los mismos escritores, y sobre sus experiencias alternativas. ¿Cómo las mantienen? Y mejor aún: ¿Por qué las mantienen? ¿Para qué? ¿Para quién? Si lo notan escribir sobre literatura emergente en este país tristemente se ha convertido en escribir más bien sobre suburbios literarios, sobre esa región aneja a la “industria editorial”, sobre la periferia literaria, sobre el malevaje de los descastados de sello editorial reconocido. ¿Y por qué escribir sobre ellos? Pues porque de ellos vengo, porque son mi familia, mis hermanos y mis amigos. Porque si yo no escribo entonces quién. Porque hay que hacerlo. Hay que visibilizar el gremio. Quién quita, quizá esta bitácora nos aumente las ventas que están en cero. Si no por lo menos nos da el reconocimiento. Y seamos sinceros, no tendríamos noticia del más allá de nuestra literatura comercial nacional de no ser por el incansable movimiento de estas corrientes subterráneas que aparecen incómodas en todos lados con algún libro nuevo, malo o bueno, que rescatan la mayoría de lo que queda por fuera de Planeta, Norma, Panamericana o Alfaguara, que le apuestan al autor desconocido, al experimento, a la poesía y a lo que, por no venderse, no deja dinero. Actitud, esta de aventurarse orondas por el camino riesgoso, que en gran medida explica sus recurrentes caídas en el desacierto, la quiebra e incluso a veces en el descrédito. A las otras nos les pasa, por supuesto, la lógica del negocio es clara: se edita lo que se vende y se edita más lo que más se vende. No doy entonces más rodeos, queda hecha la presentación en esta primera entrada. No lo olviden, aquí de lo que voy a escribir es de literatura. Y específicamente de esa literatura que esperanzadamente llamaré: literatura emergente.

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¿Conoce algún impresentable?

¿Es usted un impresentable?

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