A propósito del ambiente prenavideño que se vive en todo el mundo, decidí referirme en esta entrada a la influencia que tuvieron los sueños en la vida de Jesús, el hijo de María. De manera particular durante los acontecimientos previos e inmediatamente posteriores a su nacimiento, cuando su vida estuvo en un inminente peligro. La acción de Dios, encaminada a preservar la vida del niño, está patentada en el Nuevo Testamento de la Biblia.
El evangelio según San Mateo, en los capítulos primero y segundo, refiere distintos episodio en los que Dios, mediante sueños, dirigió las acciones que se debían llevar a cabo para proteger la vida de su Hijo. El primero fue  protagonizado por José, el esposo de María, cuando resolvió dejarla secretamente después de enterarse que ella estaba encinta, sin que hubieran tenido relaciones. Un ángel se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María por esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.» José, que era un hombre justo, cuando despertó hizo lo que el ángel del Señor le había mandado y recibió a María por esposa. No tuvo relaciones conyugales con ella y cuando nació el niño le puso por nombre Jesús.
Después del nacimiento de Jesús llegaron a Jerusalén unos sabios procedentes del Oriente. Preguntaron dónde estaba el que había nacido rey de los judíos porque habían visto su estrella y estaban ahí para adorarlo. El rey Herodes se inquietó con la noticia, llamó en secreto a los sabios y les dijo: «Vayan e infórmense bien de ese niño y, tan pronto como lo encuentren, avísenme para que yo también vaya y lo adore.» Después de oír al rey siguieron su camino y, guiados por la estrella, llegaron donde el niño y postrándose lo adoraron. Le llevaron como regalo oro, incienso y mirra. Al regresar, en un sueño recibieron la advertencia de que no volvieran donde Herodes, entonces tomaron otro camino para llegar a su tierra.
Después que los sabios se fueron un ángel del señor se le apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto. Quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.» Así lo hizo José, se levantó cuando todavía era de noche, tomó al niño y a su madre y partió a Egipto donde permanecieron hasta la muerte de Herodes.
Pasado el peligro, sucedió lo siguiente:
«Después de que murió Herodes, un ángel del Señor se le apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: Levántate, toma al niño y a su madre, y vete a la tierra de Israel, que ya murieron los que amenazaban con quitarle la vida al niño.

Así que se levantó José, tomó al niño y a su madre, y regresó a la tierra de Israel. Pero al oír que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allá. Advertido por Dios en sueños, se retiró al distrito de Galilea, y fue a vivir en un pueblo llamado Nazaret. Con esto se cumplió lo dicho por los profetas: Lo llamarán nazareno»
(Mateo 2, 19-23)
No hay duda que todos fueron mensajes de advertencia. El objeto de cada uno fue proteger la vida de Jesús de la persecución de Herodes quien, temeroso de perder su reino, ordenó matar a todos los niños nacidos en Belén menores de dos años. Pero el Señor, en su infinita sabiduría, guió los pasos de José para que pudiera custodiar eficientemente la vida del salvador de la humanidad y lo librara de los propósitos homicidas del rey.
Este mismo evangelista cuenta en el capítulo 27, versículo 19, el sueño de la esposa de Pilato durante el juicio de Jesús:
«Mientras Pilato estaba sentado en el tribunal, su esposa le envió el siguiente recado: No te metas con ese justo, pues por causa de él, hoy he sufrido mucho en un sueño.»
El sueño de esta mujer le revelaba la inocencia de Jesús. Era un sueño de advertencia y ella quiso evitar que se cometiera una injusticia. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, nada pudo lograr. Seguramente se sintió frustrada y adolorida por el fracaso de su gestión ante su esposo, el hombre que tenía en sus manos la suerte del reo. Pilato, consciente de la inocencia de Jesús, decidió que el pueblo escogiera si liberaba a un reconocido delincuente de nombre Barrabás o a Jesús, en quien no veía ninguna culpa. La decisión fue implacable: el pueblo eligió la libertad de Barrabás y exigió la muerte de Jesús. Así se demostró, una vez más, que no hay poder humano capaz de interponerse en los planes de Dios: Jesús debía morir en la cruz y luego resucitar para redimir los pecados de la humanidad. Si Pilato hubiera atendido el urgente reclamo de su esposa absolviendo a Jesús, la historia de la civilización sería otra. Sin la crucifixión, muerte y posterior resurrección de Jesús no existiría esperanza de redención para el género humano de hoy, agobiado por el pecado y el dolor.
Las citas bíblicas anteriores conducen a las siguientes conclusiones de utilidad práctica para quienes vivimos en el mundo de hoy:
1.- Confirman de inequívocamente que Dios guía de manera particular la vida de las personas por medio de los sueños.
2.- Evidencian que los mensajes de los sueños son para el soñador por ser la persona que debe tomar decisiones. En el caso de José, era el responsable de resguardar la vida del niño y de su madre y de conducirlos a un sitio seguro. Los reyes magos por su parte recibieron también directamente en sueños la advertencia de que no debían regresar donde Herodes y por eso tomaron un camino distinto para volver a su tierra.
3.- José fue obediente y acató sin cuestionamiento cada una de las instrucciones que recibió de parte de Dios. Es factible que tuviera que sortear muchas dificultades; primero, para aceptar como propio un hijo que no había engendrado y luego para trasladarse de un lugar a otro con un niño recién nacido y su madre. No se preocupó por el qué dirán ni en los problemas que afrontaría. Solo obedeció. Este ejemplo es una enseñanza para todos en el sentido de que si bien Dios no obliga a nadie porque respeta el libre albedrío de cada quien, lo mejor es acatar su voluntad.
4.- El sueño de la mujer de Pilato fue una advertencia para ella de la injusticia que estaba a punto de cometerse y simultáneamente una confirmación para su marido de la inocencia de Jesús. Vale la pena destacar que el evangelio no menciona que Pilato directamente haya tenido algún sueño (no era necesario) relacionado con el reo que estaba juzgando. A él le correspondía tomar (sin saberlo) la decisión más trascendental de la historia en los últimos dos mil años. Aunque no veía culpa en el reo no quiso, como autoridad, mezclarse en un asunto propio de los judíos. Su indecisión fue el sello definitivo para que se cumplieran las profecías del Antiguo Testamento relacionadas con el Mesías.
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