Esta entrada no está relacionada con los sueños pero sí con mi don. He querido tratar el tema de los niños especiales porque su venida al mundo, generalmente, resulta traumática para sus padres. Cuando se enteran que su criatura padece de síndrome de Down, autismo, parálisis cerebral etc., sienten que son víctimas de un castigo de la naturaleza. Hoy día los avances científicos y tecnológicos permiten predecir, antes del parto, la existencia de anomalías en el feto que afectarán el normal desarrollo psicomotriz del niño. En ese momento, al conocer la noticia, comienza el calvario de sus padres. Algunas malformaciones, incluso, son causales legales para solicitar la interrupción del embarazo. Por eso, tristemente, la vida de muchos termina antes de empezar.
La mayoría de estos niños, al nacer, no son recibidos con amor. Algunos son repudiados y abandonados; otros recluidos porque sus padres se avergüenzan de ellos y prefieren no mostrarlos al mundo. Ante esta realidad, decidí tratar hoy este tema; especialmente porque en mi reciente visita a Montreal viví con uno de ellos una experiencia que me conmovió mucho. Además, es un tema que trato en algunas de mis conferencias.
Todo comenzó para mí cuando yo tenía nueve años de edad. Me causaba curiosidad un niño vecino que padecía del síndrome de Down. Quería saber cómo pensaba y qué sentía. Me entristecía ver que otros niños del barrio se burlaran de él porque era diferente. A esa edad ya sabía que solo me bastaba  tomar sus manitas entre las mías para que mis interrogantes tuvieran una respuesta. Una tarde lo vi sentado en una mecedora en la puerta de su casa y me acerqué a él con el pretexto de cuidarlo. Apenas tuve la oportunidad le tomé las manos por un lapso, para mí, de escasos segundos. Sin embargo fueron suficientes para que sintiera como si una fuerza enorme me arrojara al piso. Sentí incomodidad y vergüenza porque supe con certeza que estaba frente a un espíritu muy superior a mí en la escala evolutiva. Supe, además, que para él, un ser que estaba muy cerca de Dios por su comportamiento en sus vidas anteriores, esta era su última venida al plano terrenal. Comprendí que no era una experiencia fácil pasar por una prueba en la que debía demostrar paciencia, humildad, perseverancia y resistencia. Entendí que sus estallidos de violencia estaban motivados por la desesperación que le causaba no poder mostrarse como realmente era. Asimilé también que cuando sonreía transmitía alegría y bondad infinitas. A partir de ese momento empecé a sentir admiración y respeto por él e intenté que las demás personas a su alrededor sintieran lo mismo, pero no lo logré. Él sabía que la actitud de ellos era consecuente con lo que pensaban de su condición y formaba parte de la prueba que debía superar.
Desde ese día empecé a acercarme a los niños especiales para sentir su luz y su energía con la certeza de estar al lado de un ángel en este plano. A estas alturas de mi vida son muchos los niños especiales que he tocado y he comprendido que su venida al mundo es una especie de sacrificio para salvar a una persona de su grupo familiar que está a punto de perderse definitivamente en el plano espiritual.
¿Ustedes alguna vez pensaron en tener en su casa a un ángel? Ese es un privilegio que Dios solo concede a algunas parejas. Confieso que este tema me llenó de muchas reticencias porque no es fácil comprenderlo y aceptarlo. Sin embargo, me decidí, hace varios años, a hablar sobre él sin temor a que me tacharan de loca, a raíz de una experiencia que viví en Ciudad de Panamá. En esa época intenté hablar sobre este asunto en una conferencia que iba a dictar en una Fundación. Cuando supieron mis intenciones, los directivos me pidieron que excluyera esa parte del temario porque era contraproducente. Me entristecí por ese hecho porque había visto varias señales que me indicaban que debía hacerlo. Solo lo hice, entonces, de manera privada con algunas personas que me lo pidieron. No obstante, un año después, recibí una llamada telefónica de la directora de la Fundación para pedirme que, cuando regresara a Panamá, dictara la conferencia sobre los niños especiales. Con sorpresa le pregunté a qué se debía ese cambio de opinión y me respondió que en sus archivos habían encontrado una película que filmaron durante la visita que hizo a esa Fundación, 35 años atrás, la madre Teresa de Calcuta y en ella, para sorpresa de todos, la madre Teresa había dicho lo mismo que yo en relación con los niños especiales. Esta feliz coincidencia me llenó de alegría y me convenció de hablar públicamente sobre este tema.
COLETILLA.- El próximo domingo se celebra en Colombia y en muchos otros países el Día de la Madre. Quiero aprovechar para felicitar y enviar un abrazo a todas las madres, especialmente a aquellas que tienen el privilegio de contar entre sus hijos a un niño especial. También a las que han adoptado a uno. No olviden que el amor maternal es una versión terrena del amor divino: puro, sincero, desinteresado y sacrificado.      
El Portal de los Sueños

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