Ante el surgimiento imprevisto de crisis, pérdidas económicas, despidos laborales, separaciones, diagnósticos de enfermedades terminales y otras situaciones que enfrentan a una persona con un futuro inmediato distinto al planificado, la reacción automática ante el hecho inesperado puede ser de abatimiento o de batalla. Esta clase de retos pone a prueba el carácter y la capacidad de resiliencia del ser humano que los afronta. El impacto inicial puede ser muy fuerte y resultar devastador en los momentos subsiguientes pero la disposición anímica para asimilarlo y superarlo, o dejarse derrumbar definitivamente, marca la diferencia entre triunfadores y perdedores.
Todo ser humano nace dotado de las “herramientas” necesarias para desempeñarse con suficiencia en una actividad productiva. Eso significa que posee talentos naturales o aptitudes que deberá perfeccionar mediante el estudio y la práctica; después, ya desarrolladas, las aplicará en el campo que corresponda. Así beneficiará a la comunidad en la que se desenvuelva y él, a su vez, percibirá una justa compensación. De igual modo deberá interactuar con los demás dentro del núcleo social o grupo al que pertenezca. Con ese fin tiene, también, a su disposición, un “arsenal” invisible de energías y buenos sentimientos para irradiar amor, amistad y empatía. Estas relaciones le proporcionarán el balance emocional indispensable para disfrutar la vida y encontrar el sentido que le dé plenitud a su existencia. Hasta aquí llegaría, por llamarlo de algún modo, el marco teórico de lo que debería ser el recorrido vital de todo individuo de la especie humana. Sin embargo, la realidad muestra una evidencia diferente. Es innumerable la cantidad de personas frustradas productivamente a pesar de sus destrezas profesionales o habilidades en oficios bien remunerados. También lo es la cantidad de gente que vive sola y amargada porque no pudo cultivar relaciones estables y armoniosas. Viendo este panorama uno se pregunta: ¿qué pasó? ¿por qué personas inteligentes y con excelente formación están fracasadas? ¿por qué tantos hombres y mujeres viven deprimidos? ¿por qué hay tantas víctimas de las adicciones? Esta incapacidad para alcanzar el éxito y la felicidad se debe al “aprendizaje” que adquirieron a través de su formación individual. Muchos desarrollaron, contra natura, incapacidades inexistentes. Es decir, atrofiaron sus talentos. Otros crecieron sintiéndose inferiores a los demás. Mujeres lindas se ven a sí mismas feas y despreciables frente a un espejo. De ese modo, distorsionando su imagen, empezaron a desarrollar un sentimiento de conmiseración personal y se desvalorizaron como personas ante sus propios ojos. Piensan que no merecen nada y tratan, entonces, de lograr resultados apelando a la misericordia ajena. El cúmulo de falsos juicios contra sí mismos y la carga de culpas inexistentes son tan grandes que las consultas a sicólogos y siquiatras deben estar desbordadas con esta clase de pacientes.
No son la autocompasión y las limosnas sentimentales el camino indicado para alcanzar una meta. No se debe inspirar lástima para lograr resultados dentro de una relación cualquiera que sea. Tampoco es recomendable utilizar muletas emocionales para avanzar en la vida. Por ejemplo, las personas que conviven como pareja deben permanecer unidas porque así lo desean y además se aman. Su decisión de compartir un proyecto de vida común es un acto racional, no puede ser un chantaje sentimental. El valor individual de cada ser humano, su dignidad, su condición de criatura única e irrepetible, no se deben hipotecar afectivamente para hacerlas depender de la dictadura emocional de otro o de paraísos artificiales creados por sustancias tóxicas. La sumisión y el autodesprecio eliminan de tajo la capacidad de superar los obstáculos que la vida regularmente le plantea a cada persona. Por eso es necesario recuperar la fe en sí mismo y en Dios para eliminar toda forma de dependencia y falsas creencias y empezar a recorrer la senda de la autorrealización.
Al llegar a este punto debo recalcar que los sueños juegan un papel importante para generar autoconfianza. A través de ellos Dios imparte una guía acertada y precisa. Los sueños le muestran a cada persona todas las capacidades que posee. Le enseñan que, si en el plano onírico puede volar, realizar acciones intrépidas, enfrentar gigantes y otra cantidad de actos valerosos, es porque en la vida real, en el plano físico, puede enfrentar cualquier dificultad y superarla con la misma fortaleza con que venció al gigante del sueño. Solo debe creer que sí puede, que tiene las armas suficientes para luchar y que Dios estará a su lado para acompañarla e infundirle valor. No hay problema sin solución. Incluso, si se trata de enfrentar una enfermedad terminal, hay que verla como una oportunidad para enfocar la vida desde un ángulo diferente, rectificar equivocaciones, sanar viejas heridas, pedir perdón a otros por los agravios causados o perdonar los recibidos. La vida tiene un fin ineluctable y esperarlo en paz con todos y consigo mismo es una forma ideal de partir hacia el plano espiritual.
NOTA.- En estos días finales del año la mayoría de las personas elabora el balance personal de sus actividades. Algunos proyectos culminaron con éxito, otros se aplazaron y algunos, por distintas razones, no pudieron concretarse. Al respecto hay que examinar los detalles por los cuales no se realizaron para establecer si deben incorporarse otra vez a los planes del año venidero o si, definitivamente, no son viables. Les recuerdo pedir la guía de Dios para que, si los proyectos del año entrante son positivos y benéficos, Él indique mediante los sueños de los primeros días del año nuevo la manera de llevarlos a cabo con éxito.
A todos mis amigos les deseo un venturoso año nuevo 2014, colmado de bendiciones y paz espiritual.