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Con el fin de conocer mi opinión, un amigo me envió el videoclip de un programa de televisión emitido por un canal mexicano en el cual, con un toque de misterio, se mostraba el retrato hablado de un hombre que, de acuerdo a las palabras de la presentadora, se había aparecido en los sueños de muchísimas personas en el mundo entero. Incluso, para refrendar esa afirmación, el video exhibió varios carteles con la imagen del hombre pegados en paredes y espacios de publicidad de paraderos de buses de ciudades como Buenos Aires, La Habana, Moscú y otras capitales, en los cuales, además, se preguntaba al público si lo había visto. Según los conductores del programa fueron numerosas las personas que afirmaron haberlo visto en sus sueños aunque precisaron que no lo conocían.

La imagen correspondía al rostro de un hombre calvo, de cejas pobladas, sin señales particulares u otras características distintivas como barba o bigote. Debo confesar que yo nunca lo he visto en mis sueños. Sin embargo, en los minutos que siguieron a la presentación de este hombre, los conductores del programa se refirieron a los onironautas. Los definieron como personas que han desarrollado la capacidad de controlar sus sueños manteniendo un elevado grado de conciencia mientras duermen. Algunos estudiosos del tema también califican esta experiencia como “sueños lúcidos”. En otros medios leí que en las redes sociales se han creado grupos de gente, que dicen poseer estas habilidades, con la finalidad de compartir sus experiencias y llevar a cabo, entre otras actividades, reuniones presenciales en el plano onírico.

Los sueños controlados, “lúcidos”, o la capacidad de gobernar la conciencia mientras se duerme, han sido objeto de enfoques variados. Hay quienes consideran que es una experiencia de carácter esotérico y otros que, desde el lado de la ciencia, particularmente de la sicología, creen que puede ser una terapia eficaz para tratar malestares emocionales.

Mi punto de vista sobre este tema, aunque nunca he hablado de los onironautas, de sueños lúcidos o controlados, lo he expuesto en varias ocasiones en las cuales me he referido a ciertas experiencias que el común de la gente confunde con los sueños. Quiero ahora, aprovechando esta coyuntura, tratarlo de manera específica. Antes de continuar no sobra aclarar, como acostumbro hacerlo cuando toco temas alrededor de los cuales hay opiniones vertidas desde distintos puntos de vista, que mis conceptos están fundamentados en mi experiencia personal. Por lo tanto aquí no voy a teorizar ni a repetir lo que aprendí leyendo o estudiando textos escritos por maestros, gurús, sicólogos o especialistas con títulos que les acrediten autoridad académica sobre la materia.

En la entrada de la semana pasada aclaré que el avatar de este blog representaba medio ojo abierto y medio ojo cerrado. Dije, asimismo, que con esa imagen quería simbolizar que Dios siempre nos protege, estemos despiertos o dormidos. También, dicho sea de paso, en él está implícita la idea de que el espíritu, que gobierna al cuerpo durante la vigilia, mantiene un estado de conciencia propio cuando la materia densa duerme para reponer las energías que le permiten funcionar en el plano físico con la vitalidad necesaria para desarrollar sus actividades. Es decir, el espíritu de cada ser humano se desenvuelve en dos planos. En el suyo propio, que es invisible e intangible, y en el material donde el cuerpo vive. Él es su animador y conductor. Por eso su desprendimiento definitivo significa el fin de la vida, la cesación de los signos vitales. La vida, en conclusión, es una existencia con dos realidades: cuerpo físico y alma (espíritu), limo y soplo divino según las Sagradas Escrituras. Hay que agregar también que el plano espiritual es, asimismo, el plano de los sueños. Pero no todas las personas pueden ser conscientes de las actividades de su espíritu durante el tiempo que el cuerpo duerme. No me refiero al recuerdo de los sueños, sino a una experiencia diferente: a la autonomía de conciencia absoluta, plena y totalmente lúcida, de permanecer y actuar en el plano espiritual.

Algunas personas, bajo circunstancias muy particulares, acceden de manera involuntaria pero consciente al plano espiritual y confunden esa experiencia con un mal sueño. He citado en entradas anteriores varios ejemplos de esta clase de vivencias. Generalmente ocurren cuando el individuo está muy estresado. En esas circunstancias, cuando se acuesta con el propósito de dormir, atormentado por la causa de su desazón, el espíritu sale prácticamente expulsado del cuerpo. Esa salida se produce con cierto grado de consciencia. Por eso la persona puede ver su cuerpo sobre la cama y algunas veces quiere reaccionar pero siente que no puede porque está paralizada. Algunas de estas experiencias son angustiantes porque al encontrarse consciente en el plano espiritual se puede tropezar con espíritus condenados y los ve como figuras oscuras y amenazantes. Por eso cuando retorna al cuerpo cree que fue víctima de una pesadilla. Pero no fue así. Yo llamo a esta clase de episodios “experiencias espirituales extremas”.

Los onironautas, entonces, son sujetos que experimentan conscientemente, sin presión alguna, la separación temporal del espíritu de su cuerpo. Al acceder a ese plano, donde no hay limitaciones de tiempo y espacio, donde rige la verdad, muchos pueden mejorar como seres humanos al comprobar que han cometido errores que deben enmendar o injusticias que deben reparar. Pueden ver su vida de manera diáfana y no a través del cristal empañado de los prejuicios y las falsas opiniones. No se trata de un lugar para jugar ni de un sitio adonde se puede ir para tertuliar con otros y hablar de cosas banales e intrascendentes. Aquí, en este punto, es donde algunos, en mi concepto, se equivocan. Creen que allá pueden hacer las mismas cosas que en el mundo físico. Y no es así. El plano espiritual es serio, estar en él, de algún modo, es aproximarse un poco más a la luz. O a la oscuridad, de acuerdo a las intenciones. En el párrafo anterior mencioné que en ese lugar también transitan los espíritus condenados. Por eso quien intente acceder a él con propósitos turbios puede llevarse una desagradable sorpresa. No se debe perder de vista que el objetivo de todo ser humano debe ser mejorar día a día, crecer como persona y servir a los demás. No servirse de ellos mediante el abuso y el maltrato. Por lo tanto, el que quiera vivir una experiencia de esa índole en el plano espiritual debe prepararse purificando sus sentimientos, madurando día a día y superando sus defectos. Para mí, es preferible que cada persona lleve una vida normal, sin pretender conocer verdades que, posiblemente, en esta etapa de su vida están fuera de su alcance por su falta de preparación. Para ser mejores día a día Dios nos guía a todos mediante los sueños. Dejémonos guiar por Él, poco a poco y sin afán. Aceptemos sus recomendaciones. Seamos arcilla maleable en sus manos y no pretendamos forzar las circunstancias como si fuéramos niños malcriados.

COLETILLA: CHARLA PARTICIPATIVA.- Les recuerdo que el sábado 18 de octubre del corriente año dictaré una charla participativa de cupo limitado en la ciudad de Bogotá de 3:30 a 6:30 pm, para tratar los temas más importantes sobre el significado de los sueños. Cada tema será ilustrado con ejemplos de sueños narrados por los asistentes. El valor del cupo incluye un ejemplar autografiado del libro “Los mensajes de los sueños” de mi autoría. Informes: cels: 3156056884, 3002491691, 3204574114; fijo: 7509204; email: contacto@elportaldelossuenos.com.

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Nací en Barranquilla, Colombia, en 1949. Desde muy niña, a la edad de seis años, descubrí que poseía el don de interpretar los sueños. Al principio supuse que era una facultad natural que poseían todos los seres humanos. Sin embargo, con el transcurrir del tiempo observé que no era así. Entonces, al llegar a la adolescencia, decidí ocultarlo para evitarme problemas y malos entendidos con quienes suponían que lo mío era un arte adivinatorio. Después de haber educado a mis hijos, de verlos casados e independientes, y ya retirada de mis ocupaciones laborales, consideré que había llegado la hora de desempolvar el don y ponerlo al servicio de los demás.

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