En días pasados, mientras saltaba de un canal a otro de la televisión por cable, me tropecé con un episodio de la serie ‘Modern Family’ donde actúa nuestra querida y admirada Sofía Vergara. Me detuve ahí un rato para distraerme con el episodio que transmitían. Sin embargo, poco después, me sentí decepcionada porque el argumento de la historia consistía en presentar al personaje interpretado por la Toti como una persona habituada a sobornar para conseguir sus propósitos. Por eso me dolió la frase que le dirigió su hijo en la serie: “parece que en tu país torcer las reglas es parte de la vida”. Sobra aclarar que el personaje encarnado por la barranquillera es oriundo de Colombia como lo es ella en la vida real.
Varias sensaciones me asaltaron en ese momento. La primera fue de dolor por la manera indignante de tratar a todo un país. Creía que la época en la cual desde el exterior los colombianos éramos vistos como indeseables y sospechosos de facto de cualquier felonía, era un asunto del pasado. Pero la actitud de los productores de esta obra me demostró que aún quedan rezagos de esa mala leche. La segunda fue desilusión porque siento que la Toti Vergara debió rechazar el libreto de ese episodio. Ella es un emblema de nuestro país ante el mundo y ha demostrado hasta la saciedad el orgullo que le inspira ser colombiana. Seguramente tuvo razones suficientes para aceptar el argumento pero no por eso dejaré de estar en desacuerdo.
Ese mismo día, en horas de la noche, en Noticias Caracol presentaron un informe relacionado con los resultados arrojados hasta ahora en los procesos judiciales que se adelantan contra los autores de varios delitos de los llamados de “cuello blanco” como el proceso de Interbolsa, y otros por el estilo. La conclusión del informe fue terrible. Tenemos una justicia que es implacable y dura contra ladrones de caldos de gallina pero complaciente, morosa e ineficiente con quienes esquilmaron a miles de colombianos que les confiaron sus ahorros con la expectativa de verlos crecer. Me conmovió la cara de frustración de los ahorradores entrevistados, algunos de avanzada edad, que se sentían desprotegidos por la justicia mientras sus victimarios se paseaban tranquilos por las calles o, en el peor de los casos, tenían sus mansiones por cárcel.
Me acordé, entonces, de la frase que me hirió en horas de la mañana: “parece que en tu país torcer las reglas es parte de la vida” y esta vez me dolió de manera diferente. Viendo el informe de Noticias Caracol se vino a mi mente otra frase ya desgastada por el uso: “la justicia es pa’ los de ruana”. Duele reconocerlo pero la sensación que dejó el informe es que en Colombia las reglas, las leyes, los códigos o como se quieran entender las normas, siempre se acomodan a la interpretación que favorezca a los poderosos. No por eso le doy la razón al insulto (así lo considero) expresado en la comedia porque lo que dice no es cierto. Creo en la rectitud de la mayoría de los colombianos. Creo en la bondad y la solidaridad demostrada por muchos en esta cuarentena cuando salieron a las calles a compartir sus alimentos con los menos favorecidos. Creo en la imparcialidad de los jueces probos y diligentes que diariamente dictan fallos impecables. Muchos en el pasado, incluso, ofrendaron la vida misma cumpliendo su deber, pero quienes brillan en los titulares como imagen de la justicia son aquellos cuyas decisiones nos ponen a dudar de su honestidad.
Lamentablemente no existen estadísticas de buenas acciones, actos de honradez o de obras de caridad del mismo modo que la policía y las autoridades judiciales las llevan en relación con los delitos que se cometen a diario. En términos prácticos eso significa que la bondad no cuenta pero la maldad sí. No lo discuto. Ser buen ciudadano y buena persona es la regla general y ser malo es la excepción. El problema surge porque el impacto social lo causan los actos indeseables de la gente mala y pocas veces las buenas obras de las personas decentes.
En conclusión, creo en la bondad y honradez del 99.9 % de los colombianos. Por eso me siento orgullosa de ser colombiana y así lo he expresado cuando he participado en eventos o en programas de televisión o de radio en el exterior. No tolero que delante de mí alguien hable mal de mi patria, ni siquiera en broma. La razón es muy sencilla: la dignidad no se negocia. Por eso no entiendo por qué la Toti aceptó representar el papel de una colombiana para la cual sobornar a los demás (según su hijo en la serie) “es una costumbre que enseñan desde niños en tu país y por eso te comprendo”.
P.D. Los sábados estoy realizando video reuniones por Zoom en las cuales trato con los participantes todas las inquietudes relacionadas con los sueños. Los interesados pueden solicitar sus cupos vía WhatsApp a los celulares 3002491691 y 3204574114.