¡BENIDORM!

A las siete de la mañana las dos playas Poniente y Levante de Benidorm ofrecen una imagen solitaria y colorida. Empieza otra jornada en una ciudad que provoca en quienes la visitan un amor sin condiciones.

Nada en sus casi seis kilómetros de arena fina y dorada indican el mar de sombrillas y acentos que tres horas más tarde devuelven a Benidorm la fama que cubre a ésta localidad por más de sesenta años de abierta, loca, exagerada; la de altos e imponentes edificios que le han valido el calificativo de Manhattan del mediterráneo. Ávida de mar es el destino turístico más importante de la España de sol y playa.

Situado en la provincia de Alicante, tiene dos imponentes playas con la más alta distinción que otorga la UE y que juntas suman más de seis km de litoral de aguas tranquilas, cálidas y cristalinas. La playa de Levante y la de Poniente se abren al sur y se esconden, una de la otra, tras una punta de tierra donde se ubica un mirador a las dos playas. Aún mas, entre el mirador y el puerto, que dan forma a una pequeña bahía hay otra playa escondida, no tan grande, punto de partida de los que gustan del snorkel y de soledad: la Playa de Mal Pas

Foto: Victoria Puerta. Hay sitio para todos.

Capital turística de la Comunidad Valenciana, hermanada con Manizalez desde 2014, tiene una capacidad hotelera solo superada en Europa por Londres y París: más de once millones de pernoctaciones al año.

Turismo masivo, familiar y tranquilo. También joven, fiestero y cultural. Visitantes en verano pero también en el resto del año por el excepcional clima que la muralla de montañas que rodean a la ciudad, provoca al cerrar el paso a los vientos del norte y del levante: cálido y seco en verano, extremadamente benigno en otoño y primavera, e inviernos con temperaturas que oscilan entre los 7 grados de mínima y los 20 de máxima.

En 1950 Benidorm experimentó una auténtica segunda fundación “pues estaba claro que con los menguados recursos de la pesca y de unos modestos cultivos no se podía hacer gran cosa… como no fuera emigrar”, relatan los cronistas de la época.

Foto: Victoria Puerta. Admirado skyline.

Se impuso el criterio de un joven alcalde que quiso hacer de esa villa de pescadores un lugar que cuenta con más camas que habitantes y en el que en las noches se pasean miles de personas y se aprietan en las callejuelas del centro, felices de encontrarse en un entorno que sorprende. A pesar de toda esa cantidad de turistas apenas se nota en el ritmo de la ciudad: los niños disfrutan en un tiovivo y una rueda de Chicago de madera. En la mañana los ancianos juegan al ajedrez sin apenas inmutarse con la locura de un lugar que nunca echa el cierre.

Foto: victoria Puerta. Un casco antiguo que recuerda las mil batallas  libradas en Benidorm.

Bares, discotecas, casinos, hoteles de lujo se levantan al lado de casas bajas y familias que sacan la tumbona a la playa en las noches para charlar y acompañarse entre amigos.

Foto: Victoria Puerta. Un paisaje que engulle y enamora al visitante.

Benidorm es un mito por sus rascacielos y por tener el hotel más alto de Europa y los índices de ocupación hotelera de vértigo. Creo que debería ser mítica porque en calles, playas, bares y festejos, lo que tiene sentido es la dimensión del ser humano, perdida con mucha frecuencia en aquellos centros de vacaciones donde eres totalmente vulnerable y que se aprovechan de tu condición de turista, con comidas exageradamente caras, o con los lugares más bonitos cerrados para las élites, y hoteles que son auténticas cajoneras por los que pagas una fortuna, y, los más detestable, con camareros y jefes de hotel que te hacen el favor de atenderte.

Foto: Victoria Puerta. Hasta el último rayo de sol para unos bañistas incondicionales a Benidorm.

Lo que caracteriza a Benidorm, es la serenidad, trasparencia y dulzura de un mar limpio, de unas playas muy cuidadas, en un lugar donde la gente se deja los ahorros de todo un año, porque desea volver siempre a un litoral que sabe a sardinas a la brasa y calamares rebozados.