Festival de cine de San Sebastián. Edición 65
Cuando Laura Mora directora de la película «Matar a Jesús», presentó su película ante un público joven, inquieto y muy cinéfilo, como lo es el jurado que juzga las 21 películas que optan al Premio Eroski de la Juventud, presintió la dimensión de su película. Durante 7 días, 300 estudiantes universitarios juzgan muchas y variadas formas de hacer cine. El Eroski confiere a las premiadas un aire de legitimidad y frescura, que luego se transforma en un gran reconocimiento a nivel internacional. También ganó el LX Signis de la crítica por que fue una película que causó gran revuelo, no solo entre los jurados, sino entre un público que lloró y aplaudió a partes iguales.
Consigo con gran esfuerzo reunir a Laura y a Natasha en Madrid. Todavía extrañadas y felices converso con ellas en el Café Comercial y luego más tranquilas en la intimidad de mi casa. Laura más relajada cuenta sus impresiones y emociones al recibir dos premios en un festival tan importante y cercano a la cinematografía colombiana.
¿Cómo fue el momento en que ya sabías que habías ganado el Premio Eroski de la Juventud?
Ellos tienen un diario en el festival. Y en él vimos que el porcentaje era muy alto frente a las otras películas, pero todavía faltaban muchas pelis por presentar, así que no nos hicimos muchas ilusiones.
Igual lo que había pasado el día del estreno fue tan increíble, tan maravilloso que yo me desprendí de todo lo otro que significaba el premio. De verdad fue muy impresionante lo que pasó ese día. Estaba tranquila y cada que se acercaba el final veía cómo el porcentaje se mantenía muy alto.
A Natasha se le ilumina el rostro cuando relata la forma cómo la gente las abordaba en la calle y con comentarios muy elogiosos. La cercanía de la gente y la gran acogida ya era para Natasha suficiente recompensa.
¿Cómo fue el estreno de Toronto frente a San Sebastián?
Son dos festivales completamente distintos. De hecho me parece un plus esa dupla. Porque aparte de haber estado en Berlín con el guión, no había estado en otros festivales. Fue la posibilidad de conocer cómo funcionan dos industrias muy distintas: la norteamericana y la europea.
Toronto es un festival para la industria. Y si tu película gusta, que fue el caso nuestro, se abren unas posibilidades increíbles para los directores. Tuve reuniones todos los días sin parar. Pero no existe esa parafernalia tan hermosa de San Sebastián. Hubo un coctel antes de la película. El director del festival se me acercó y me contó por qué mi película había sido escogida, lo que pensaba de la peli, por qué la programaron… También se acercó a los actores. Hay una mística muy bella. Y luego la sala es enorme y el sonido tan nítido. Nos hizo sentir muy especiales.
Es una película que se conecta a un nivel muy primario. Y eso para mí es el principio del cine. La conexión desde la emoción, no desde la intelectualidad. Fue muy bonito ver cómo el público se fue de viaje con esos personajes y con la humanidad de ese ser que ha causado tanto daño. La gente se conmovía mucho con la juventud de ellos. Fue muy emocionante ver a la gente llorando. Muy tocada con lo que estaba viendo. En el país vasco hay una historia de violencia que si bien es muy diferente a la nuestra, también se ha vivido.
En San Sebastián muchos entendidos opinaron que «Matar a Jesús» tuvo que haber recibido el premio de Nuevos Directores, e incluso haber sido elegida para la Sección Oficial, a lo que Laura responde que siendo una teoría muy halagadora, para ella y su equipo fue suficientemente grande que «Matar a Jesús» haya estado en esa sección, en un festival tan importante, rodeado de directores tan notables.
Al ver la respuesta con la película, se abre la posibilidad de «esto podía pasar» pero no es una decepción no haber logrado ese premio.
¿Cuánto tiempo trabajaste el guión?
En total fueron diez años hasta el momento de rodarla. Los primeros seis, sentía la historia muy perdida. En 2012 me encontré con Alonso Torres el guionista de Perro come perro y Todos tus muertos. Torres es un hombre muy talentoso. Con él trabajé los últimos cuatro años.
Es muy raro. Antes no había podido escribir mucho después de la muerte de mi papá y eso me angustiaba. Y una noche en Australia soñé que estaba en un mirador de la ciudad- la ciudad es una gran protagonista en la historia- y un chico de mi edad, 22-23 años, se me acercaba. Estábamos fumando y en un momento me decía «yo me llamó Jesús y yo maté a tu papá». En ese instante me levanté, cuatro de la mañana, y me puse escribir. Salieron como sesenta o setenta páginas de prosa, que eran realmente una descripción de este personaje. Esos textos los titulé «conversaciones con Jesús» y derivó en la necesidad de hacer una película.
¿Cómo fue el rodaje en Medellín?
Para mí era importante desarrollar unos códigos visuales basados en dos fotógrafos documentalistas como Bruce Davison y Gordon Parks, Estás con un personaje profundamente afectado por un entorno. Esa fue la primera aproximación estética. También era importante mostrar una sociedad donde no hay tiempo para la contemplación. No se puede parar. Y hay ruido, y hay música y hay agite y hay violencia, pero también hay fiesta. Al no tener momentos y lugares para la reflexión, recomponerse como sociedad también es muy difícil. Era importante para mí crear esa dinámica de una vida muy azarosa.
Miro a Natasha y le pregunto cómo trabajó un personaje tan angustiado y ella que tiene una personalidad joven y muy cercana a los movimientos urbanos no duda en responderme: «Conocía la historia entonces me metí demasiado en el papel. Yo soy una persona callejera a la que le gusta el arte, recorrer la ciudad en bicicleta, ir de un lado para otro, viajar, pintar la calle con tiza, sembrar en huertos urbanos. Tenía mucho que ver con el personaje de la historia». Natasha esuna persona que atraviesa la ciudad constantemente y que tiene un espíritu fuerte y un carácter rebelde, pero sobre una sensibilidad muy hacia lo que acontece en el país, en la ciudad y una relación con la naturaleza.
Otras Lecciones
Para Laura otra de las grandes lecciones en San Sebastián fue la presencia de tantos niños y adolescentes en el cine. Para ella ese el verdadero camino para formar públicos: acercarlos desde pequeños a la gran pantalla a través de cineclubes y o materias extracurriculares. Y para decir hasta luego deja la inquietud a los distribuidores de cine colombiano: «Sean más pacientes y generosos con la exhibición de cine colombiano».