Había dolor detrás de las palabras de la hierática y hermosa Mónica Belluci cuando atendió con evasivas el tema de los acosos y maltratos que sufren las mujeres.
“No soy política. Soy una artista”, respondió ante la presión de un público en el que algunas periodistas hubieran celebrado una posición más combativa de una actriz que, no obstante, aseguró que “muchas veces cuando se colgaba los tacones a la entrada de la casa el mundo se derrumbaba, aunque se tratase de una estrella”.
Y solo me pregunto, ¿qué respondería ahora Monica Belluci sobre el acoso a las mujeres en ese mundo glamuroso? Tocado en lo hondo después del caso Weinstein, que ha permitido la visibilización del acoso y maltrato a las mujeres, al que no escapan ni las otrora intocables mujeres de la industria del celuloide.
Cada vez que lo pienso, y creo que cuando lo piensa ella, se nota que fue una oportunidad pérdida de apoyar y dar rostro a una situación de la que no escapan ni ricas, ni feas, ni pobres ni ¡Estrellas!
El 5 de octubre de 2017 Harvey Weinstein, el poderoso productor de Hollywood, padrino del cine independiente, rey de reyes, fue acusado de depredador sexual, apenas unos días más tarde de las declaraciones en la que la diva evadió significarse con el tema. Miles de mujeres estallaron contra una situación que dejó ver la pobreza que rodea el fastuoso mundo del éxito.
Y después del calado de #MeToo, en español «Yo también», no deja de sorprender que artistas como Lindsay Lohan nieguen el maltrato y afirmen que solo es una forma que tienen algunas mujeres de llamar la atención. Afortunadamente el mundo ha alzado su voz alto y quedo: que se calle.
Y que siga la voz de las mujeres denunciando y que todas aquellas que pueden apoyar y difundir la protesta se sumen, porque cuando se calla se otorga.