Foto:Victoria Puerta. Apenas se siente la vitalidad de la naturaleza, aunque el color anime los sentidos.

 

Al principio de la primavera los campos  españoles se visten de color. Es un fenómeno que crece en el imaginario turístico de España. Vagar por esos territorios inundados de color es el encuentro con las contradicciones que genera la modernidad, porque detrás de ese mundo colorido se encuentra una gestión ambiental que ejerce una agricultura de presión representada en monocultivos que demandan una gran cantidad de agua e insecticidas que empobrecen la tierra. La falta de corredores biológicos hace que el terreno pierda nutrientes y que muchas variedades de insectos y especies que enriquecen la diversidad, sencillamente desaparezcan.

Foto: Victoria Puerta. El fucsia o la falsa alegría.

 

Detrás de ese mundo colorido se encuentra una gestión ambiental que ejerce una agricultura de presión, representada en monocultivos que demandan una gran cantidad de agua e insecticidas que empobrecen la tierra

 

El campesino, alma y sostén del campo, abandona la actividad de pan coger para dedicarse a los cultivos industriales, como sucedió entre Pasto y Tumaco, donde más de 36 mil hectáreas se vieron de golpe afectadas por una plaga que asoló la palma africana y que destruyó de un plumazo los sueños de crecimiento de una zona que siempre estuvo manejada por el minifundio y los cultivos artesanales. Todo monocultivo es un detonante para los seres humanos y la polinización natural del campo, realizada por abejas y escarabajos. Amén del impacto que tiene en las aguas que bajan de la montaña.

Foto: Victoria Puerta. Los monocultivos requieren grandes cantidades de agua.

El color se encuentra a medio camino entre el mar y la montaña. En ciudades que no son grandes ni destinos importantes. Pero los destellos del campo, año tras año, la sitúan en el mapa de un país amenazado en algunas regiones por el desierto.

Foto: Victoria Puerta. Verde manzana y rosa chicle que enamoran, y que ocultan la falta de diversidad biológica que provocan los monocultivos.

Detrás de esa belleza hay desiertos de colores. Muy bonito en la fotografía, pero en realidad, los químicos, la falta de diversidad y el abuso del monocultivo terminan convirtiendo estos parajes en paraísos virtuales.

Cada vez que pienso en la tendencia de cultivar aguacate hass en Colombia, o flores, tiemblo de imaginar la diversidad  biológica que se queda por el camino, porque todos estos cultivos requieren de grandes cantidades de agua y pesticidas para conseguir rentabilidad. Quien conoce la historia puede evitar muchos desastres. Los de Colombia deberían poder esquivarse pues es un país que tiene en su naturaleza un maravilloso aliado en estos tiempos de desastres ambientales y cambio climático.