Gustavo García Arenas dirigía la revista de Poesía María de la O en los años ochenta cuando le conocí y me dió por pensar que era un mago. Desde entonces lo llamé Merlín. Años después su magia dejaría atrás las empresas juveniles para dedicarse al sacrificado mundo de la edición independiente, tras curtirse como editor del grupo Carvajal, después como drector editorial del Círculo de Lectores y luego de ser editor general de El País Aguilar en Colombia, comenzó a perseguir, dulce pajáro de juventud, la creación de su propia visión a través de los libros que publica.
Y ha sido un tránsito complicado pues los libros de Icono no son apuestas de mercado, sino de comprensión y discusión de estos tiempos dificiles, sin miedo a la presión de malas ventas, de las pocas ayudas del estado colombiano y de los agoreros que han dicho por activa y por pasiva que el libro impreso está condenado a desaparacer. Su formación de filosofo le ha dado herramientas para analizar con frialdad y mucha creatividad el mundo que rodea su sello editorial.
Su primera apuesta fue sacar adelante, con otros editores, la creación de la Red de Editores Independientes colombianos (Reic). Esta plataforma ha contribuido a fortalecer un sector que lidera corrientes de pensamiento incomodas y muy necesarias, como las que ha explicado Olga Behar de la reciente historia política colombiana, con más sombras que luces; o Florence Thomas y todos aquellos que se han sumado con sus mundos a la continuidad de una editorial creada para combatir con argumentos y muy buen trabajo de edición, presentación y distribución, el agitado y cambiante mundo de las editoriales colombianas.
Ya puede decirse que cientos de libros, entre los que se encuentran colecciones de ensayo, ficción infantil, periodismo y poesía, hacen honor a la idea de que el mundo es mejor cuando lo cuentan los artistas y no los fusiles. Sus posturas viajan por todo el continente, porque la magia de Gustavo y de su esposa Lucia Moncada hacen posible que un sello pequeño haya conseguido quince años de prolífica existencia. Y promete más, porque cumplir «Quince» es acercar el sueño de la madurez a las pesquisas de la infancia.
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