Durante dos días el Deck y el auditorio de la Fundación EPM, en Medellín, se vistió de comida, cine y encuentro.
FestivalCinedeMenú.Milagro, organizado en colaboracion con FAO, capítulo Medellín, con una programación pequeña y generosa con el espectador. Después de cada proyección pudimos conversar con el equipo que realizó esa joya del documental que es, Paticas de Pescao, dirigida por Pablo Muñoz, y que tuvo la suerte de ser montada y musicalizada por un equipo de gente joven, entusiasta, que solo quiere mostrar realidades distintas a las que nos tiene acostumbradas el documental colombiano.
El director Diego García, experimentado documentalista, cedió los derechos de La Arepa, realizada en 1992 y que se ha convertido en una película necesaria y única, pues es una obra que te divierte, te informa, y te hace pensar en el hogar y la familia con alegría y nostalgia. El periodista, Lorenzo Villegas, no cabía en sí de la dicha al terminar la proyección, ya que era un trabajo que buscaba sin éxito desde hace años, para el evento que coordina y presenta, La Arepa Invita, donde se pudo compartir nuevamente con un público ávido de conocimiento del amasijo por excelencia de Colombia. También fue un homenaje al antropólogo Julián Estrada fallecido el año pasado y quien además hizo parte activa del documental.
El Festival Cine de Menú, creo una torta para cada película y la La Arepa era un corazón hecho con harina de maíz capio, granos de mazorca tierna, mantequilla de la marca “De la vaca a la boca”, y con una cobertura gelificada de maracuyá. A Paticas de Pescao, le hicimos homenaje con unas tostadas de maíz, encurtidos de varias cebollas y bagre ahumado para homenajear el río Magdalena donde se grabó el documental. Otra de las producciones exhibidas fue Dulces Memorias, compuesto por cortos hechos alrededor de la panela, y se obsequió al público con guandolo, bebida hecha con panela y limón mandarino, acompañada de torta envinada.
Resistencia, un pequeño corto protagonizado por Marta Ligia Guerra, da cuenta de su experiencia como primera mujer cultivadora de productos orgánicos en el corregimiento de San Cristobal, se ha convertido en una pieza que en apenas cinco minutos hace reflexionar sobre el mundo campesino y los cambios que debe emprender. Durante los dos días que duró el evento, todo muy de Antioquia, el público pudo acceder a los productos de los campesinos que con Milagro Antioquia, creado por la FAO y la Gobernación para darle un empujón al campo antioqueño, fueron protagonistas de la comida saludable cuyos resultados esperanzadores vistieron el encuentro de ruralidad. Y aromas de campo, como las palabras del corto Sin Veneno, Color Cacao, marca de chocolates con cultivos propios y e importante presencia internacional nos acompañó con un cortometraje y un puesto en el mercado campesino y de emprededores, en el que el aroma del delicioso café de origen, Zendaya, hizo aún más perfumada la fiesta.
Un acierto en el magnifico escenario, cuya visón se vuelca sobre una plaza, que suele estar habitada por gente de la calle, que pasea su desamparo, o duerme bajo un sol de justicia. En apariencia los grupos de turistas, el centro comercial Gran Plaza, los recuperados edificios gemelos Vasquez y Carré, y las dos casas antiguas pintadas en tonos pastel, le dan a la Plaza de Las Luces, donde se asentó el recordado mercado de El pedrero, un aire de normalidad y confort.
Pero cuando se equivoca el camino y te adentras en las pequeñas islas formadas por moles de concreto, la realidad salta en ml pedazos: bolsas negras de basura, personajes dormidos y deshabitados de su propia esencia humana, olor a suciedad y un asfalto bruñido y corroído por los orines de gatos y durmientes, te devuelve al infierno del abandono.
Esos dos días de cine, mercado campesino, degustaciones y gente atraída por la colorida puesta escena, mostró lo que tendría que ser un evento de todos los días, pues ese Deck controlado por vigilante y perro, te hace soñar en el día en el que la Administración y la Fundación EPM, que tienen un gran músculo financiero, se apropien de una vez por todas del Centro y convoquen y permitan más experiencias de ciudad en ese espacio que en general provoca rechazo y miedo.
La mezcla heterogénea del público en el exterior de la Fundación EPM, que asistió a un espacio creado para compartir, un café, un trozo de torta, un reconfortante y refrescante guandolo, una colaboración de FAO con la llamada contra el desperdicio de alimentos que ofrecía una degustación de salsa de tomate y guacamole; hace pensar en el vacío y la necesidad de ese tipo de espacios en los que propiciar el encuentro, la conversación y la continuación de ese espíritu de ciudad inclusiva, que tanta falta hace en el Centro de Medellín tomado desde hace demasiado tiempo por el comercio informal, el ruido, y la ineficacia de la Administración.