Las terrazas de Paris, símbolo inequívoco de una ciudad que acoge miles de turistas en todas las épocas de año, se ven en la actualidad remozadas y llenas de vitalidad, a la espera de la avalancha de turistas que indiferentes y dichosos solo quieren beber de la exuberancia y belleza, ignorando los problemas de una ciudad que sabe reinventarse como pocas.
Y aunque la ciudad se ha visto sacudida por protestas, pérdida de poder adquisitivo y cierre de emblemáticos lugares, cada día se reinventa y trae al presente las palabras del escritor Julien Greeen en esa prosa llena de poesía y sentido: » En efecto, la ciudad sonríe sólo a quienes se le arriman y curiosean por sus calles. A ellos les habla un lenguaje tranquilizador y familiar»
Un París que se desdobla y se expone en lugares que ofrecen al visitante momentos de reflexión en calles solitarias, parques y la cadencia de pasajes y calles que ofrecen en sus laberintos historias construidas con sangre y rosas.