En España se dice «donde tienes el río, no construyas el nido». Y es precisamente lo que se ha hecho en los últimos tiempos en una España que pasó de tener un paisaje familiar a potenciar y exprimir su naturaleza en función del turismo y el monocultivo, en detrimento de su bosque nativo y de la huerta familiar.
Esos espacios no se han cuidado lo suficiente y se ha construido en las cabeceras de arroyos secos o alrededor de ríos, que conducen la desgracia cuando «las gotas frías» o DANAS, descargan gran cantidad de agua en muy poco tiempo, conviertiendo la tierra en un alud de barro y broza destrucivo,que transforma el idilio en pesadilla, pueblos y ricones atravesados por riachuelos secos o por complejos urbanos que olvidan la furia del agua cuando se desatan las virulentas y desconocidas tormentas actuales.
Los incendios suceden en todas las épocas del año, con especial impacto en verano. Y las lluvias propias de la primavera, asaltan al ciudadano en cualquier época del año, obligando a desplazar a la población y destinar recursos para paliar un desastre anunciando y olvidado en cuanto pasa el suceso.