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La ingestión de alimentos y la práctica de la sexualidad, así como el erotismo y la sensualidad, son prácticas que están íntimamente vinculadas. Para comenzar, ambas son parte de la naturaleza humana y participan en el proceso de conservación de la especie. Ambas, son indiscutibles fuentes de placer para la mayoría. El famoso antropólogo Levi-Strauss demostró hace ya tiempo “la complementariedad universalidad que existe entre la cocina y el acto sexual”.[2] La historiadora Candice Goucher comenta que entre la población Thonga de Mozambique se pensaba que el nacimiento de los bebés era producto de una ‘expulsión’ exitosa que precedía a una cocción en el útero y a un gradual enfriamiento.[3]
Para comenzar, la relación entre comida y sexualidad se hace explícita en el lenguaje, en donde las palabras y las imágenes sexuales encuentran una coincidencia. En las obras literarias, las canciones, los proverbios y el cine podemos encontrar numerosas muestras de ello. Pero también en las costumbres. Para denominar el acto de alimentarse y el acto sexual se usa a veces la misma palabra: comer.
Para el poeta medieval Juan Ruiz de Alarcón, el hombre trabajaba para dos cosas básicas: para “haber mantenimiento” y para tener “ayuntamiento con fembra [hembra] placentera”. Es decir, alimentarse y copular. Para salvarse en salud, el arcipreste de Hita decía que esta era una máxima de Aristóteles.
Antonio de Saavedra, un novohispano y corregidor de Zacatecas escribió a fines del siglo XVI en su Tirano amor un texto de extrema sensibilidad en el que se conjugan el amor con la sensualidad y con la muerte: “Oh hiel envuelta en miel emponzoñada,/oh tósigo mortal, oh dulce muerte,/oh mal de muerte, oh muerte regalada/y dicha que en desdicha se convierte!/No es justo injusto Amor, que me persigas/en tal tiempo con ansias y fatigas”.[4]
Y para traer a colación un ejemplo contemporáneo, recordemos que Pablo Neruda escribía:
“Mientras el viento triste galopa matando mariposas/yo te amo, y mi alegría muerde tu boca de ciruela./Te traeré de las montañas flores alegres/avellanas oscuras, y cestas silvestres de besos./Quiero hacer contigo/lo que la primavera hace con los cerezos”.[5]
Al ritmo del bambuco, una canción tradicional de Colombia, “Bésame morenita” del compositor Álvaro Dalmar es toda una declaración de sensualidad a través de los ‘frutos de la tierra’:
“Mírame, mírame, quiéreme, quiéreme
Bésame morenita
Que me estoy muriendo, por esa boquita
Tan jugosa y fresca, tan coloradita
Como una manzana dulce y madurita
Que me está diciendo
No muerdas con todo, no seas goloso
Y chupa que chupa que es más sabroso
Y dale un abrazo a tu morenita”.
El tema de los alimentos afrodisiacos resulta ser una de las pruebas más convincentes de la relación que estamos explorando. Desde la antigüedad tenemos testimonio de la preocupación de los seres humanos por el consumo de este tipo de alimentos, potenciadores de la líbido. En los papiros egipcios, en la Biblia, en los textos de la Antigua Grecia y Roma, en los libros hindúes y árabes, se hablaba ya de los afrodisiacos.[15] El nombre por su parte, es deudor de la diosa del amor, Afrodita/Venus. El historiador Felipe Fernández-Armesto aduce que “la fe en los afrodisiacos ha sido sostenida por los magos de los alimentos en cada sociedad”.[16]
Son famosos el ginseng, la pimienta, el azafrán, la manzana, la uva, la alcachofa, las ostras, las trufas, las ancas de rana o los mariscos, el membrillo, la carne de liebre, el chocolate, el vino y la vainilla, la tortuga y sus huevos, los caracoles, por poner algunos ejemplos. Muchos de los alimentos considerados afrodisiacos guardan estrecha relación con su forma fálica o vaginal/u otro órgano femenino: el chile, el plátano, la zanahoria, los espárragos, las ostras y las almejas, las fresas y el melocotón.
Entre los platillos llaman la atención el pastel de crestas, higadillos y testículos de gallo o el hinojo asado, así también como la carne de lagarto en China.
Los filtros de amor o pociones mágicas incluían entre sus ingredientes órganos de animales que se consideraban excitantes, tales como la matriz de golondrina, el corazón de paloma, el hígado de gorrión o el riñón de liebre.[17]
Hay un testimonio de la ‘virtud’ de los frijoles, curiosamente transmitida por un científico italiano del siglo XVI, Castore Durante, en su Herbario nuovo:
“Los frijoles hinchan y fatigan el estómago; pero generan el semen viril y facilitan el coito, máxime comidos con pimienta larga azucarada y galanga. Son muy eficaces cocidos en leche de vaca. Además de esto hacen tener terribles pesadillas”.[18]
Si ponemos en una balanza las virtudes y los perjuicios, parece curiosa la categorización de algunos alimentos como afrodisiacos. El tan aclamado vino también puede llegar a producir resultados contrarios a los esperados si se abusa de él.
El azúcar y la miel han sido también considerados históricamente grandes afrodisiacos. Baste dar un vistazo a la relación que el arcipreste de Hita estableció entre el azúcar y las monjas, expertas fabricantes de dulces, como lo vimos en una entrada anterior.
El chocolate ha sido uno de los excitantes/afrodisíaco más reconocido, más prohibido y con una fascinante historia. Los mayas lo llamaban “alimento de los dioses”. Su uso se popularizó justamente cuando se aderezó con azúcar. Las primeras impresiones de los españoles al degustar el chocolate no fueron muy agradables. La sensación del jesuita Joseph de Acosta (1604) al beber chocolate es que era “repugnante” y que su espuma era “muy desagradable al paladar”.[21] Se sabe que se difundió desde las tierras aztecas al resto del mundo a partir del descubrimiento de América. Acerca de su consumo se escribieron muchos tratados sobre si era pecaminoso beberlo o no, si era considerado un alimento y por tanto atentaba contra el ayuno, si era una medicina o un alimento. Antonio de León Pinelo dedicó todo un tratado al tema: Question moral, si el chocolate quebranta el ayuno eclesiástico (1636). Las monjas carmelitas de México además de los cuatro votos tradicionales añadían a su compromiso religioso el de “no beber chocolate”.[22] En 1624 el puritano Joan Roach lo consideraba “violento inflamador de pasiones”.[23] Incluso en nuestros tiempos se sigue considerando a nivel científico, que el chocolate, sobre todo en las mujeres, ayuda a mejorar su respuesta sexual.
En Puerto Rico existía una popular bebida llamada “chocolate de boda” la cual era servida en las celebraciones tradicionales de la isla durante el siglo XIX y al principio del siglo XX. Una forma indirecta de preguntar a una pareja cuándo se casaría era, “Cuando nos ofrecerás un chocolate caliente?”[24]
Para cerrar esta nota los dejo con un texto atribuido[25] al viajero inglés James Wadsworth, traductor en el siglo XVII, del español al inglés, de unos tratados sobre el chocolate:
Convertirá a las viejas en jóvenes y tersas;
Creará nuevos movimientos de las carnes;
Y encenderá su deseo por lo que ya sabeís,
Con solo probar el chocolate.
[1] Frase de la canción de Joan Manuel Serrat, “Receta para un filtro de amor infalible”. Agradezco la señal que ha dejado en su texto Angel González Vera. “Influencia de los afrodisiacos y el erotismo en la gastronomía”. Cuadernos de Aragón 49, 2011, p.16-17. La canción pueden escucharla en https://www.youtube.com/watch?v=h_hi-Qk0z4w
[2] Candice Goucher. Congotay! Congotay! A Global History of Caribbean Food. New York: M.E. Sharpe, Inc., 2014, p.170.
[3] Ibid, op.cit., p.169.
[4] José N. Iturriaga. Pasión a fuego lento. Erotismo en la cocina Mexicana. México, D.F.: Random House Mondadori, 2006, p.62.
[5] Ibid, op.cit., p.12.
[6] Refranes que circulan en internet.
[7] Citado por Ángel González Vera, op.cit., p.17.
[8] Raquel Rábade Roque. Cocina cubana 350 recetas criollas. Vintage, 2007.
[9] Mortero de piedra tallada de forma rectangular hecho generalmente de piedra volcánica y usado para moler.
[10] Estera de palma usada para dormir.
[11] José Iturriaga, op.cit., p.16.
[12] Sobre el tema veáse Manuel Hernández Rodríguez y A. Sánchez Gallego. Tratado de nutrición. Madrid: Díaz de Santos, 1999, p.30.
[13] Joan Frigolé Reixach. “Estructura y simbolismo de Como agua para chocolate: Jerarquía e incesto”. Publicación de la Facultad de filosofía y letras de la Universidad de Córdoba, 1995.
[14] Del libro Del arroz nace el amor de Arturo Lomelí. Citado por José Iturriaga, op.cit., p.27.
[15] Ángel González, ib.op.cit.
[16] En Candice Goucher, op.cit. p.170.
[17] Ibid, op.cit., p.15.
[18] Citado por José Iturriaga en op.cit., p.199.
[19] Antigua moneda española utilizada entre los siglos XII y XIX.
[20] Miguel Jordá Juan. Diccionario práctico de gastronomía y salud. Madrid: Díaz de Santos, 2007.
[21] Citado por Troth Wells y Nikki van der Gaag. La amarga dulzura del chocolate con 50 deliciosas recetas. Hong Kong: Intermón Oxfan, 2007.
[22] María Elisa Velásquez. Mujeres de origen africano en la capital novohispana, siglos XVII y XVII. México, D.F. : Universidad Nacional Autónoma de México, 2006.
[23] Wells y Gaag, op.cit.
[24] Ibid, op.cit., p.170.
[25] Así aparece en Wells y Gaag. Wadsworth fue traductor de A Curious Treatise of the Nature and Quality of Chocolate de Antonio Colmenero, publicado en Londres bajo el nombre de Don Diego de Vades y reeditado como Chocolate, or an Indian Drink en 1652.