La primera vez que leí la oración ‘Libertad bajo palabra’ fue mientras buscaba un libro de poesía entre las estanterías de la biblioteca de la Universidad Santo Tomás. Allí, entre Juan Rulfo y José Martí, reposaba la obra de un reconocido escritor mexicano que parecía llamarme con sutileza.

Me acerqué lentamente al libro mientras pensaba en las complejidades escondidas al interior del arte, al mismo tiempo que los infinitos anhelos por convertirlo a él en la razón definitiva de mi vida se iban arremolinando, uno a uno, alrededor de mi conciencia. Una vez que estuve ante la obra, me llené de valor y la agarré. Autor: Octavio Paz.

Leí la primera página. La última frase del prólogo hizo que me lo llevara: ‘Contra el bullicio y el silencio invento la palabra, libertad que me inventa y se inventa cada día’.

¿Alguna vez se ha preguntado cuál es la razón de su libertad? ¿En dónde la encuentra? ¿Dios, su familia, sus motivaciones, la felicidad? ¿Qué significa ser libre?

Esos cuestionamientos son los que me han llevado a pensar que el arte, la expresión más pura y sincera que el ser humano ha podido crear jamás, es libertad. Libertad como palabras, música, danzas, qué más da. Nada se podría igualar a las virtudes y emociones originadas a través de esta bonita expresión. Sólo piénselo, recuerde a los juglares y trovadores de la edad media, a los dramaturgos, a los amantes de la ópera…

Mi libertad es escribir, así como Octavio Paz encontraba entre las palabras su redención. Escribir es como encender un candil provisto de recuerdos ardientes, de deseos y aspiraciones recónditas, de melancolías y sonrisas eternas que son capaces de iluminar todo lo que no es visible a causa de las sombras y penumbras de la desolación. Escribir significa reconocerme a través de las letras, encontrando respuestas que no se pueden obtener de ninguna otra manera: poder borrarme, volver a escribirme y renacer. Escribir significa ser capaz de experimentar una metamorfosis al interior del alma, en la profundidad de los sentimientos heridos o curados; para transformar, aprender, cambiar.

Libertad es poder materializar las letras que se resisten al encierro, y encontrar en ellas una catarsis inquebrantable. Libertad es desplegar las alas que se esconden detrás del miedo y las inseguridades, para aprender a volar sin cadenas y saber entonces que la vida es mejor cuando cada quien es capaz de trasgredir los límites impuestos por la sociedad, los sistemas, las personas. Por eso es que, además de libertad, la escritura es la expresión de mi resistencia. La resistencia necesaria para no ser igual a los demás.

La libertad inicia en la mente, en la imaginación, en las capacidades que tenemos para crearnos como seres nuevos. De solo pensar en todas las noches en que has sido tú, escritura, mi feroz compañía, reconozco entre tus sentidos la magia de la eternidad; porque para ser eternos no tenemos que ansiar una carne inmortal, no. Para ser eternos debemos aportar un legado a este mundo inclemente.

¡Qué más quisiera yo que mi legado fuera el arte, y que la poesía surgida de estas manos se convirtiera en la razón de mi eternidad!

Desde ahora, y para siempre, no seré un hombre. Seré letras.

Y ahora le pregunto a usted, ¿cuál es su libertad?