Éramos, bien que si fuimos,
pasajeras constelaciones que deslumbraron con la misma intensidad,
candente cielo transformado en boca,
tu boca perfecta de sabor inolvidable
que nos traslada a los entendimientos,
la comprensión refugiada entre noches de olvido,
de saber que éramos, y seguiremos siendo,
pero intangibles,
como porciones de imaginación resistida a desvanecer amores intensos,
con el ayer desvistiendo tu recuerdo
para imaginarte entre letras ansiosas,
letras que te escriben sobre versos de crueldad,
los versos de la soledad;
versos que te necesitan y entonces crean,
te crean,
vacilan y sienten tu olvido como melancólica desaparición
y nuestras pieles olvidan su composición,
el material que las oxigena,
porque tú y yo,
siempre estaremos hechos de lo mismo,
esa insondable expresión que solo tú comprendes.