Durante los últimos años se ha instalado en los medios de comunicación, y especialmente en los políticos, el uso de la palabra “narrativa” para definir prácticamente cualquier manifestación individual o colectiva de un sistema de ideas o discursos con un contenido ideológico muy definido y marcado, cuyo propósito es la demolición de lo presente bajo un manto turbio de reinterpretación ideológica, proceso que nos ha llevado a la radicalización de la corrección política y la denominada recientemente “cultura de la cancelación”, rasgo tenebroso del totalitarismo del pensamiento que nos recuerda al régimen del “gran hermano” del universo creado por el escritor George Orwell en su obra “1984”. Contexto válido para una actualidad en donde cualquier pensamiento o idea opuesto al nuevo moralismo progresista, sanciona, juzga, recrimina y criminaliza a su autor.

Un ejemplo de lo anterior es visible con la reciente conmemoración o celebración del “día de la raza” o del “descubrimiento de América” el pasado 12 de octubre. Esta fecha revela la confusión y la falta de identidad que ha sido característica de América Latina desde su ruptura colonial con el Imperio Español, transitando por varios intentos de organizar sus naciones partiendo de modelos como el francés o británico en el siglo XIX, y el norteamericano o el comunista soviético en el siglo XX. También la nueva oleada de nombres para esta fecha es un síntoma de la manipulación histórica que sufren los eventos más importantes del pasado, a través de agendas políticas radicales. Así, los tradicionales “Día de la Hispanidad”, “Día del Descubrimiento de América” y “Día de la Raza”, han sido renombrados en numerosos países del continente como, por ejemplo: Venezuela (Día de la Resistencia Indígena y Descolonización de América), Bolivia (Día de la Descolonización) y Nicaragua (Día de la Resistencia Indígena, Negra y Popular).

Desde el análisis histórico, los hallazgos geográficos o arqueológicos (y en general científicos) siempre han sido definidos como descubrimientos. Por lo cual, tenemos que: el explorador español Vasco Núñez de Balboa descubrió el Océano Pacífico en 1513; el capitán inglés William Smith descubrió el territorio Antártico en 1819; el antropólogo Hiram Bingham descubrió las ruinas de Machu Pichu en 1911; y el arqueólogo inglés Howard Carter descubrió la tumba del faraón egipcio Tutankamón en 1922. Por lo anterior, nadie con una mínima seriedad científica menciona que se describió a los nativos americanos o a los egipcios. El descubrimiento se trata del hallazgo de un territorio o elemento de cultura material que permaneció oculto al conocimiento de ese momento y, por lo tanto, se procede a su registro, medición, estudio y análisis para su divulgación en la sociedad.

En ese punto parece haber un mínimo consenso, pero cuando se habla se “raza” se desata un huracán de críticas y cuestionamientos de tipo político y moral, completamente alejados del análisis científico. Para el sentido común, “el menos común de los sentidos”; el “Día de la Raza” equivaldría a la denominación del “Día de la humanidad”, ya que la palabra “raza”, refiere a nuestro género humano como especie biológica, aunque evidentemente su uso ha derivado en la manipulación política en contextos donde predomino el racismo, y que han justificado procesos de discriminación de las llamadas “minorías”. Esto aplicado a la llegada de los españoles al continente americano, se traduce en un escenario único ocurrido en nuestra sociedad, donde las distintas razas humanas confluyeron en un proceso de mestizaje nunca visto en la historia de la humanidad y que nos define como latinoamericanos.

Paradójicamente, en vez de propenderse a la igualdad de oportunidades, vemos como la política se encarga ahora de establecer cuotas de “minorías” que terminan vulnerando la meritocracia y la capacidad individual de las personas, teniendo ahora las instituciones que ofrecer puestos fijos en cargos públicos, programas de televisión, comerciales, etc., según la raza, origen étnico, identidad sexual, y un sinfín de elementos diferenciadores. Este conflicto creado por los políticos, nos ha llevado a extremos tales, que vemos en los medios de comunicación a grupos indígenas de la región del Cauca en Colombia, queriendo expulsar de sus tierras a comunidades afrodescendientes, reclamando sus derechos sobre cualquier propiedad de ese territorio por ser los autoproclamados “dueños originarios” y expresándose en términos racistas y violentos con frases como: “que se devuelvan a África”; y en medio de esta situación, la incapacidad del Estado colombiano en resolver estos conflictos.

Mientras tanto en toda América Latina, algunas agendas políticas se preocupan por reescribir el pasado, en vez de mejorar las condiciones actuales de la sociedad, combatiendo la criminalidad, la corrupción y la crisis económica.