Mientras que el presidente de Colombia, el exguerrillero del M-19 Gustavo Petro, recorre todos los escenarios internacionales posibles, haciendo proclamas y dando lecciones al mundo de cómo frenar el cambio climático, al mismo tiempo que pregona con la Comisión de la Verdad y todo el progresismo de América Latina los beneficios de la legalización de las drogas, el país se enfrenta a un acelerado deterioro de su economía y de la seguridad interna, ya que la violencia desatada por grupos armados ilegales en su disputa por la economía del narcotráfico y sus áreas de comercialización conduce a la sociedad y a los ciudadanos a reflejarse en el espejo del terror que ya vivió el país cuando estuvo sometido al narcotráfico hace más de 20 años o la situación de países como México que sufren de violencia extrema por cuenta del fortalecimiento de los carteles de la droga.

En el país de la Paz Total, los guerrilleros del ELN, que hace poco tiempo atrás: asesinaban, secuestraban, extorsionaban, reclutaban niños, detonaban bombas en centros comerciales y escuelas de policías y un largo etcétera de crímenes ejecutados, se sientan en una mesa de negociación con el gobierno de Petro; además en un país como Venezuela, en donde los tiranos que tienen secuestrada su democracia, brindan refugio a terroristas y son el principal eslabón de comercialización de la droga que se produce en Colombia; al mismo tiempo, en el país de la Violencia Total, se nos muestran imágenes de masacres que casualmente dejaron de preocupar a todos los políticos de izquierda, y la impunidad que ofrecen instancias como la Jurisdicción Especial de Paz a reconocidos asesinos como los exintegrantes del secretariado de las FARC-EP, solo sirve de motivación a los más detestables criminales que saben y tienen plena seguridad en que no pagaran ni un día de cárcel por sus más abominables delitos.

En el país de la Paz total, no importa estrangular la economía del país mediante la creación de nuevos ministerios y entramados burocráticos para dar vía libre a la insaciable corrupción que azota todos los niveles del Estado colombiano. Tampoco interesa echar mano de ahorros pensionales, el presupuesto de la salud o imponer reformas tributarias; lo importante es tener dinero para programas sociales, que al mejor estilo del socialismo del siglo XXI, donde la lección quedo bien aprendida, se busca una población subyugada en el que el Estado regala y suministra todo lo necesario para malvivir, generando una población sumisa y sometida a la autoridad del “líder benefactor”, algo reseñado en el mejor manual comunista, una población empobrecida siempre dará su voto al que le proporciona lo necesario para sobrevivir y mientras los oprime, les infunde una propaganda de sueños y promesas de progreso populistas que nunca llegan, donde el culpable es el capitalismo, la oligarquía, la burguesía, el fascismo, etc.

En el país de la violencia total, los ciudadanos se ven prisioneros y llenos de miedo de salir a la calle sin saber si volverán a sus casas, los jóvenes decepcionados buscan cualquier forma para emigrar y abandonar el país en donde cada vez se hace imposible el desarrollo de una calidad de vida básica, atropellando la iniciativa individual y el emprendimiento, en donde salir a la calle a disfrutar con familiares y amigos se vuelve una actividad de alto riesgo, donde los servicios públicos están totalmente colapsados y en donde el mediocre y el corrupto es quien logra establecerse en el poder y manejar el destino de toda la población. Solo en el país de la Violencia Total, los victimarios gozan de plenos derechos políticos y las victimas sufren incluso el robo y la destrucción de la memoria. El país de la Paz Total idealiza los modelos totalitarios de Cuba o Venezuela, bajo la consigna: “Patria, Socialismo o Muerte”.