Los escándalos políticos del presidente Petro y su entorno sucedidos en los últimos meses, son un recordatorio del acelerado deterioro de la democracia en Colombia; y en general, en toda América Latina. La situación se vuelve incontrolable cuando a esa incurable enfermedad de la corrupción, se le suman la permanente complicidad con grupos armados ilegales y el narcotráfico, cerrando un círculo de factores que siguen llevando a los colombianos al deterioro de dos ejes claves: la economía y la seguridad.
Mientras tanto, un presidente exguerrillero como Petro, da lecciones de moral y ética a los gobiernos de países como Estados Unidos o Alemania, y pretende en su absurda imaginación de líder mesiánico, presentar al mundo el camino para implantar la paz y la protección del medio ambiente en todas las naciones de la tierra. Evidentemente, como lo demostraron sus recientes declaraciones, el único camino posible es la trasnochada y fracasada idea del socialismo, en una ridícula argumentación que idealiza un régimen que levantó una ‘cortina de hierro’ sobre media Europa y que costó la vida de millones de personas.
Las declaraciones del presidente Petro resultan además extremadamente hipócritas y muestran su profunda ignorancia o su fanatismo sin límites, hacia uno de los sistemas políticos y económicos más nefastos que se experimentaron en el siglo XX. Esa es la típica característica de líderes populistas como Gustavo Petro, que mientras se visten con ropas de marcas costosas, tienen a sus hijos viviendo en Francia y junto a su familia pasan sus vacaciones en la Toscana italiana, la gente más pobre del país no tiene acceso a recursos básicos como el agua potable, y solo se acuerdan de esta situación cuando están en campaña electoral. Pero, en su discurso, el presidente pretende dar lecciones de sencillez. Mientras el presidente habla de honradez y repite sin cesar que su gobierno representa un cambio definitivo en la política tradicional, él y su esposa reparten puestos a los vecinos y amigos más cercanos en un festival de corrupción que involucra su círculo familiar más cercano con su hijo, hasta la niñera de los políticos de su entorno.
El gobierno del presidente Gustavo Petro, es un digno representante de los excesos que siempre acompañan a la mayoría de los lideres de izquierda cuando llegan al poder. Nunca practican lo que predican y, por el contrario, llegan a los puestos de poder con un hambre insaciable de dinero, puestos, contratos, sobornos y un saqueo sistemático de los activos de la Nación. Eso sin mencionar la obsesión compulsiva de mantenerse en el poder a toda costa, ya sea acomodando las instituciones y reformándolas a su medida, o tratando por medios ilegales y corruptos de asegurarse ese control de forma indefinida.
El gobierno de los excesos de Gustavo Petro, sigue semana tras semana develando nuevos escándalos. Lamentablemente, el desinterés y la falta de estrategias por parte de la oposición política, convierte estas denuncias graves en chismes de farándula que se olvidan a la semana siguiente, tras destaparse una nueva denuncia. Una oposición política que tristemente para los colombianos, se diferencia solo en el discurso con el gobierno actual, y se ha visto reemplazada por un nuevo grupo que se apropiado de los excesos y privilegios que antes ellos poseían.