El presidente Petro en su megalomanía de líder mundial de la paz y profeta del cambio climático, parece que no resiste la evaluación que el pasar del tiempo deja sobre sus múltiples promesas electorales, esto luego de casi año y medio de su instalación como presidente. Una de las promesas que demuestra la arrogancia de su ignorancia y su incapacidad de gobernar, es el saldo de muerte que dejan los grupos armados ilegales en todo el país. Como candidato presidencial, Petro prometió que luego de tres meses de su elección el grupo guerrillero del ELN llegaría a su fin, nada más lejos de la realidad, ya que este grupo armado se ha fortalecido y para completar el terrible panorama en Colombia, el gobierno de Petro con su inoperancia en seguridad, permitió el fortalecimiento de las FARC-EP o también erróneamente llamadas disidencias o grupos residuales, ya que en la realidad y desde la firma de los Acuerdos de Paz de La Habana, este grupo guerrillero nunca se desmovilizó por completo como tampoco hizo entrega de todo su arsenal bélico.
Según las cifras de Indepaz, el número de masacres en el país se ha mantenido prácticamente en las mismas cifras desde el 2021, por lo que el gobierno de la “paz total” no ha significado una mejora real en las condiciones de seguridad de los desmovilizados, lideres sociales o los cientos de miles de colombianos de “a pie” que viven en medio de la violencia de estos grupos armados ilegales. Algunas de las imágenes que vemos en el presente, nos recuerdan el nefasto periodo de los noventa, en el que diversos grupos criminales que iban desde narcos, guerrillas y autodefensas hasta el saqueo de los políticos corruptos que aún permanece hoy en día, desangraban todos los rincones del país con una violencia extrema, paseándose por el territorio como amos y señores ante la ausencia total del Estado colombiano.
Para completar el escenario, los señalamientos realizados por la periodista María Jimena Duzán, que evidentemente no puede ser acusada de uribista, muestra la decepción que incluso los más fervorosos militantes de esa “élite intelectual de izquierda” que saturó a toda una generación con el mensaje de que Petro era el mesías que necesitaba el país, ve con decepción como se instaura un régimen corrupto incluso mucho peor al que nos gobernaba tradicionalmente, definitivamente: “la cura resultó peor que la enfermedad”. Una sistemática repartición de cargos públicos y contratos a sus amigos, con embajadores, congresistas y ministros sin la más mínima experiencia o cualificación para el cargo, en síntesis: una “dedocracia” que nos ha llevado al gobierno más mediocre de la historia reciente.
Evidentemente, estos problemas vienen arrastrándose desde gobiernos anteriores, pero Petro y sus reconocidos asesores políticos que lo llevaron a la presidencia, prometieron un cambio, una alternativa a la política tradicional que nuevamente fue usado como carnada para que los votantes llevaran al poder a un grupo reducido de “nuevos políticos” de izquierda que permanecieron al margen durante el gobierno de los partidos tradicionales, pero que quizás esperaban en la sombra y con una ambición desmedida, el momento de llegar al poder y satisfacer el deseo de llenar sus bolsillos renovando el sistema corrupto sólo para su beneficio, “corriendo las líneas éticas” a niveles que han llevado al sueño de un gobierno “progresista” de la izquierda colombiana a tocar fondo, y convertirse en una pesadilla para quienes deben sufrir las consecuencias de un presidente y un gobierno absolutamente incapaz de renovar las esperanza de un futuro mejor para todos los colombianos.