Después de varios meses sin escuchar los noticieros de Colombia, no fue una gran sorpresa darme cuenta de que, con el tiempo transcurrido, los titulares no han cambiado. Antiguos procesos de corrupción son sepultados por nuevos escándalos, cada uno desnudando la verdadera política del Gobierno de Petro: ministros y funcionarios que dejan sus cargos por investigaciones que no avanzan, hacen una pausa y regresan con nuevos nombramientos. Además, discusiones absurdas, como realizar pequeños retoques al Escudo Nacional, organizar montajes de aplausos para masajear el ego del “líder universal”, denunciar golpes de Estado fantasma, o la presentación de souvenirs de la guerrilla del M-19 -en otro tiempo Alma Mater del presidente Petro- como nuevos símbolos nacionales, conformando elementos necesarios para alimentar el culto a la personalidad del nuevo prócer presidente. A todo lo anterior, se suma la interminable colección de comentarios ignorantes acuñados por los intelectuales del Pacto Histórico, como señalar a la educación como un sistema que ejerce violencia sobre los niños, y la ineludible endogamia política que reúne en su círculo más íntimo a personajes como Armando Benedetti. Un Gobierno lleno de “mentes brillantes y capaces” parece ser, otro de los vicios del presidente Petro.
Si bien es cierto que la corrupción es una de las enfermedades más antiguas de la humanidad, un colombiano que fuese despertado tras permanecer décadas en un coma profundo, no se sorprendería con la velocidad de las noticias de corrupción del primer gobierno de izquierda en Colombia. Sin embargo, sí vería con horror el laberinto en el que Petro intenta dirigir a los colombianos. Tal parece que cada año de su gobierno, equivale a un retroceso de 10 o 15 años, destruyendo los avances positivos logrados, incluso a pesar de la corrupción de gobiernos anteriores, y que tantas vidas de compatriotas han costado. Quizás los lectores no tan jóvenes comprenderán la analogía.
Hoy tenemos un país en manos de grupos armados ilegales, mafiosos disfrazados de políticos. Padres que viven en la incertidumbre de no saber si sus hijos regresarán a salvo debido a la alta criminalidad. Una crisis energética que amenaza con apagones y el alza desmedida de los combustibles, que eleva la inflación y encarecerá el costo de vida de los más pobres. Todo esto en un paquete diseñado y robustecido por el Gobierno del “cambio”. Un panorama que ya llevó a cientos de miles de colombianos a emigrar durante la década de los ochenta, y que ahora vuelve a empujar a la población más joven fuera del país en busca de un mejor futuro. Estadística que se evidencia a propósito del incremento de solicitudes de asilo que llevó a restaurar el requerimiento de visado en países como el Reino Unido. Eso sin mencionar a los solicitantes de asilo colombianos que abundan en otros países de Europa.
El laberinto que construye el Gobierno de Petro fue advertido por el espejo venezolano, quienes en su momento fueron alertados por el espejo cubano, y que decidieron ignorar llevando a un país rico a la miseria. Ahora, los colombianos están en riesgo de unirse a la lista de países destrozados por fanáticos incompetentes cegados por la doctrina de izquierda. Sin embargo, la población está encerrada en la paradoja de no querer volver al sistema anterior. Esto lleva a algunos personajes oportunistas, quienes aprovechan esta crisis para autodenominarse el “Bukele colombiano”, el “Milei colombiano” o hasta el “Trump colombiano”. Lo cierto, es que se necesita un liderazgo pragmático, que deje de lado discursos ideológicos absurdos y se enfoque de una vez por todas en solucionar problemas.
¿Será posible que ningún grupo político en el país puede realizar un pacto serio para abandonar las prácticas corruptas, reducir el tamaño del Estado, enfocarse en el desarrollo productivo del país y combatir decididamente contra toda clase de criminalidad?; ¿O es necesario soportar unos 20 años más de Gobierno del Pacto Histórico para que ya sea muy tarde despertar? Estos cambios también dependen de la población, quienes conocen a los corruptos y a los incapaces, pero que se empeñan de una manera casi suicida en reelegirlos periodo tras periodo, hecho que ocurre desde la elección de concejales del pueblo más pequeño hasta la elección del presidente. Evidentemente, la responsabilidad también recae en cada uno de nosotros como colombianos, para garantizar una salida al laberinto que propone el Gobierno de Petro, sin tener que regresar a los vicios de gobiernos pasados.