Hace unos días estábamos de tertulia familiar, hablando pendejadas (como siempre), de Petro y lo mal que está la ciudad (como siempre). El valor agregado esta vez es que nos acompañaba un primo que vive en el exterior y que no venía hace un buen tiempo. Y nos dijo: «Bogotá es la única ciudad a la que uno va y la ve igualita, 10 años después». Tristemente es cierto. Claro, varios tíos le hicieron el reclamo: «¡NO SEÑOR! ¡NO ESTÁ IGUALITA! Está peor«, y se fueron.

Muchos bogotanos recordamos con nostalgia la época en que Mockus nos cambió la ciudad para bien, nos enseñó a quererla, nos enseñó a ser ciudadanos y respetarnos, respetar la ciudad. Y creo que la palabra clave es «enseñar», y eso no ha vuelto a pasar. Nos deseducamos.

Todo era risas, burlas y frustración por la impotencia de ver a la ciudad autodestruyéndose, hasta que mi primo dijo «¿Saben qué? Bogotá debería dividirse en dos. Así sería más fácil manejarla«. Después de un silencio incómodo, empezó a explicarnos sus razones. ¿Y saben qué? Mientras más lo pienso más me gusta. No es mala idea.

Muchos bogotanos opinamos que las últimas tres alcaldías han sido fatales, y que han sido elegidas a punta de tamal. Nuestros últimos tres alcaldes no han sido administradores sino políticos, así que saben hacerse elegir, pero no saben llevar una ciudad. En campaña son perfectos: «Regalaré comida para todossss los pobresssss», aunque no tengan idea de dónde la van a sacar o sepan que nunca lo van a hacer. «¿Qué importa mentirles? Lo que importa es que me elijan». Entonces el voto deja de ser objetivo y racional y se vuelve un voto por hambre. No se piensa como ciudad a largo plazo sino en sentarse en el Palacio de Liévano y «ya luego miramos qué nos inventamos».


No es un secreto que los problemas es mejor resolverlos de a pocos, por partes. Quizás por eso es tan difícil solucionar las cosas en Bogotá: es MUY grande. Miren por ejemplo Medellín, Envigado y Medellín son ciudades aparte, pero no hay diferencia geográfica. Quiero decir, son una gran ciudad. Miren Buenos Aires: la capital federal tiene pegaditos Lanús, Quilmes y Tigre, según recuerdo. Aclaro que no soy el mejor ni en geografía ni en memoria, antes de que algún erudito de ambos ejemplos venga y me corrija.

Imagen: Gojko Franulic

De paso, recomiendo altamente esta lectura llamada «Por qué no hay papel higiénico en Venezuela», del chileno Marco Canepa, y publicado en un diario de ese país. Es un análisis muy acertado.

Claro, la oposición dirá que soy un clasista oligarca, y que el demonio de la oligarquía yanqui se apoderó de mí. Después dirán que un pajarito se les apareció y les dijo esto. O que hago parte de las mafias mediáticas que pretenden vender una falsa imagen del buen vividero. Bueno, los invito a que lo analicemos un rato, antes de atacar con resentimiento.

Digamos que Bogotá se separe por la calle 26, que es una línea divisoria relativamente central. Para no pelear por el nombre, de la 26 hacia el sur se seguirá llamando Bogotá y de la 26 hacia el norte se podría llamar Usaquén, por ejemplo. Los usaquenses, usaqueños, usaquitas, usacanos (aún estamos trabajando en el gentilicio), tendremos elecciones diferentes, alcalde diferente, presupuesto diferente, impuestos diferentes, hasta indicativo diferente. Para los que digan que es una locura y que eso no se ha comprobado nunca en el mundo exitosamente, me permitiré recordarles que ya pasó en Los Simpson. Y fue un capítulo buenísimo.

Y si hacemos memoria, recordaremos que Bogotá ya fue separada de esa manera, gracias al pico y placa del señor Petro, que es diferente de la 1ra para allá, Juanchito. El indicativo de Usaquén sería 11, o ya que andamos en temas de poder escoger pongámosle «66» y nos reímos de los supersticiosos. O 69, si andan «chocolocos». Bueno, lo sometemos a votación electrónica para que no se gaste tanta plata, un formulario en Google Docs y sale.

Propongo que la nueva alcaldía se construya por la 72 con Séptima que es bien bonito, o, por qué no, en Usaquén. Bogotá podrá seguir siendo la capital de la República. A los usaquenses no nos interesa eso, nos basta con que podamos progresar como ciudad y mover la economía, no la política. La bandera, el escudo y el himno se podrán escoger después de re-fundada la ciudad, para no demorar la vaina. Eso sí, que el himno no lo componga Silvestre Dangond, de por Dios.

Imagen: Panoramio.com

Para que Bogotá no pelee, les dejamos el Aeropuerto El Dorado, con logo de Vladdo y todo; Usaquén construirá su nuevo aeropuerto en las afueras hacia el norte. Así los turistas ojiverdes podrán llegar directamente a Andrés Carne de Res y no tendrán que aguantarse los insufribles trancones que hay actualmente. Usaquén se queda con la Universidad Nacional, Bogotá con Los Andes. Usaquén se queda con la Zona T, Bogotá con la Zona P (de Cuadra Picha, ¿recuerdan?). Petro tendría que vivir en Bogotá, como debe ser, y no en Chía ni, claro, en Usaquén. Bogotá con Canal Capital y CityTV, a Usaquén le tocaría crear su nuevo canal. Pero se escuchan propuestas, hay mucho youtuber con ganas de saltar al otro lado.

Los niños podrán cruzar corriendo los puentes peatonales de la 26 y decir «estoy en Bogotá, ahora en Usaquén, ahora en Bogotá», «MIRE MADRINA, CAMBIÉ DE CIUDAD, MÍREME, SIN MANOS». Haremos dos monumentos (a lado y lado del puente) que marcarán los límites y empezaremos a ganar por el turismo. Cada ciudad administrará el suyo. Hay cantidad de opciones que mejorarían las cosas. Por ejemplo se tendrían alcaldes de dos ciudades parecidas en tamaño y condiciones, con lo que sería más fácil comparar desempeños. Con una ciudad más pequeña a Petro le quedaría más fácil conocerla y no confundirla con Medellín y su cambio climático.

No es tan mala idea.

Omar Gamboa.


Entradas anteriores. Para los que quieren algo light: Le pasó a un amigo. Y para los que quieren seguir pensando en Bogotá: «El pico y cédula».


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