Desde hace mucho quería escribir sobre el manejo del tiempo pero no me había quedado tiempo. La redundancia es adrede pero sin querer. Mejor dicho, habría preferido tener tiempo de escribirla antes. Y por eso mismo, desde hace unos meses he venido pensando en la importancia del tiempo, porque he tenido tanto trabajo últimamente que no había podido sentarme a escribir. De hecho, esto lo estoy escribiendo a las 3:21 AM del viernes antes de Semana Santa.
Algunos dirán «pobrecito, este tipo no descansa y le tocó escribir a esa hora», pero es todo lo contrario. Empecé a escribir el post a esa hora porque me di el lujo de llegar a mi casa a las 6PM después de dictar clase, dormir un buen rato, luego despertarme a ver películas, series y luego leer un par de capítulos de un libro que me tiene atrapado.
En mi blog personal escribí unos consejos para organizar el tiempo. Espero que les sirvan. Si leen me cuentan, ustedes pueden tener otros tips que yo dejé escapar. Acá está el enlace.
En fin, no niego que trabajo mucho, pero la mayoría del tiempo trabajo feliz. Hago lo que me gusta y lo disfruto mucho. Muchísimo. Tengo tiempo para preparar las charlas y conferencias a las que me llaman. La otra semana viajo a Cali, luego iré a Tunja y posiblemente a Sogamoso. Ya estoy preparando una charla en el congreso de Salud Electrónica eSalud, que viene en agosto en Bogotá. Tengo la fortuna de que las propuestas que paso a clientes potenciales son porque me llaman, no porque yo los busque. Qué bendición.
Hoy en día tengo la fortuna de trabajar para algunas de las marcas más bonitas que conozco. De esas marcas que si me lo hubiesen dicho hace unos años no lo hubiera creído. Y con orgullo (sí, de ese orgullo maluco y engreído) digo que no es porque trabaje en una gran agencia multinacional con 50 años de antigüedad, de esas que tiene los clientes hace rato. No. Me doy el lujo de tenerlas como clientes míos. ¿Creído? Sí. ¿Y qué? De hecho, esta mañana presentamos una estrategia para uno de esos clientes que todos queremos tener: marca soñada, clientes amables, queridos, cordiales, y que dan todas las libertades creativas del mundo (obvio, sin salirse de los lineamientos). Sí, Pilar. Es contigo. Y que en reunión con cliente te digan «nos gusta mucho tu trabajo, estamos muy contentos» no tiene precio. Sí, Clara y Sarita, también es con ustedes.
Lo triste de ese ejercicio es que me he encontrado con una «barrera» cuando intento hablarles a algunos. Y es que nunca tienen tiempo para responder el saludo. Y no es porque siempre les hable en horario laboral. Para hacer el ejercicio, en ocasiones les hablaba a las 8 o 9 pm y tampoco me respondían. O a las varias horas me devolvían el saludo para decirme que están en la oficina terminando una propuesta, o preparando una licitación que tienen al día siguiente. Qué triste. Y por lo general esas frases vienen acompañadas de «espero que después de entregar la licitación tenga más tiempo y ahí sí te invito un café y desatrasamos cuaderno». Pero eso no pasa de ser un espejismo mental, porque nunca sucede.
(Miércoles, 8:37 PM)
Omar: Hooola, ¿cómo vas?
(9:18 PM)
– Hola, súper bien. Acá trabajando juiciosa.
Omar: Como siempre, no haces más. ¿Cuándo nos vemos? Tengo varias cosas qué contarte 🙂
(10:19 PM)
– Qué ricooo. Pero ando clavada en la oficina. Tenemos licitación el lunes. Yo creo que trabajo el fin de semana. ¿Hablamos la próxima semana? Salgo de la propuesta y de una.
Omar: Claaaro, dale. Te busco tipo miércoles.
– Dale, chau.
Omar: ¡Hola! Tiempo sin saber de ti. ¿Todo bien?
(Dos horas después) – Holaaaa! Sí, todo bien. Mucho trabajo. ¿Tú?
– Bien también.
– (Al otro día) Qué bueno.
Al tercer intento de conversación es cuando me digo «mejor no molesto más, debe andar grave de tiempo; mejor espero a que me busque cuando pueda». Cosa que nunca pasa. ¿Egoísmo de mi parte? Quizás. Probablemente debería seguirles hablando otras 13 semanas e intentar ser mejor amigo. Si agarro el hábito de hacerle novena a San Valentín y luego les escribo, de pronto a la semana nueve me inviten a tomar café. ¡O hasta a almorzar! Los santos son benditos para eso.
Hace unas semanas decidí dejar de escribirle a este par de amigas, como ejercicio académico (para que vean hasta dónde llegan mis labores investigativas en el equipo de #Marmotazos) a ver cuándo me escribían de nuevo extrañadísimas porque no volvimos a hablar. No ha pasado. Ni mu. Ni medio tweet. Ni un whatsappazo. Bueno, me llamaron de cumpleaños. Pero aún me pregunto cómo sería si no coincide la fecha. Quizás esta sea la manera más torpe de decirles que las extraño. Supongo que algún día leerán esta publicación y dirán «debió habérmelo dicho», pero si no había tiempo ni de saludar, dudo que lo hubiese para conversar de verdad. Y odio armar dramas.
Tengo el caso de otra amiga que era la más entregada a su trabajo. Almorzaba frente al computador (cuando podía almorzar), nunca salía a nada porque siempre había mucho trabajo atrasado. Los fines de semana no hacía nada diferente a descansar en su casa, porque llegaba tan rendida que el único placer concebido era ese: no hacer nada. Nunca dejó de ir a la oficina, ni estando enferma. Y hablo en pasado porque todo eso se acabó cuando la echaron. Así, sin asco, sin vaselina, sin dársele nada. Un día le dijeron «trabajas hasta mañana».
A mí me pasaba. Pero ya no me pasa. Desde hace unos años veo la luz del sol todos los días (excepto cuando me da pereza de salir y trabajo todo el día en mi casa).
Esta no es una invitación a que se independicen, eso no es para todo el mundo. Pero es una invitación a que traten de recuperar el tiempo libre. Claro, no es solo cuestión del empleado, sino también del empleador. Hay jefes a los que les da una embolia cerebral si algún empleado sale antes de las 7PM (tuve un jefe así). Hay otros que no toleran que los empleados estén fuera de su puesto. Amigos: El mundo cambió y el mundo laboral está empezando a cambiar. Ahora se puede hacer trabajo remoto, y lo del horario laboral cada vez es más «borroso». Sin embargo creo que es tema para otro marmotazo.
Retomo el mensaje central: no dejemos que el trabajo nos absorba tanto. Casualmente hace unas semanas compartieron mucho en redes sociales la carta que le escribió a su papá la hija del presidente de Bancolombia (acá la pueden leer), en la que le decía «le estás regalando tu salud a los demás». En El Tiempo también compartieron una nota sobre el equilibrio entre la vida laboral y la personal. Tomemos ejemplo. ¿Cuántos de ustedes llegan a la casa solo a acostar a sus hijos? ¿Cuántos llegan tan cansados que las fuerzas no les dan para jugar con ellos? Sé que no es culpa de ustedes, sé que las empresas presionan mucho y estamos viviendo un mundo en el que «el que no se sacrifica se va».
Tratemos de equilibrar la vida laboral con la personal, la familiar, la social. Y esos grandes cambios vienen de parte y parte: el empleador o el jefe tiene que entender que todos tenemos una vida más allá de la oficina. Y los empleados también entender que eso de quedarse en la oficina hasta las 8 de la noche (y hasta más) no debería ser cosa de todos los días.
Extraño a algunos de mis amigos y amigas. Y sé que si yo fuera empleado no tendría tiempo de extrañarlos porque estaría ocupado trabajando. Qué mal, ¿no creen?
(La banda sonora de la semana)
Algunos notaron que he estado compartiéndoles escritos de mis estudiantes de Redes Sociales en el Externado, los martes y los viernes a la 1 PM. Por eso creo que yo publicaré los Marmotazos los domingos. Al menos mientras se acaba el semestre. Muchas gracias a todos los que les han dado sus opiniones a los autores, creo que a ellos les sirve mucho enfrentarse a un público como ustedes. De ahí se aprende mucho.
Como siempre, les comparto la historia de la semana en BlogSoyAnonimo.com. Una mujer aprovecha el espacio para sus confesiones. Aprovecho el espacio para agradecerles a Lina Parra (@wildlina) y Dany Echeverry, quienes hacen la curaduría y la corrección de estilo. Un trabajo impecable en todo sentido. Qué bonito es trabajar con gente tan talentosa. Algún día les cuento la historia del blog Soy Anónimo y por qué lo creamos.
Les comparto también el Podcast de «Trend a Week», que hacemos junto a Félix Riaño (que reconocerán como la voz de City TV, entre muchas otras cosas) y Sandra Álvarez. En esta ocasión hablamos del poder de convocatoria en redes sociales y tuvimos como invitado al gran Víctor Solano.
Por otro lado les cuento con algo de tristeza, que dejamos de hacer «A Trino Herido» por la Superestación. Espero que más adelante regrese el programa, quizás en otro medio. Les estaré contando.
Nos estamos leyendo el martes, el viernes y el otro domingo. O antes, si algo extraordinario ocurre. ¡Chau!
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Pero si quieren les recomiendo algunas entradas anteriores: “La verdad de la vida en pareja“, “¿Por qué seguimos solteros?“, «Señales de que simplemente no te quiere«.
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