Cuando escribí «La novia-no modelo«, varios me hicieron comentarios que me dejaron pensando. Entre otros, que ‘los hombres así no existen’. ¿Así cómo? se preguntarán ustedes. A los que les dé pereza leer la entrada les resumo: allí hablo de cómo quisiera que sea mi pareja y que, más que el físico, quiero que tenga cerebro, actitud y personalidad. Pues bien, alguien me dijo que los hombres así no existen. Y ahí es donde se arma el debate. Para mí no es que no exista ese tipo de hombres. O sea, sí existen, pero no se hacen notar. Voy a hablar en tercera persona para no incluirme en la colada y que no me digan que soy un creído, egocéntrico y todo eso. Ya ustedes saben cómo soy. Y si no, conozcámonos; en el fondo soy chévere.
Hay gente que se pone gafas oscuras y se siente diferente.
Bueno, retomemos. Sí, nos importa el físico. Pero no es que ella deba ser material de Miss Universo. Lo importante no es que le guste a todo el mundo, sino que le guste a uno. Y para gustarle a alguien no se necesitan medidas perfectas sino actitud. Sí señores, sí señoritas: Ac-ti-tud. No sé si les ha pasado que están en una sala, en un bus, en cualquier lado, y de repente entra una persona del sexo opuesto robándose todas las miradas o la atención. Muchas veces no es alguien con una belleza física sacada de afiches de Hugo Boss, pero sí es alguien con toda la actitud, que entra segura de sí misma, «pisando fuerte», que llama la atención porque irradia buena vibra, porque tiene una energía especial. Esas son las personas que atraen. No son las personas que entran suavecito para no hacer ruido y que nadie los vea, sino las que entran naturalmente y por eso mismo se roban todas las miradas. Ojo: no se trata de hacer alboroto, eso ya es ramplonería y, en últimas, inseguridad.
Ahora, hombres: eso es incluso más importante para las mujeres. Si uno es seguro (o al menos lo parece), tiene actitud y sabe lo que quiere, ya tiene la mitad de la batalla ganada.
Y siguiendo con lo de la actitud, lo visual influye mucho. ¿No les ha pasado que algún día se sienten desarreglados (como un potrero sin vacas: desganados) hasta que alguien cercano les dice ‘oye, esa camisa te queda bien’? Les aseguro que desde ese día usan esa camisa más seguido. Apostemos. Es que uno hasta camina con más seguridad porque «sabe» que le queda bien. Y efectivamente, uno siente que llama más la atención. Es la misma camisa y uno es la misma persona, pero tiene diferente actitud. Ese es el punto: tanto influye lo de la actitud que hasta por «bobadas» como la música uno se siente diferente. Y es que hay canciones que le cambian el ánimo a uno. ¿Quieren saber cuál es la mía? ¿La que sonaría si mi vida fuera una película y yo acabara de salir de una reunión en la que el cliente aprueba la campaña de influenciadores y firmó contrato? Pónganla y díganme si no caminan al ritmo y todo. (Gracias a Cata por presentarme la canción y la banda).
Para terminar con esta parte agrego el consejo, a lo doctora corazón. Apreciado caminante inseguro: arréglate, vístete bien, cómodo. No se trata de tener la ropa más elegante y costosa, sino la que te haga sentir bien, que te ayude con la actitud. La parte de afuera ayuda para cambiar lo de adentro, pero lo importante es lo de adentro, lo que de verdad cambia es la actitud, porque es eso lo que hace que lo de afuera se vea bien. ACTITUD. Sonríele a la vida.
Ahora sigamos con el tema inicial y principal. Como decía más arriba, no creo que ‘los hombres así no existan’, sino que no hacen ruido, precisamente porque son tímidos. Usualmente el que es romántico es tímido, porque socialmente se considera que el romanticismo denota debilidad. Y el que es práctico, el que ve la vida con el lado izquierdo del cerebro, es más «fuerte». Creo que no es tan cierto: Lo cortés no quita lo valiente, dicen por ahí. Yo era un tipo muy tímido y muy introvertido; ahora me considero menos tímido pero extrovertido y eso me ha facilitado mucho la vida; incluso creo que el ser extrovertido me ayuda a disimular lo tímido. Yo no me considero nada especial ni diferente a mucho tipo que hay por ahí. La única diferencia es que por alguna razón le estoy perdiendo el miedo al rechazo, que era lo que hablábamos con Luis Eduardo y Karen. Y cuando uno se quita ese peso de encima, el miedo a que lo rechacen, vive más tranquilo y dice las cosas de frente y sin rodeos. Como son. Si una mujer me gusta se lo hago saber. Y creo que también se me nota si es para algo serio o para todo lo contrario -o sea, algo inserio-. Y si es para algo serio me comprometo totalmente con esa relación, hasta que deje de tenerla. Y ya está.
Creo que el punto es ese, que las cosas se digan y se traten como es. Perdámosle el miedo al qué dirán. No es fácil, pero sí se puede. Cuando uno vive así la pasa mejor. Los prejuicios sociales son sólo eso, prejuicios. Es pura presión de grupo. Como en el colegio, que todos los niñitos se burlan del ‘pobre’ que recibió una cartita de amor de la novia, pero en el fondo todos se mueren de la cochina envidia. Hasta Diego, el matón del curso. Y eso pasa toooodo el tiempo, tooooda la vida. Mis amigos de la universidad -probablemente alguno esté leyendo- me la montaron mucho por eso. Yo era de los que regalaba girasoles o pintaba cuadros en carboncillo o en óleo, según la traga, aunque no fuera correspondida (un saludo a Nata). Recuerdo que cuando recién abrí Facebook y solo tenía a mis amigos de la U, puse un estado medio romanticón y la mayoría de comentarios que recibí fueron burlándose. Obvio, como ellos ya están casados pues ya el romanticismo lo tienen en la casa. Así que vienen y se desquitan con Gamboa. Pero qué carajos, ya me llegará lo mío. ¡Ja!
Termino con la idea central y para concretar: vivamos la vida más relajados, no nos preocupemos tanto por el qué dirán, pasémosla bueno. Seamos como queramos ser: a veces a uno le da miedo decir las cosas de frente y se puede estar perdiendo las oportunidades de la vida. Créanme, me ha pasado. Pero también se vale ser romántico de vez en cuando (pero sin exagerar, no se me pongan babosos). Es más, creo que ese tema da para una entrada completa: algo así como un manual para coquetear, jajaja. El mensaje para las mujeres que quieren un hombre romántico, pídanlo, como para que uno sepa, pero sean coherentes. Y a los hombres románticos: ojo, por ahí los andan preguntando, dicen que ustedes no existen. Déjense ver. Varios ya levantamos la mano.
La ñapa:
Hablaba con una buena amiga acerca de algo que me dijeron y que le repetí a ella: a veces no hay que estar con quien amas, sino con quien te ama. Ese es el punto con los románticos: como llegan pisando suavecito, al principio no suelen mover muchas pasiones (si ud, querido lector, es romántico y mueve pasiones, considérese muy afortunado). Pero con el tiempo esas relaciones tranquilas, alegres, felices, se van llenando de amor. El amor es una vaina que se construye todos los días, muy diferente a la pasión que es un encontrón de esos que dejan despelucado. Tengo dos muy buenas amigas que hoy en día están felices con ese hombre que las fue conquistando de a poquitos. ¡¡Punto para los románticos!! En tu carota, coyote cósmico.
La banda sonora de la semana por recomendación de Karen. Para que caminen con actitud.
No crean que me olvidé de la historia anónima de la semana. Esta vez se trata de un hombre casado, pero que no puede dejar de pensar en su vecina. Confesiones: «El olor del mar».
Les cuento que con mis estudiantes del Externado este semestre estamos creando un blog para cada uno. Y les voy a compartir dos por semana. Son muy buenos, estoy muy contento con el material y creo que de este curso puede salir más de un bloguero, si lo siguen haciendo.
El primero tiene un poco de todo: fotografía, texto, emoción. «Cultura y Circo«.
El segundo nos habla del verdadero amor. Adivinen cómo se llama: «Amor de verdad».
No es más por ahora. Nos leemos el otro jueves. ¡Chau!
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Pero si quieren les recomiendo algunas entradas anteriores: “La verdad de la vida en pareja“, “¿Por qué seguimos solteros?“, «Uy, ¿me trae un encarguito?«.
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