Para muchos de nosotros los acuerdos firmados en La Habana están lejos de ser los mejores posible; además que nos lo repiten con disciplina casi religiosa para convencernos. Como dijo Goebbels: «Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad»; tanto la dicen que se termina creyendo. Pero muchos tenemos ese sinsabor que deja una situación que creemos que habría podido ser mejor.

Con el proceso de paz yo siento lo que se siente cuando la pareja es infiel. Uno sabe que la otra persona engañó, uno sabe que ella hizo cosas que no debería, pero toca perdonarla por los niños. Que si uno no perdona se va para el traste todo ese trabajo por construir algo, todo ese esfuerzo por tener un matrimonio bonito y aunque uno está dispuesto a terminar la relación, no lo hace porque los niños no merecen pasar por eso. Ahí es cuando uno perdona aunque por dentro le siga doliendo, uno perdona sin ganas pero con compromiso. Por los niños.

O como cuando tu hermano perdona a la esposa después de unos cachos. Uno no quiere a la vieja, uno no siente que se merezca pertenecer a la familia, pero cuando la perdonan pues toca asumirlo. Y toca sonreírle en las fiestas, reuniones de cumpleaños y velorios. Claro, uno quisiera sacudir al hermano, cachetearlo a ver si reacciona, pero ya no se puede. ¿Qué le vamos a hacer? Ya la perdonó y va a seguir con ella. Entonces, aunque uno no la quiera, uno sí quiere al hermano y por él uno hace de tripas corazón y le pone sonrisa forzada a la niña en cuestión. Y ella lo sabe, ella sabe que va a tener todos los ojos de la familia encima porque donde la medio embarre… ¡se me va, muchachita insolente!

Igual siempre nos quedarán muchas dudas. ¿Saben que creo? Que cuando a uno le quieren vender las bondades de algo que se supone es la maravilla, algo malo tiene. Si la aspiradora es automática, tiene inteligencia artificial, saca a pasear el perro y hasta se levanta y hace el tinto, ¡no me diga más! Yo la compro. Pero cuando uno ya sabe que la va a comprar y luego el vendedor dice «¡además viene con un manual en mandarín!» Ajá. «Y mire, trae tres velocidades». OK. «Y si es uno de los primeros 50 compradores, se lleva este espectacular juego de cuchillos para pelar piña. Shame sha», ahí uno ya empieza a dudar y a sospechar que algo malo tiene la bendita aspiradora.

Y es que la paz se vendía solita. A mí nadie me tiene que poner a escoger entre la guerra y la paz. A ninguno de nosotros. Pero cuando vienen y hacen un campañón con las bondades de la paz y se la tratan de meter por los ojos… algo malo puede tener la bendita aspiradora. Igual pasa con el «No». Es un esfuerzo tan forzado (redundancia adrede) que uno queda como «ya no me diga más, no me chancletee». Y ya que hablamos de la paz, según la Corte Constitucional el plebiscito no debía plantearse en términos de paz contra guerra, sino de los acuerdos de La Habana. Pero nos están preguntando si queremos una paz estable y duradera, olvidando (adrede) que siguen el ELN, el narcotráfico y un poco de cosas más.

Ahora, tampoco podemos desconocer que estamos viviendo una semana histórica para Colombia, quizás la semana más importante en el último siglo. Hemos tenido hitos claves en nuestra historia, como la Batalla de Boyacá y el Grito de Independencia, pero es una de las primeras veces en que vivimos momentos históricos y somos conscientes de ello, y eso trae una gran responsabilidad con nuestro país. Hay que asumirlo. Señores: Estamos presenciando lo que quedará en los libros de historia, esta semana. Como cuando uno lee en el colegio que hubo un bonche en la Plaza de Bolivar y a Llorente casi lo levantan por un florero… esos somos nosotros ahora. Los colombianos del futuro leerán que hubo una votación por el plebiscito por allá en el 2016. Seamos responsables.

Yo no quiero convencer a nadie de votar por uno o por otro, pero sí pido que salgamos a votar. La democracia no es un lujo, es nuestro trabajo y tenemos que hacerlo. Si ese derecho no se ejerce, se pierde. No es fácil aceptar todo lo que viene, no es fácil sentir que estos señores que pudieron cometer quién sabe cuántos crímenes van a estar por ahí tan tranquilos, dando saltitos por la pradera. Pero toca. Por los niños.

@OmarGamboa

Hoy no les tengo banda sonora, pero les tengo un par de videos que expresan algo de lo que siento. Me cuentan qué tal.

 

 


Les cuento que originalmente esta entrada iba para columna, por eso es medio cortica (o eso creo yo). Me dijeron «3700 caracteres» y quedó de 3690, medidita. Pero quedó bien, ¿o no? Normalmente escribo más largo, me explayo y me siento en la palabra, como buen bloguero. Pero cuando a uno le dicen «hasta acá» toca pensar más las palabras, usar unas más cortas… no echar tanta carreta, jajaja.

Esta semana ha sido de locos. Varias campañas con influenciadores andando al tiempo, pero ha sido bien interesante y satisfactorio. Como les decía, la entrada de hoy estaba para ser columna en el periódico, pero por temas de espacio no se pudo. A ver si la próxima semana sí me publican. Igual, no dejaré el blog porque acá se puede ser un poco más relajado con lo que se escribe. Acá les puedo contar cuanta pendejada se me ocurra (se nota, ¿cierto?)

Como cada semana, les dejo 3 enlaces de los blogs de mis estudiantes del Externado (con los de la Sergio Arboleda vemos Marketing Digital, entonces no sacamos blog sino emprendimientos).

Y en la entrada anónima de la semana esta vez nos traen un relato erótico llamado «Mientras nieva«. Me cuentan qué tal.

En otras noticias, la próxima semana voy a Cartagena al taller «Periodismo y Redes Sociales», junto a Mauricio Jaramillo. Es un honor compartir escena con un personaje tan duro en estos temas. Admiro gran parte de su trabajo. Bueno, el taller también lo haremos luego en Medellín, Cali y Bogotá. Esto lo organiza ARGOS, acá entre nos. Muchas gracias a ellos por la invitación.

Nos leemos la otra semana, el jueves. O el lunes. O el viernes, ya no sé. Pero nos leemos. Gracias por sus comentarios. ¡Chau!


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Pero si quieren les recomiendo algunas entradas anteriores: “La verdad de la vida en pareja“, “Sal con alguien valiente“, «¿Rato o amanecida?«.


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