Cuando se vive solo hay un montón de libertades con las que sueña desde la distancia, en la casa de los papás. Ese momento de emancipación viene con toda la pasión y emoción del caso. Uno no ve la hora de terminar de armar la cama para poner un pie en ella, alzar un puño al aire y gritar FREEEEEDOOOOOOOM, con una convicción que envidiaría William Wallace. Los que no sepan de quién les hablo, fue un tipo igualito a Mel Gibson pero con cara azul.

Y es que imaginarse todo lo que uno hará al momento de vivir solo es toda una terapia. Le pone uno nombre oficial al apartamento, porque sabe que allá irán todos los amigos de la Universidad a armar cuanta rumba se pueda por la razón que sea. Porque perdió parcial, porque pasó el semestre. Porque ganó el equipo del alma, para ver las carreras de Fórmula 1 desde China. La nevera estará llena de cerveza y de pizza; por esa puerta solo pasarán los mejores amigos y las amigas más buenas de la universidad.

A la habitación principal unos la llamarán «El Desnucadero», otros menos pulidos le dirán «El Matadero». Y los más estirados dirán que es el «Salón de Eventos Especiales». Como sea, en ese cuarto se verá más acción que en The Expendables y Terminator juntas, tendrá más entierros que Game of Thrones.

Podrá uno ir en bola a la cocina e, incluso, ignorará las toallas para dejar que el viento haga lo suyo. ¿Para qué tender la cama? Bueno, excepto cuando se sepa (o se sospeche) que esa noche habrá visita. Obvio hablo de visita de alguna amiga, porque si los amigos hombres ven la cama sin tender vale hongo. Ellos no van a decir «oye, Omar, el colmo como tienes de desordenado el apartamento, pao pao.» Al contrario, mientras más desordenado mejor porque eso quiere decir que ellos también pueden dejar la chaqueta o los zapatos en cualquier lado.

Basta con tener un plato, un tenedor, un cuchillo y un pocillo. No hay vasos porque el pocillo sirve para todo: cerveza, jugo y hasta sopa (si es que a algún degenerado le da por tomar sopa). Y jugo solo será cuando sintamos nostalgia de la comida casera y comprará el jugo de caja. Es lo más natural y fresco que habrá en esa casa. Si algún amigo quiere comer en la casa de uno, pues que coma en servilletas o en toallas absorbentes de papel, si es que el pedazo de pizza es grande.

Todo eso es una maravilla. Hasta que uno se trastea y se estrella con la cruel realidad. Al principio uno disfruta esa libertad, claro, pero llega un punto donde el gozo se acaba. Deja uno de salir del baño sin secarse porque descubre que eso moja todo el piso y hay que echar trapero. Y ni se les ocurra ir a la nevera en bola. El frío que pega es indecible.


No se puede negar que vivir solo da libertades, como llegar a cualquier hora a la casa sin que nadie le pregunte dónde estaba. Pero tiene el problema de que llega uno al apartamento a cualquier hora y nadie le pregunta dónde estaba. Esa soledad es penetrante, como el frío de la nevera cuando uno la abre en bola. Cuando se vuelve de viaje no hay nadie en el aeropuerto esperando, o cuando uno entra al apartamento cargado de maletas nadie le ayuda a desempacar. La última vez que viajé por más de una semana salí de afán así que dejé el apartamento desordenado y la loza sin lavar. Cuando regresé, el cuncho de leche en el vaso ya tenía vida propia. Fue el único ser vivo que me recibió, pero tampoco me preguntó cómo me fue. Desgraciado. Aunque tampoco puedo asegurar que no le conté, como para armar conversación.

El otro problema es con la comida. Todo lo que uno compra se vence porque no hay quién se lo coma.

Por eso es que hay tanta gente comprando gatos, porque son compañía que no requiere tanto cuidado. Es que si uno compra perro toca estar muy pendiente de la comida: no puede dejarle mucha, pero tampoco poca, toca sacarlo a hacer necesidades, bañarlo, vacunarlo y todas esas cosas. Un gato es más fácil de «cuidar», según me han dicho los que tienen. Lo que yo hice para sentir que había más vida en mi casa, fue comprar una mata. Creo que me duró hasta que tuve que viajar por un buen rato y se me olvidó el detallito del agua. Ni el Gatorade la revivió. Tampoco sirvió el clorox que usé para limpiarla y consentirla. Y eso que hasta le canté, como hacía mi abuelita con sus matas. Le canté «Fuel» de Metallica, porque no me sé muchas canciones de memoria.

Cuando no se tiene con quién hablar termina uno hablando con el televisor, o echando rulo con el celador y rogando que no llegue ningún domicilio que frene la conversación. Yo empecé a hablar con mi cuadro de Albert Einstein, pero ya me di cuenta que no es tan inteligente como pensaba.

Por lo que opté hace un tiempo fue por sembrar unos tréboles que me regalaron en un evento en el que estuve como conferencista. Estuvo bueno el regalo porque tengo muchos mugs y ya no me caben en los cajones de la cocina. Ya mis tíos saben que de cumpleaños regalo mugs de alguna empresa. Pero volviendo a mi vida de jardinero, al principio nacieron tres trebolitos. ¡Pues ya van 14! CA-TOR-CE. Bueno, trece porque uno ya está como colgando el guayo, o la hoja. Ahora sí me voy a graduar de cuidandero. Obvio a ellos también les hablo y tenemos debates bien interesantes. Aunque yo creo que son tréboles de la suerte porque siempre me ganan las apuestas en la Champions.


El otro problema es con la comida. Todo lo que uno compra se vence. Si la nevera está llena de cerveza es porque no se daña tan rápido como un jugo. Y es que no venden medio tomate ni media cebolla. La media naranja solo existe en los sueños de los más románticos. Entonces para que no se dañe la comida, se empieza a comer por temporadas. Ahorita estoy en cosecha de arepa. Yo llevo dos semanas comiendo de eso. Lo bueno es que esa vaina se puede combinar con todo: carne, pollo, jamón, mantequilla. Ahora tomo jugo al almuerzo y la comida, antes de que empiece a oler rancio. Y yo al licor de guanábana no le jalo.

Hace poco en mi apartamento hubo temporada de fresa. Me regalaron una bolsa que hasta los vigilantes del edificio aprovecharon; ellos son felices cuando me regalan fruta porque saben que tienen porción. Para evitar que se dañe la comida he optado por comprar enlatados, pero ya me siento como preparándome para una invasión zombie. Mi alacena es digna de búnker militar.

Vivir solo no es tan bonito como lo pintan, se caen muchos mitos, como que es más el polvo que se limpia que el que se disfruta. Al entrar al apartamento la sopa no está servida y caliente como donde la mamá. La ropa no se recoge, la cama no se tiende.

Por supuesto no todo es malo. Hay un cierto encanto en vivir solo, hay libertades. Se las empezaría a nombrar pero ya mis tréboles me están mirando rayado por demorarme tanto acá. Se las quedo debiendo.

@OmarGamboa


¿Ustedes también viven solos? ¿O han vivido solos? Seguro ustedes saben algunos trucos que yo no, saben qué hacer para que la nevera no se vea tan triste. Los espero en Facebook, Linkedin e Instagram para que me cuenten allá.

Esta semana les tengo chisme. Entre PremiosTW y Free2Play vamos a buscar al mejor Community Manager de Colombia. Vamos a armar un torneo bien bacano para encontrarlo. Para eso vamos a hacer convocatoria y que se inscriba cualquiera que crea que puede ganar. No importa si no está trabajando, lo importante es el talento. Claro, también puede alguien que sea o haya sido el CM de alguna marca. Más adelante les cuento cómo se pueden inscribir por si hay algún interesado. Este sábado nos vamos a reunir a armar las pruebas del torneo. También estamos buscando marcas que patrocinen el evento para cubrir los gastos. Creo que será muy mediático así que es buen espacio para hacer publicidad. Y si con las marcas se cubren los gastos, no habría necesidad de cobrar la inscripción. Les estoy contando. Por ahora pueden encontrar información acá.

También les comparto el último video de #LaPatriaBoba. Lo grabé hace unas semanas pero no había escrito acá. En todo caso dispensen.

Nos leemos la próxima semana. O después. O antes si algo extraordinario ocurre. ¡Chau!


Algunas entradas anteriores: «Del dolor también se aprende«, «No es cuestión de enamorarse«, «¿Por qué seguimos solteros?«, «Fui a Coldplay pero no lo vi«.


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