Desde que tengo uso de razón he escuchado esa frase. Cada cierto tiempo salen noticias diciendo que Colombia «podría» ser potencia mundial, que tiene todo para serlo. Somos los más en biodiversidad, tenemos petróleo, tenemos café, flores, tenemos talento y gente increíble. También tenemos plata (aunque los políticos se la roban toda y por eso ahora tenemos un I.V.A. del 19%). De todo esto ya hablé en «La Patria Boba«. O en una nota de El TIEMPO, en el 2013, que se dice que fuimos (¿somos?) potencia mundial en aves. No sé para qué nos sirve serlo además de escribir noticias al respecto, o para sacar pecho y decir que tenemos un jurgo de pájaros. Pero lo cierto es que somos potencia mundial en eso.
Igual que decir que somos la primera potencia mundial en ciclismo. No quiero menospreciar a nuestros ciclistas, que son admirables. Ser los mejores del mundo en cualquier cosa es una vaina impresionante, más si lo hacen solos, sin un apoyo real del Estado. Ahora espero que le saquemos provecho a eso (provecho económico, por ejemplo que hagamos investigación y que desarrollemos una nueva técnica para ese deporte y sus derivados, o que inventemos nuevas bicicletas), porque hasta ahora tener los mejores ciclistas solo nos sirve para ponernos creídos y tener de qué hablar en los círculos sociales internacionales:
– Hoooola Colombia, qué milagrazo. ¿Qué más? ¿Cómo va tu economía?
– Mal, estamos jodidos y nos clavaron más I.V.A. Pero tenemos unos ciclistas de puta madre.
Hace dos años en el diario El País de España decían «Colombia: una potencia emergente en América Latina.» El artículo menciona «un periodo de crecimiento económico que comenzó hace más de diez años». Como quien dice, veníamos divinamente pero algo pasó entre el 2015 y el 2017. Blanco es y Santos lo pone. Continuemos. Según una noticia de El Espectador, gracias a el posconflicto Colombia será potencia mundial en alimentos. ¿Será que esta vez sí? ¿O será otro pajazo mental como los de las últimas décadas?
OK, pensemos. Si tenemos todo eso, si somos potencia mundial en un montón de cosas que tenemos claras, si somos unos duros y tenemos todo el talento del mundo, ¿por qué carajos 30 años después aún no somos potencia mundial económica? Japón pudo hacerlo en 50 años, Singapur cambió del cielo a la tierra, Alemania superó dos guerras mundiales y un muro que la dividía cruelmente. Todas potencias mundiales.
Por estos días empecé a leer un libro llamado «Creatividad, S.A.» que vi en el Facebook de mi amigo Carlos Correa (@kloscorrea en Twitter) y que fue escrito por Ed Catmull, presidente de Pixar y Disney Animation. En el libro Catmull empieza describiendo el camino que lo llevó a fundar la empresa que hoy en día es uno de los íconos del cine mundial.
Llevo un capítulo y ya hay varias cosas que me llamaron mucho la atención. La más importante es cómo un ambiente de innovación y creatividad lo llevaron a ser lo que es hoy. Catmull se graduó de la universidad de Utah en 1969 con dos títulos, uno de física y otro en el entonces emergente campo de la ciencia informática. Resulta que por los 50 estaba en furor la carrera espacial y andaban en competencia con la Unión Soviética. Cuando los soviéticos pusieron en órbita el Sputnik, los norteamericanos reaccionaron formando ARPA LINK (siglas en inglés para la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada), que en esencia era la destinación de fondos a la investigación en universidades. Bacanísimo. Además a los científicos no les pidieron casi requisitos, ni RUT ni Cámara de Comercio, ni que pagaran seguros para las cláusulas de incumplimiento ni que firmaran ningún otrosí. Con decirles que ni siquiera se metían en los proyectos. Lo único que querían era que los científicos hicieran lo que saben hacer: investigar e innovar. Tampoco les dijeron que tenían que ser innovaciones militares (ARPA fue asignada al Departamento de Defensa). De esos recursos y esa investigación nació Internet. Los primeros pasos hacia conectar dos computadores y que se hablen entre sí se dieron en esas universidades financiadas por el gobierno (gracias a Jorge Torres, que aportó el dato en un comentario).
Parte de ese presupuesto fue asignado al nuevo departamento de computación gráfica en la Universidad de Utah. Pues imagínense que de ese grupo de estudiantes salieron -como por nombrar algunos-: el cofundador de Pixar; el fundador de Silicon Graphics y creador de Netscape; el fundador de Adobe (los mismos de Photoshop y el Acrobat Reader, creadores del formato PDF); y uno de los más importantes creadores de la computación gráfica, a quien le debemos el sistema de ventanas (el mismo que vemos en todos los computadores). Imagínense la medio bobadita de gente que salió de ahí. Y si bien es gente muy dura, no creo que es porque sean gringos o porque sean más inteligentes que el resto de seres humanos. Fue gracias a que tenían un ambiente adecuado para eso. En palabras de Catmull: «Tras doctorarme, en 1974, dejé Utah con una estupenda lista de innovaciones en el bolsillo […] Al igual que les sucedía a mis compañeros de clase, el trabajo que yo había realizado se debía en gran parte al entorno protector, ecléctico e intensamente estimulante en el que había vivido.»
Como quien dice: estaban ahí para innovar, crear, pensar nuevas maneras de hacer las cosas y, sobre todo, los dejaban hacerlo. Tenían ganas y plata para hacerlo -el apoyo del gobierno y sus fondos-. De esas mismas ganas que tiene un montón de colombianos con muchas ideas que nunca ven la luz porque no hay cómo, porque no hubo quién les creyera en la idea o porque el gobierno en vez de incentivar ese tipo de iniciativas se la pasa tapando huecos fiscales o aumentando el I.V.A.
Pero la cosa no viene solo desde la falta de visión del gobierno, sino de la nuestra. Estoy seguro que nadie en el Departamento de Defensa se dijo «metámosle plata a ese parrandón de universitarios y verán que de ahí sale una nueva industria en Hollywood. Van a inventarse los videojuegos y nos forramos en plata. Vea, cuando yo le diga«. No señores, eso no pasó. De hecho, en 1974 la computación gráfica no eran más que cubos y rectángulos que se movían y parecían tridimensionales. En esa época ver un dibujo de una pirámide con sombra dejaba con la boca abierta. Que uno pudiera ponerle textura a un rectángulo y hacerla ver con un fondo de ladrillo o de cuaderno era tesis doctoral. No estoy exagerando (sobre algo parecido fue la tesis de Catmull).
Es como cuando hace unos años a los que nos la pasábamos pegados al computador nos decían que estábamos perdiendo el tiempo, o que las redes sociales no eran más que un chat.
Lo que hace 40 años se podía haber considerado una perdedera de tiempo (dibujar cuadritos con un computador) hoy en día representa miles de millones de dólares en industrias como el cine y los videojuegos, sin contar las aplicaciones en industrias como la militar y la salud. Gracias a eso hoy en día nuestros cirujanos pueden aprender a reparar corazones sin necesidad de abrir pacientes, ni cerdos, ni nada. Todo virtual. Seguramente la gente del Departamento de Defensa de Estados Unidos no sabía que 40 años después eso iba a cambiar el mundo, pero no por eso dejaron de hacerlo. Sencillamente invirtieron recursos (tiempo, dinero, creatividad) e innovaron por donde se les ocurriera.
Eso es lo que nos falta: Ese espíritu de innovación, esas ganas de crear cosas de cero y la decisión de hacerlo. Porque querer y hacer son dos cosas muy diferentes. Hace poco me invitaron a hacer una charla sobre esas veces en que la he «embarrado» y para qué me ha servido (lo llaman Fuck-Up Nights). Parte de lo que mencionaba en esa charla es que muchas de las ideas de negocio que tuve las dejé pasar por falta de ímpetu. Creo que eso ya no me pasa, o eso pretendo.
Lo que hace 40 años se podía haber considerado una perdedera de tiempo (dibujar cuadritos con un computador) hoy en día representa miles de millones de dólares en industrias como el cine y los videojuegos.
No tengo idea si alguien del gobierno me lea pero, si es así, ojalá consideren invertir más en investigación y desarrollo, eso es lo que de verdad va a sacar el país adelante (pregúntenle a uno de los colombianos más inteligentes, Rodolfo Llinás). Es inaudito que todavía dependamos del precio del café o del petróleo para estar bien económicamente. Y a ustedes los invito a creer más en nosotros, en ustedes mismos. Si tienen ideas y creen en ellas, intenten hacerlas realidad, sáquenlas adelante, empujen, sueñen y construyan. Y si tienen plata y conocen a alguien que tiene ideas, apóyenlo. No le regalen las cosas, pero sí motívenlo a probar su idea. ¿Quién quita que de ahí salga una empresa que les retorne más plata? Además no podemos seguir esperando que el gobierno nos saque adelante, eso no va a pasar. Si queremos dejar de ser subdesarrollados tenemos que creer más en nosotros y apoyarnos entre todos. La plata en el colchón no sirve para nada: hay que invertir. Acá con los ahorritos no se busca crear nada, prefieren comprar un apartamento en Girardot porque van a la fija (aunque nunca vayan al apartamento).
Miren nada más empresas colombianas muy nuevas pero que ya están haciendo la diferencia: MensajerosUrbanos.com, Platzi, Domicilios.com, 1Doc3, Rappi, Tappsi, PayU. Si uno de estos emprendedores hubiese llegado hace cuatro años a su puerta y les cuenta que tiene una idea para una empresa y que para eso necesita 50 mil dólares, que en en el 2017 la empresa valdrá 3 millones de dólares, ¿le habrían creído? ¿Le habrían metido plata a esa empresa?
¿Cuántas buenas ideas hay ahí afuera? Los gringos tienen muchas empresas líderes en el mundo no porque sean mejores que nosotros, sino porque se tienen más confianza. Esa es la única diferencia. Creo que hace unos años no había nada más tercermundista que Singapur. Esa vaina era un peladero en los 80 (igual que Dubai en los 70) y miren lo que son hoy. Sí se puede, pero hay que querer. Yo quiero. ¿Ustedes?
ACTUALIZACIÓN: Los invito a leer el comentario que deja Gonzalo. Él es español así que puede darnos una perspectiva diferente porque nos ve desde afuera. Personalmente me parece muy acertada.
Con esta reflexión cerramos los marmotazos este año. No haré reflexiones y balances de mi 2017, pero sí les quiero agradecer a muchos de ustedes sus mensajes y comentarios, no solo acá sino en mis redes sociales. Varios preguntaban por qué no había vuelto a escribir, otros preguntaron por las historias de Andrés en «Le pasó a un amigo». Ya empecé a escribir otra nueva, creo que se llamará «Ella no está enamorada de mí». Cierro el año muy contento, gracias a que mi agencia de Influencer Marketing, TrendHouse, está andando de maravilla. El 2018 viene con muchos retos, de esos que me gustan. Ya les estaré contando el otro año.
Un abrazo para todos y muy feliz 2018. Vamos a comernos el mundo, vean que sí podemos, solo hay que creer un poquito en nosotros.
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Un abrazo para todos, como siempre gracias por leer, comentar y compartir. ¡Chau!
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