Hemos tenido guerras del oro, guerras del diamante, ojalá nunca tengamos guerras del agua. Pero la que ahora nos enfrenta a muchas víctimas del mundo moderno es la guerra del tiempo. No hay tiempo para nada. O sea, tenemos el mismo tiempo que «toda la vida» pero estamos metidos en tantas ocupaciones que no notamos su paso, cuando menos nos damos cuenta ya es de noche y no nos rindió en el trabajo. Es más, ¡YA ES SEPTIEMBRE! Se acabó el año y no se hizo nada. ¡Ya empezaron a vender adornos navideños y todo!
Sé que no soy el único que anda abrumado porque la agenda vive apretada, que sufre cada que alguien le dice «¿cuándo nos tomamos un café?» porque uno ya no sabe si en serio se quieren tomar un café y charlar rico o le quieren proponer «ser su propio jefe y trabajar desde casa». Porque lo primero uno lo disfruta y puede cambiar tiempo de trabajo por una charla amena, pero no por Herbalife. No.
Hoy en día estamos llenos de llamadas telefónicas ofreciendo ese crédito pre-aprobado por su buen comportamiento crediticio, los niveles de «spam solicitado» son altísimos (es una contradicción, pero uno se suscribe a listas de correos que nunca va a leer). Aparte soy víctima de mi incapacidad de decir que no. La muestra es que ya no le saco tiempo a escribir acá, casi ni uso redes sociales, vivo de afán todo el tiempo.
Y creo que ya llegué al límite y no seguiré con los pañitos de agua tibia: voy a cambiar radicalmente todo eso y quitaré la maleza de raíz. Acá les cuento todo lo que pretendo hacer y en unas semanas veremos si lo logré o fue un triste intento. Lo que sí les garantizo es que si pierdo la batalla será con las botas puestas.
Aprender a priorizar.
Creo que el gran problema del tiempo se debe a que no sabemos priorizar y a todo le decimos que sí. Como no sabemos qué es lo más importante, todo se vuelve importante. Así que lo primero que debemos hacer, como todo en la vida, es pensar a qué le vamos a dar importancia y actuar en consecuencia. De nuevo: Si todo es importante, nada lo es. Ojo, la prioridad no es solo una, pueden ser varias, pero no muchas. No por tener a mi familia como prioridad voy a dejar de trabajar, porque uno también necesita comer, pero hay que saberlo balancear. Además que trabajar es rico. Aquí yo tengo claro que entre semana me dedico a mi trabajo y el fin de semana a mi familia. Y todos los días procuro –procuraré– leer unas páginas de algún libro.
Desinfoxicación.
- Correo electrónico: Uno de los problemas más grandes que he identificado en mi caso es que recibo mucha información. Ya no basta con los filtros que usa Gmail por defecto, sino que recibo a diario entre 20 y 30 correos que yo mismo acepté, aún sin darme cuenta. El día que descargaste una App y te pidió correo electrónico para iniciar sesión, el día que encontraste un blog y pensaste que sería bueno seguir leyéndolo (pajazos mentales). No nos digamos mentiras: eso nunca va a pasar. Así que decidí empezar a filtrar TODOS los correos electrónicos que no voy a leer inmediatamente. Acá tengo dos teorías: O filtro esos mensajes o quito las notificaciones en el celular. ¿Y qué hacer con los correos urgentes? He tomado la decisión de leer y responder los correos dos veces al día: A las 12 del medio día y a las 4 de la tarde. Punto (esta idea la saqué del libro «The 4-hour work week», de Tim Ferriss; súper recomendado si alguno quiere profundizar en el tema). Si alguno llega a las 5 de la tarde bien puede esperarse al medio día del día siguiente. Lo que propone el libro es poner una auto-respuesta diciendo eso, pidiéndole al amable autor del correo que si necesita algo realmente urgente, me llame al celular (y voy a tratar de sacar una línea de celular para ese tipo de cosas). Creo que puede ser un poquito rudo al principio y quizás les parezca creído (más) y prepotente («pior»), pero la verdad estoy desesperado con tanto correo innecesario. Todo será con la idea de ser más eficiente y mis clientes lo sabrán agradecer. Espero.
- Televisión: Otra cosa es que ya no veo televisión y menos los noticieros. Son una perdedera de tiempo, más si tenemos tandas comerciales de 20 minutos. Si quiero ver algo lo veo en Netflix en 40 minutos en lugar de 60. Los noticieros de la mañana, en vez de informarme, me hacen dar mal genio con tanto morbo. Saber que anoche un taxista se estrelló con una moto y murieron dos personas no me aporta nada. Es triste, muy triste, pero saberlo no me hace mejor persona, al contrario, me amarga el rato. Aplica para robos de tiendas de barrio, para calles llenas de huecos y cirugías de actrices. Si hay alguna noticia importante, créanme, uno se entera. Algún amigo termina contándonos.
- Whatsapp: Qué montón de conversaciones inoficiosas hay en whatsapp. Todos estamos en montones de grupos en los que solo nos quedamos por cortesía. Los grupos familiares son 90% memes, y todos tenemos una prima que envía imágenes de buenos días, frases de autoayuda y chistes que vi en Facebook el día anterior y en Twitter la semana pasada. Así que la solución es salirse de cuanto grupo se pueda, y silenciar el resto. Al igual que con los correos, entrar dos veces al día a revisar Whatsapp por si hay algo medio importante qué responder. Por ahora, y por razones laborales, estoy haciéndolo cada hora. No sé si conozcan la técnica pomodoro, de eso ya escribí en otra entrada.
- Redes Sociales: Este es particularmente difícil para mí, porque a eso me dedico. Mi trabajo son las redes sociales. Pero he decidido ingresar dos veces al día a actualizarme y a responder las menciones.
¡Hágale! ¿Cuántas veces les pasa que se quedan pensando en lo «chévere que sería hacer eso» pero nunca lo hacen por andar pensándolo? Dejemos de pensarlo tanto y hagámoslo. Si quieren hacer algo y no les funciona ¿qué es lo peor que puede pasar? Pues que no funcionó, pero igual lo disfrutaron. Y aprendieron en el proceso. Y no hay nada más rico en la vida que aprender. Háganle sin miedo. Si les cuesta hacer las cosas con automotivación, comprométanse con otra persona. Esta entrada, por ejemplo, es por una apuesta que hice con una amiga: si no publicaba esta semana, la invito a un par de tequilas. Y ella se comprometió a componer dos canciones de aquí al viernes (es artista). Hasta ahora voy ganando. ¡Ja!
Aprender a decir que no, que es otra manera de aprender a priorizar. Es bien difícil decirle que no a las personas, pero si uno se compromete a todo, no hace nada y al final va a quedar mal. Es preferible de entrada decir que no y bajar las expectativas.
Ahora mis criterios para decidir si hago algo son: ¿Voy a disfrutar haciéndolo? Si la respuesta es sí, lo hago de una. Si no, la pregunta es ¿me va a generar ingresos? Y si es así lo tercerizo, porque igual no lo voy a disfrutar. Si no se puede tercerizar lo hago, porque ni modos. Ahora, si no me va a generar ingresos y no lo voy a disfrutar, no lo hago, a menos que sea algo obligatorio, porque uno a la mamá nunca le dice que no, no sean mugres.
En fin, yo prefiero perder 60 mil pesos que 60 minutos. Los primeros se recuperan. Estas son las técnicas que voy a usar y aún no sé si funcionan. Pero si me funcionan, créanme que les voy a contar, a ver si de pronto a ustedes también. Y si no, al menos habrá un caso de éxito.
Aprovecho y les pregunto, ¿ustedes tienen el mismo problema de tiempo que yo? ¿Cómo lo han solucionado? ¿Tienen tácticas para optimizar el tiempo? Cuéntennos a todos en los comentarios, no sean egoístas. Uno se muere y nada se lleva (excepto el tiempo disfrutado).
Cualquier cosa nos leemos en Redes Sociales. Me encuentran en Instagram, Twitter, Facebook y Linkedin.
Un abrazo para todos, como siempre gracias por leer, comentar y sobretodo compartir. ¡Chau!
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Algunas entradas anteriores: «Colombia podría ser potencia mundial en 30 años«, «El país de la doble moral«, «¿71 millones de pesos por un tweet?«.