Estamos pasando por días duros, no es secreto. Pero no me refiero solo a esta semana llena de paros y marchas, me refiero a la época en general. Hoy en día la gente protesta por muchas cosas, porque “todo es malo”. Protestan y protestan, muchos sin proponer soluciones.
Qué bonito sería que cuidáramos tanto TransMilenio como los paisas cuidan su Metro. Pero no, acá lo rompemos, incluso vienen influenciadoras de otras regiones de Colombia a agarrar a martillo las estaciones. Qué tristeza. ¿Saben por qué defiendo tanto TransMilenio? Porque yo viví la Bogotá en la que tocaba meterse en bus y durar 2 horas para llegar de la 170 a la Universidad Nacional. Ahora se llega mucho más rápido. Ustedes quizás no se acuerdan, pero esos buses eran terribles, destartalados, les sonaba hasta la pintura. Aparte compartían el trancón con todos los demás. Eso formaba el carácter.
Aquel chiste de gritarle al conductor “¡Oiga! ¿Me va a llevar hasta donde su madre?” era real. Era el pan de cada día. Incluso todavía pasa en algunos buses, pero antes era con todos, literal. En esa época uno decía «uy, ojalá los buses respetaran los paraderos», «ojalá tuvieran carril propio», «ojalá no hubiera unos buses tan viejos y oxidados». ¿Saben cómo se llama eso? TransMilenio. Recién inaugurado era una maravilla. Los bogotanos vivíamos maravillados, salía en noticias.
Tristemente luego tuvimos unas alcaldías que dejaron de construir troncales, por incompetencia, por intereses políticos, o por intereses personales y andarse robando la plata. Como fuera, TransMilenio dejó de crecer al ritmo necesario y al final colapsó. Pero la gente le echa culpa al alcalde actual. No a los otros tres que hicieron prácticamente nada. Pero la gente olvida, o no lo vivió, así que hablan desde la ignorancia. Comprensible, pero ignorancia al fin y al cabo. No saben cómo era la Bogotá de antes y por eso no saben lo bonita que es ahora.
Con la situación del país sucede lo mismo. Yo viví una época complicada de Colombia, la época de los atentados del narcotráfico. Ese susto que algunos sintieron la semana pasada, que si suena pólvora piensan que son balazos… eso lo vivíamos antes, pero con bombas. Cada que sonaba algo medio duro, todos nos mirábamos y pensábamos “otra bomba”. Y corríamos a encender el televisor o la radio para ver si decían algo, pasábamos tardes enteras preocupados por nuestros familiares porque no había celulares y uno no podía comunicarse en segundos.
Qué bueno que ahora se proteste por lo que hoy se protesta. Pero creo que nos falta un poquito de proporción.
Yo fui de esos que se indignó cuando les despejaron una zona inmensa del mapa nacional y que, en lugar de buscar la paz, lo que hicieron fue sembrar más coca y tener una “Nación” aparte. Fui de esos que se sintió burlado cuando vio a Pastrana sentado en una mesa de negociación y Marulanda, alias “Tirofijo”, nunca llegó. ¿Saben de dónde viene el nombre del medio “La silla vacía”? Péguenle una investigada.
Soy de esos que prestó servicio militar mientras la guerrilla lanzaba morteros contra la Escuela de Caballería, de esos que a la 1:00 de la mañana tuvo que levantarse con el pulso a mil, ponerse el camuflado, agarrar el fusil, verificar munición y salir corriendo a patrullar el centro de Bogotá, porque había información de que la guerrilla se iba a tomar el Palacio de Nariño. Eso asustaba mucho, daba terror.
Soy de esos que viajó en bus intermunicipal hasta que lo paró un retén de la guerrilla y que sintió morir temiendo un secuestro, no volver a ver a la familia, ni poder avisarle a la mamá. En esa época tampoco había celulares. Soy de esos que vivió de cerca el secuestro (no mencionaré detalles del caso por respeto a quien de verdad lo sufrió).
Cada que había un atentado, cada que en noticias se decía que la guerrilla había bombardeado una iglesia llena de ciudadanos, cada que decían que se había bombardeado un oleoducto, acabando con la ecología de la región, era común escuchar a la gente decir con rabia «uy, ojalá mandaran un avión y bombardearan a ese poco de guerrilleros». Era un pensamiento muy agresivo y violento que ojalá no hubiese sido, pero también era comprensible dada la situación de impotencia y temor frente a la guerrilla. Qué bueno que ahora pensemos en otros problemas, pero hay que entender todo en contexto y darle su justa proporción a los problemas de ahora.
Quizás no recuerden, pero la amenaza de que la guerrilla se tomara la ciudad era muy real. Uno de soldado no andaba tranquilo. Ir tan cerca como a Fusagasugá era complicado porque en cualquier momento aparecía la guerrilla. ¡Uno no podía salir de Bogotá en carro! Tampoco se nos olvide cuando la guerrilla lanzó cohetes contra el Palacio de Nariño desde un barrio aledaño. Vivíamos con miedo.
Pero lo realmente triste de todo eso es que lo que yo viví fue una bobada. Antes de que digan que hablo desde la comodidad y mis “múltiples lujos” o que me estoy haciendo la víctima, afirmo que lo mío fueron pendejadas, gracias a Dios yo no perdí familiares en atentados, no presté servicio militar en el monte, afortunadamente no tuve episodios realmente dramáticos de la violencia de la historia colombiana.
No me malinterpreten, me parece maravilloso que la guerrilla hoy no esté en el monte, sino que esté protestando en marchas. Eso antes era impensable. Simbólicamente eso es muy muy fuerte. Pero de ahí a que ignoremos sus crímenes hay mucho trecho. De ahí a que los premiemos porque «ay, siquiera dejaron de matar, tan bellos», hay un camino muy largo. De ahí a que tumben el proyecto de ley contra el abuso infantil porque ‘va en contra de la paz’ hay un abismo.
Qué bueno que ya no marchemos en contra de las Farc, qué bueno que ahora el susto sea por disparos y no por bombas (ojo, ambos son terribles, pero en niveles diferentes). Qué bueno que ahora se proteste por lo que hoy se protesta, que TransMilenio nos parezca «terrible» e «inhumano». Eso solo significa que estamos evolucionando y que ahora queremos soluciones más sofisticadas. Pero creo que nos falta un poquito de proporción, nos falta ser más justos con la historia y darle a cada quién lo que se merece.
Los problemas de Colombia vienen desde hace mucho y, si bien este presidente asumió la responsabilidad de corregirlos, tampoco se trata de “tumbarlo” y de cambiar constituciones así porque sí, ‘porque en año y medio no ha podido’. Como si uno pudiera solucionar problemas de 20 años en uno solo.
Guardemos proporciones, seamos constructivos y no destructivos. Argumentemos bien lo que queremos cambiar y por qué. Y si vamos a criticar, al menos propongamos cambios. Romper TransMilenio y lanzar papas bomba contra los policías no es la manera.
A ver si agarro el hábito de dejarles siempre la canción de la semana. Hoy los dejo con Twisted Sister.
Les cuento, con mucha alegría, que el próximo 5 de diciembre serán los PremiosTW, los premios a lo mejor de las redes sociales en Colombia. Y que tenemos a AXN como patrocinador. Este año me ha costado mucho hacer este evento, no tanto por el esfuerzo sino por mantener el buen genio. Estrés pendejo, pero creo que valdrá la pena. Ese día, cuando se acabe el evento, descansaré mucho, jajaja.
Nos leemos acá en unas semanas, o todos los días en LinkedIn, Twitter, Instagram y Facebook.
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