A Andrés le tomó por sorpresa que ella le diera la mano. Sobre todo porque lo que él le estaba pidiendo era el recibo del agua que estaba en el casillero del apartamento. Andrés estiró la mano esperando recibir un papel, cuando lo que sintió fue el frío de una mano. Era de noche. Y Bogotá de noche enfría cualquier mano, por buena que esté. La mano.

Y la dueña.

Sorprendido él levantó la mirada y cuando vio que era la mano de Mayra pues le dio risa. Solo atinó a decirle «gracias» a lo que ella, ooobviamente, le respondió «con mucho gusto don Andrés». Ahí entendió por qué no le dio el recibo: Por protocolo en portería registran la hora a la que entregan cada paquete y cada recibo, con número de apartamento y con firma. Seguro a más de un vecino se le ha refundido el recibo y terminan echándoles la culpa a los vigilantes.

—¿Me recuerda su apartamento, don Andrés?

—Claro Mayra. Es 702.

Normal, él siguió su camino, pero se quedó pensando en el hecho. No tanto por la cogida de mano, sino por ella. Mayra no era como sus compañeros de trabajo. Primero porque no tenía barba y bigote como el resto, segundo porque no superaba los 25 años, «así calculándole a ojo», según nos contó Andrés.

Ella sí le había llamado la atención, no es tan común ver a un mujerón así en la entrada de tu edificio. Todos los días.

Más allá de eso a Andrés jamás se le pasó un mal pensamiento por la cabeza, hasta ese día. Bueno, no eran malos pensamientos, tampoco. Pero sí se quedó pensando en que si esa cogida de mano significaría algo más o fue simple equivocación de ella. Pendejadas que pensamos los hombres, que somos súper convencidos.

Y el que diga que no que tire el primer coqueteo fallido.

El caso es que al otro día cuando él llegó al edificio, la vio de nuevo ahí sentada en la portería, como era de esperarse. Y aunque no lo tenía planeado, fue hasta allá y la saludó con más confianza que antes. Hasta le hizo la charla, cosa que él nunca hace.

Le preguntó por el clima (¿por qué será que cuando uno quiere hablar con un extraño —y no tan extraño— siempre habla del clima?). Le preguntó por ella, el típico «¿Cómo te ha ido?», a lo que ella le respondió con el obvio «Bien, muchas gracias». Ni que ella le fuera a responder «Uy don Andrés, si supiera que anoche dormí súper mal».

Lo que sí es cierto es que ella le respondió con una sonrisota de esas que enamoran a cualquier pendejo. Como Andrés. Y eso, por supuesto, le dio más confianza, así que en su tono más ganador le dijo «Oye Mayra, ¿cuándo tienes un tiempo y te invito a un café, saliendo de acá?».

Esta imagen la hice con Inteligencia Artificial. Peeeeero, se parece.

A ella visiblemente eso la cogió por sorpresa, porque no supo qué responder y como que tartamudeó cualquier palabra. Eso y que justo en ese momento llegaron varios sujetos de Rappi a entregar domicilios, como suele pasar en cualquier edificio de Bogotá a las 7 de la noche.

Andrés pensó en quedarse a esperar a que los despachara, hasta que bajó doña Eulalia, la típica vecina chismosa y problemática, como suele pasar en cualquier edificio de Bogotá. Mejor, ¡del planeta!

Viendo eso, Andrés solo atinó a decirle con una sonrisa «Relax, piénsalo tranquila y me cuentas uno de estos días». Ella enredada ni le respondió, y él se fue tranquilamente para su apartamento.


Los días pasaron, como suele pasar en cualquier edificio de Bogotá, cuando en medio de la tarde entró un mensaje al WhatsApp de Andrés.

—Buenas (Salto de línea adrede, por mantener la fidelidad a la conversación que nos mostró Andrés).
Tardes
—Hola —respondió Andrés. No es extraño que le escriban de números desconocidos, algún cliente nuevo. Además el número no tenía indicativo de Angola, ni tenía enlace diciéndole que tiene un pedido retenido en aduana y que para recibirlo tiene que hacer clic.
—Con el sñ. Andrés?
—Sí. —Respondió él sin dar mucha información, porque ajá.

Pasaron varios minutos sin respuesta, así que él volvió a escribir.

—¿Cómo te puedo ayudar?
—Qué pena
Me tomé el atrevimiento
En tomar su número
Puede hablar ?
—Sí, cuéntame.
Si te refieres a una llamada, en este momento no.
Ando en reunión.
Pero si quieres envíame una nota de voz y apenas pueda la escucho.
—Habla con Mayra
OHHHHHHHPORRRRDIOSSSSSSSSSS Ahhhh, ¡hola Mayra! ¿Cómo estás?
¡Qué sorpresón!
¿Andas de turno o descansas?
—Descansando
Qué pena Pero me causó curiosidad lo que hablamos ese día
Bueno lo que no pudimos terminar de hablar
—¡Ah claro!
Qué bueno que me escribes.
Nada, pensando en que si te gustaría tomarte algo un día de estos, yo te invito encantado.
—Sí puede?
No hay problema?
—Ceros. Si tú puedes, yo puedo.
Obvio no quiero meterte en problemas en el trabajo y eso, que supongo que no te queda fácil.
—Sí claro
—Eso, súper.
¿Qué día te gustaría?
—Me dijiste que el sábado?
Bueno si gustas y puedes! —Respondió ella ya cogiendo confianza y permitiéndose tutear.
—Claro, de una. Cuando salgas entonces.
—Si, tendría que llegar a organizarme
Estoy cerca
—Bueno pues. Entonces el sábado nos vemos. Ya tú me dirás si nos encontramos acá en el conjunto o prefieras en otro lado.
—Pues Diría que en otro lado sabes que hay esta Mi trabajo Y no quiero problemas
Y malos comentarios
—Sí te iba a sugerir eso, pero prefería que lo dijeras tú.
—Pues si ahi no es buena idea jaja
Por que aja Por el trabajo


La conversación siguió un rato más, como para irse agarrando confianza, pero todo tranqui, todo normal. Él le preguntó qué hace los días que descansa, que es lo otro que uno pregunta cuando no sabe qué mas decir y cuando ya habló del clima. Al parecer ella tenía algunos rollos personales.

—Lo siento —respondió Andrés.
¿Y me puedes contar?
¿O mejor después que te tomes un tequila?

«¡AAAAAAY MATAOOOOORRRR! ¡Quieto Brad Pitt!» le dijimos todos cuando nos contó. «No, pues yo me arriesgué porque eso de invitarla a tomar cafecito con colaciones como que no pega», nos dijo él. «Pero lo bueno es que ¡me copió!»

—Si seria mejor jaja (le respondió Mayra. Todos estábamos sorprendidos, no tanto por lo extraño de la situación, sino porque Andrés ya nos había mostrado una foto de ella y estaba ESPECTACULAR, ¡hasta en uniforme!)

Nos mostró varias fotos de sus estados de WhatsApp. Y si esa mujer se veía bien en uniforme, ni se imaginan cómo se ve en “la civil”. Se le notaba lo costeña en cada curva. «Bueno marica, pero siga contando» le dijo Juan David, porque nos tenía intrigados.

—Me gustaría verte
Pero no puedo por que estoy lejos

«GUAAAAAAAAATTTTT DE LOS REGUATEEEEESSSSS??? Marica, Andrés, ¡usted ahí ya estaba más que ganado! Yo me atravieso 20 trancones y la rescato». «No parce, ya era tarde y yo tenía que madrugar, entonces le dije que quedáramos para el sábado», nos respondió, «pero espere marica que falta lo mejor», continuó Andrés, sonriendo y tomándose otro sorbo de cerveza.

¿LO MEJOR? ¿HAY MÁS?

Sí, hay más. Pero eso vendrá en el siguiente episodio deeeeee “LE PASÓ A UN AMIGO” CHAN CHAN CHAAAAAN

*Ruedan créditos

¿Será que Andrés corona? ¿Será la que corona es Mayra? ¿Será que me tomo una corona?

No te pierdas la respuesta a estas y otras preguntas en “Le pasó a un amigo: La Guarda”.

Continuará.

@OmarGamboa

Que sí señores, que cómo no.

Que después de muuuuchos años me dio por escribir una nueva historia de Andrés. Es que no me lo cree ni mi mamá, que me cree todo.

Un saludo a mis patrocinadores, a mi mamá, a mis tíos y tías, a las primas, amigos, lectores, fans y enemigos.

Espero publicar la continuación la próxima semana. Si no, bien pueden acosarme.

O sea, si me acosan del banco, ¿por qué no me vas a acosar tú, cosita?

Aprovecho el desorden para recordarte que en mis ratos ocupados me dedico a asesorar Marcas Personales. O sea, a cualquier persona que quiera vivir de su nombre o a los que no quieren volver a estresarse porque lo echen del trabajo. O sea, medio planeta.

Si eres una de esas personas, acá encuentras más info sobre mis asesorías.

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