Todo se trata de encuentros.

Pero qué importante es perderse para genuinamente encontrarse; con versiones superiores de nosotros mismos, con seres maravillosos que se alinean en nuestro camino y con nuestro sentir. Cuando nos hemos perdido en el dolor descubrimos cómo amar legítimamente, forjamos herramientas más humanas y menos pragmáticas para mantenernos en pie.

Misteriosamente funcionamos mejor estando fracturados que enteros, porque quizá solamente a través de la reconstrucción se da la evolución; y es que concretamente no habría la intención de rehacernos voluntariamente, si no hemos sido desintegrados por la vida en algún momento.

Cuando estuvimos enteros fuimos indolentes, ingenuos y tan infinitamente elementales. Pero, por fortuna, hoy casi todos contenemos grietas. Hoy todos podríamos decir que hemos estado rotos, en proporciones épicas o ligeras, reuniendo nuestros trozos con la valiente intención de repararnos a pesar del dolor que llevamos a cuestas. Y, partiendo de allí, afirmaríamos que nos hemos elevado y separado de nuestras bases primarias. Nos hemos desplazado del instinto al sentimiento, de la reacción al pensamiento.

El mundo ya se ha roto para todos. Hemos guardado silencio viéndolo tornarse un poco oscuro, impune, mezquino y visceral. Diseñamos nuestros refugios para descansar el alma, para re- ensamblarnos en la sombra, sin la intimidación, el ruido y la evidencia de la luz.

Pero hoy nos encontramos envueltos y casi obligados a tener interacción política, a conocer sobre ese oficio tan burdo que todo lo habita, que no proviene del amor ni de la búsqueda del equilibrio colectivo como debería ser. No proviene de los ideales, proviene directamente del ego, del comportamiento primitivo, escurridizo y enfermizo por el poder. Pero casi nunca se nos impulsa a conocer o sumergirnos en manifestaciones sensibles como el arte, la escritura o la música; bondades que provienen del amor y pueden constituir un lugar espiritual para sanar y eventualmente para huir. Cerrar los ojos a los contextos no es la solución, pero sí seleccionar a qué acudimos para nutrirnos en medio del caos.

Yo he encontrado más esperanza de reconstrucción en libros quizá quiméricos o en aquellos basados en presunciones. He decidido apartarme de esa psicología tradicional y lineal que todo lo afirma, porque la existencia no es estática, por tanto no puede ser teórica.

Aquellas frases de autoayuda son material obsoleto para esta vida que alcanza el desequilibrio con tremenda velocidad, arrebatándole cualquier sentido y utilidad a esos mecanismos decorativos de superación personal.

Qué importante es perderse para genuinamente encontrarse. Para hacer sin cortinas de humo un recorrido consiente por nuestra historia, para dilatar, modificar y agitar la conciencia, y así, lograr expandirnos con mayor destreza sobre el universo.