…o de cómo podemos tomar parte activa en la gestión de nuestra propia salud

Por Andrea Carolina Reyes Rojas para Misión Salud

Vamos a desviarnos un poco de nuestro tema central para dar un poco de contexto a nuestra causa. Como ya lo sabemos la salud va más allá de no estar enfermo y cuando lo estemos, todos sin excepción tenemos derecho a acceder a los tratamientos efectivos, de calidad y a precios asequibles.

Ante dolencias en el cuerpo, con el paso del tiempo nos hemos acostumbrado a que los medicamentos sean el primer recurso al que acudimos. Sin embargo, cada individuo tiene la posibilidad de transformar este punto de partida a partir de evoluciones sociales, científicas y políticas que están teniendo lugar. Por ejemplo:

La apropiación del individuo de su estado de salud es un concepto transversal a estas tres consideraciones, concepto que incluye la conciencia de cada persona frente a sus hábitos de vida (alimentación, deporte, descanso físico y mental, pausas activas en las jornadas laborales, etc.), así como la tranquilidad para ver la relación entre las emociones que vivimos, que a veces hasta nos dominan, con cómo nos sentimos físicamente.

Esta perspectiva no es ajena a nuestros sistemas de salud, solo solo hay que ver el día a día del trabajo de miles de rehabilitadores (fisioterapeutas, fonoaudiólogos, psicólogos, entre otras disciplinas) en el que logran resolver o mejorar condiciones de salud física y/o mental en sus usuarios (como ellos los llaman, pues no son pacientes ya que tienen un rol activo y determinante el tratamiento terapéutico) a través del trabajo conjunto y consiente entre la persona y su terapeuta previniendo intervenciones invasivas o drásticas que implican un riesgo para la seguridad o la vida.

Permitirnos ver que la “aparición de dolores” en muchas ocasiones tiene raíces en nuestros hábitos y emociones, tiene el potencial de ampliar las posibilidades de resolución de nuestros malestares sin necesidad de recurrir a medicamentos. ¿Así de sencillo? Si. ¿Funciona? La invitación es a explorarlo, por supuesto que sin excesos ni fanatismos, para ver, a través de la propia experiencia, si la “autocuración” en realidad es posible o si es un mito. La hipótesis de partida es que el cuerpo humano es, en todo el sentido de la expresión, una herramienta perfecta.