Por @Silviadan
No es el olor de la colonia, el pelo corto o largo, los músculos acentuados o la forma de caminar. Mucho menos los pantalones, la barba o los bigotes.
No es ni siquiera el tono de voz, los manierismos, o la fuerza.
Algunos argumentan que puede ser el tamaño del cerebro, la voz de mando, el deseo incontrolable de cuidar o solucionar.
Otros mas arriesgados aseveran que es la falta de drama, la simplificación de las situaciones o la escogencia de la fuerza física para solucionar conflictos.
Pero según la mayoría, todo se reduce a unas características físicas: El aparato reproductor, los genitales y el sistema hormonal.
Son esas simples características las que hacen a un hombre, hombre.
Y entonces, ¿por qué buscamos clasificar a los hombres como hombres con características que mas bien los definen tan solo como humanos, sensibles o insensibles, miedosos o valientes, celosos o seguros, egoístas o generosos, ególatras o desprendidos, y en muchas ocasiones ignorantes o versados?
¿Qué nos lleva a ponerle marca a esos comportamientos para clasificar como hombres a un poco menos de la mitad de la humanidad?
Sin entrar a las explicaciones técnicas, los estereotipos nos sirven para entender algo que no comprendemos. Es nuestra manera exagerada, simplista y poco detallada de organizar nuestros falencias y percepciones. Y como nos encantan las clasificaciones y justificamos gran parte de nuestro conocimiento a través de ellas, se vuelven en muchos casos verdades aceptadas por la mayoría.
No hay tal. Esas otras características con las que queremos explicarnos el ser hombres o mujeres no son mas que racionalizaciones que, creemos, nos ayudan a darle sentido a nuestro entorno.
En realidad, el sentido está en dejar de explicarnos y mas bien atrevernos a sentir.
Eso lo entendió mi amigo Felipe, quien a la pregunta de qué hace a un hombre, hombre, natural y espontáneamente me contestó:
“Ser hombre es ser hijo, hermano, nieto, primo, pareja, padre, amigo y colega de mujeres, y entender que cualquier ventaja heredada de la naturaleza o de las normas socioculturales debe ser empleada en la construcción de un mundo mejor para ellas, y no en la perpetuación de uno para someterlas.”
Y yo agregaría, que no es solo un mundo mejor para ellas, sino también para ellos. Para todos.