La semana pasada el Departamento de Justicia de Estados Unidos anunció que Michele Leonhart, la segunda mujer en dirigir la DEA, la agencia antinarcóticos estadounidense, abandonará su cargo en mayo.

Leonhart, que llevaba casi ocho años al frente de la DEA, dimitió a raíz de un escándalo que provocó una investigación de las trapisondas de algunos de sus agentes en Colombia, donde asistieron a orgías con trabajadoras sexuales contratadas por traficantes.

Y es que las sanciones impuestas a los agentes parranderos fueron irrisorias: apenas entre 2 a 10 días de suspensión, no obstante los riesgos en que pusieron a su propio gobierno y al colombiano.

En contraste, Leonhart, que ascendió a la cima de la DEA luego de una larga carrera como policía en la ciudad de Baltimore y luego como agente antinarcóticos, tuvo que presentar su renuncia ante el furor político que detonó la promiscuidad de algunos de sus subordinados – entre los cuales no había ninguna mujer.

Para algunos observadores antediluvianos, la caída de Leonhart es prueba de que las mujeres no están preparadas para asumir las máximas responsabilidades en agencias como la DEA, que tratan problemas “duros” en vez de temas “blandos” como la educación o la salud.Sin embargo, es claro que Leonhart estaba moviéndose en un mundo de hombres.

Las irresponsables indiscreciones de los agentes de la DEA en Colombia se dieron antes de su administración y las sanciones no fueron impartidas por ella. Fueron dictadas por hombres que por años habían tapado acciones de este tipo y que están acostumbrados a “hacerse pasito” en comportamientos que culturalmente suelen ser tolerados entre círculos masculinos.

De hecho la DEA puso muchos más obstáculos que otras agencias para entregar la información sobre el manejo que le daba a este tipo de problemas.

Se dice que, con el fin de negar que persiste el conocido techo de cristal (es decir,  la tradición de que sólo los hombres pueden y deben ocupar los máximos cargos), algunas organizaciones se esfuerzan por colocar a mujeres en sus escalafones superiores. Pero con el tiempo, al demostrar poca capacidad de liderazgo y decisión, las elegidas vuelven a caer a tierra. A eso se le llama el abismo de cristal. Y Leonhart no es la primera en desbarrancarse.

Julia Pierson, directora del Servicio Secreto, renunció en octubre del año pasado luego de una serie de fallas en el anillo de seguridad de la Casa Blanca que causaron alarma en Washington.

Pierson, quien había servido como agente durante más de 30 años, había sido nombrada por el Presidente Barack Obama precisamente para cambiar una cultura de machismo que prohijó otro escándalo similar al de la DEA poco antes de la cumbre de las Américas realizada en el 2012 en Cartagena.

En lugar de Pierson, fue nombrado otro veterano del Servicio Secreto, con la misión de devolverle la credibilidad a la agencia. Eso está por verse.

Los cambios culturales, claro está, toman tiempo. En toda organización es importante tener un buen liderazgo, pero no es suficiente. Para derribar antiguos y dañinos prejuicios hay que  cambiar desde abajo.