“Al final lo que importa no son los años de vida sino la vida de los años”
Abraham Lincoln

Hace unos días tuve la oportunidad de asistir al monólogo de humor de Diego Trujillo Qué desgracia tan infinita, en donde el actor se burla de las dolencias a las que los hombres se ven enfrentados desde que llegan los 40 y durante la década de sus 50.

Con la gracia e inteligencia que lo caracterizan, Diego describe los efectos del paso del tiempo, lo que puede hacer la falta de aceptación de los procesos naturales de la vida y el intenso deseo de todos por alargar lo que consideramos en esta sociedad como la juventud.

Al igual que todos en el público, me reí durante los 45 – 50 minutos que dura la obra al punto que me dolía el estómago. Los problemas de próstata, las erecciones fallidas, las fantasías, las afecciones de salud, la falta de energía, la aparición de la barriga. En fin.

Todos temas que dan para chistes y exageraciones que el actor recoge graciosamente en el monólogo, mostrando un panorama algo desalentador para quienes se acercan o están en esta época de la vida.

La obra, dirigida a los hombres por partir básicamente de experiencias, creo, personales de Diego, nos pone a todos a reflexionar sobre el paso de los años.

Me puse a buscar información sobre esta interesante época de la vida. Entre varios de los artículos que leí, me encontré con uno que me llamó mucho la atención. Comparaban los 40 y los 50 con la adolescencia.

Argumentaban que al llegar a lo que se conoce como la mediana edad, como en la adolescencia, atravesamos cambios hormonales que nos llevan no solo a experimentar toda clase de cambios físicos importantes, sino a preguntarnos de nuevo sobre el sentido de nuestra existencia. Aparecen de nuevo los miedos, las dudas, las expectativas cumplidas o frustradas. Las comparaciones con otros que están pasando por la misma etapa o con los que vienen atrás y que aún creen, nunca llegarán a este momento.

A diferencia del relato de Diego, este y otros escritos me mostraron una mirada más positiva, no por la negación de los efectos del tiempo que llegan querámoslo o no, sino por que resaltaba, por ejemplo, la madurez con la que se cuenta en esta época, la posibilidad que se tiene de evaluar hacia atrás y planear hacia adelante, las capacidades de aceptación con las que podemos disfrutar de nuestra vida dado el desarrollo del carácter, y las inmensas posibilidades reales que se tienen en estos años de vivir plenamente con quien debe ser y ha sido para entonces nuestro mejor compañero o nuestro peor enemigo: nosotros mismos.

Es un interesantísimo punto de la existencia que nos enfrenta no con el tiempo en realidad, sino con quienes somos y hemos sido.  Así lo entendí.

A quienes conozco, que creo se acercan o están en esta etapa de la vida, son personas reflexivas, apasionadas pero mesuradas. Profundas, tranquilas. Con objetivos claros. Muy atractivas.

Con seguridad habrán experimentado frustraciones o ansiedades por los efectos del tiempo, o algunos miedos por los cambios físicos. Lo normal.  Pero gracias a la experiencia vivida cuentan, en su mayoría, con elementos que en mis ojos los hacen seres humanos algo más completos.

Puede que haya sido suerte y que no me haya topado aún con quienes sienten que la vida se les está yendo y ya no hay nada por hacer. Puede ser.

En realidad al final, lo que importa, no son los años de vida, sino la vida de los años. (A.L)

@Silviadan