Tristemente no.

Aunque mucho se ha hablado del nombramiento de una mujer para liderar la exitosa empresa de transporte con el fin de enviar un mensaje contundente a quienes han visto en los últimos escándalos de Uber un resquebrajamiento en la imagen de la compañía, es claro que no será una dama la que cambie la cultura machista que ha generado tanto descontento sobre los manejos interno.

Más aún, sería un suicidio profesional para cualquier mujer montarse en la revolcada ola por la que atraviesa la compañía.
Me cuesta decirlo, pero si en realidad se quisiera cambiar la cultura machista de la compañía, Uber necesitaría de la autoridad, la resolución y el coraje de un hombre que pueda comunicarse con sus pares, convencer a un directorio compuesto por mayoría de hombres entre los 50 y los 60 años de jugársela por la equidad de género, y sacar las manzanas podridas de la compañía. Un hombre que tenga suficiente capital político con el que pueda mover las raíces de la empresa y al mismo tiempo mantenga la confianza de clientes y socios.
Y aunque estoy segura que mujeres de la talla de Marissa Mayer ex CEO de Yahoo, o Sheryl Sanders COO de Facebook tienen las cualidades antes mencionadas, solas no podrían lograr los cambios necesarios para aumentar el porcentaje de mujeres en cargos técnicos, acabar con los problemas de acoso sexual y reformar el departamento de recursos humanos que según últimos reportes no ha hecho sino esconder las quejas y demandas de mujeres que se han visto abusadas en sus labores, disminuidas como profesionales y en muchos casos obligadas a retirarse de la empresa.

Uber está compuesta por hombres que aún no ven cuál es el problema y por mujeres que por miedo no han querido o no han sabido como generar los cambios necesarios para lograr la equidad de género.

Para no ir tan lejos: Lian Hornsey jefa de recursos humanos y una mujer con una vasta experiencia adquirida nada más ni nada menos que en la vicepresidencia de operaciones globales de Google, no pudo o no quiso jugársela por sus congéneres. Al contrario, y según parece, decidió defender a capa y espada a uno de los altos administrativos a pesar de que, presuntamente, existían varias quejas de acoso sexual y abuso de autoridad contra él.

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De todas maneras, hay una gran oportunidad.

Uber, si quisiera, podría provechar la crisis y convertirse más bien en un líder de la equidad de género poniéndole la cara a las quejas actuales, aumentando el porcentaje de mujeres en cargos técnicos y abriéndole las puertas a las damas que hoy quieren y pueden hacer parte del mundo de la tecnología.

Si logran aprovechar los últimos escándalos y meterle la ficha a un cambio estructural real que procure un sacudón administrativo, directivo y técnico, encontrando un hombre que le apueste a estos temas con honestidad, pasión y ganas, tendrían la posibilidad real de posicionarse como lo que hasta ahora habían querido mostrar: una empresa de avanzada, seria y responsable con el futuro no solo del transporte, sino  con el de miles de jóvenes que hoy quieren cambios reales en los modelos de negocios abriéndole las puertas a cambios culturales y de mentalidad.

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Amanecerá y veremos.